Cuando Huelva era el reino de los cabezos

J.A. de Mora. No hace tanto que Huelva era el ‘reino’ de los cabezos. La espectacular foto que encabeza estas líneas, con una perspectiva inédita, nos muestra los altos de la ciudad en la que no mandan los edificios, si no la Parroquia Mayor, la de San Pedro y, sobre todo las elevaciones de terreno que aquí forman parte de nuestra identidad, los cabezos.

La imagen es propiedad de Carlos Delgado y nos la ha facilitado Emilio Romero. Y nos parece impresionante. Una zona de cultivo, en el llano que había entre el cabezo del Conquero y el de Mundaka, donde hoy están los chalets que aledañan el Paseo de los Naranjos actual. Reinando también el propio cabezo de San Pedro, que había sido cumbre de la villa cuando estaba asentado allí su castillo.

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Se observa una panorámica de la ciudad con las casitas de la calle San Andrés que subían al Conquero en primer término, así como el antiguo Hospital Inglés -luego Escuela Francesa-. Tierras de cultivo de lo que parecen vides y otra parte de barbecho con algunos árboles.

A la izquierda se ven el cabezo de La Joya y el de La Horca. Por la fecha en la podríamos fijar la vista, en el umbral del siglo XX, suponemos que el cabezo del Molino de Viento, que quedaría justo detrás de la Iglesia, ya estaría desmontado.


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Nombres míticos, estos de los cabezos, que marcaron lo cotidiano en las vidas de tantos generaciones de onubenses. Una configuración de la ciudad que respondía a milenos y que llegó casi intacta, como decíamos, a los finales del siglo XIX. El valor de estos promontorios, defensivos y de protección a los vientos, no se ha considerado en su justa medida hasta hace muy poco, por parte de algunos ciudadanos sensibles que entienden estas singularidades orográficas son un tesoro arqueológico, etnográfico, natural.

Pero esta sensibilidad, lamentablemente, no es extensible a otra parte de la sociedad, que observa indiferente la desaparición de los mismos. Esta dinámica de autodestrucción debería de pararse, por cuestiones emocionales pero también económicas. Si, económicas. Mantener los cabezos, limpios y acondicionados por supuesto, podrían generar negocio. Solo hay que pensar un poco y abandonar la penosa cultura del cortoplacismo monetario.

 

Huelva reino cabezos.

 


Puerto de Huelva

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