Miguel Mojarro.
Es un pretexto oportunista para recomendar alguna obra de Casona. Realmente, todas ellas. En la escena y en los libros. Porque a Casona hay que verlo en la escena y luego leerlo en los libros. O viceversa.
Casona, Alejandro Rodríguez Álvarez desde 1903 hasta 1965. Maestro, hijo de maestros y coetáneo de la Generación del 27, aunque se le haya ignorado durante demasiados años, ha sido uno de de los mas grandes autores de teatro español contemporáneo. Esto es una afirmación objetiva.
Ahora la subjetiva: Casona es la mas grande imaginación al servicio de la literatura teatral.
Cualquiera de sus obras, al leerla, sugiere un deseo importante: Quiero verla en escena. Y, si es posible, con Nuria Espert. Pero verla.
Ocurre que estamos en Navidad, Reyes y todo eso. Es oportuno (y oportunista) recomendarlo. Pero todo lo de Casona, ese Maestro que derrochó pedagogía del placer de la mente y didáctica del bien hacer.
Pedagogía y Didáctica. Que no son lo mismo ni parecido.. Aunque muchos (algunos docentes incluidos) no perciban la diferencia (otro día tocará ese tema, a ver si los que pueden hablar sepan de lo que hablan).
Muchos, decía, no conocen la diferencia, pero Casona sí y bien que aplicó ambas disciplinas de la educación a su creación literaria: Qué hacer y cómo hacerlo (Se me escapó esta sutil definición de Pedagogía y Didáctica).
Pero su gran obra, para mí la mas lograda, la que ha pasado desapercibida en su grandeza, tendrá propuesta propia, diferenciada, en la última «Lectura casinera» de esta serie. Con pretensiones de apoyo descarado al ocio importante: El que permanece, el que satisface y deja poso de por vida.
Pero hoy toca Navidad, ese tiempo de villancicos callejeros, sonidos clásicos, alegría peculiar y frio que se mezcla con el calor interior.
Hoy toca una lectura adecuada al tiempo y al calendario, que no es lo mismo tampoco. Una lectura como la Navidad: Inocente, de leyenda, entrañable.
«A Belén Pastores» es una obrita teatral que recrea en varios actos alusiones a los diferentes tramos de estas fiestas. Los enmarca y los adorna con letras de Lope de vega y Garcilaso, entre otros.
Es obra que se empieza a leer, se recrea el gusto en ella y se termina con el sabor de la calidad. Uno quiere más. Pues lo tenemos fácil: a seguir leyendo a Casona, que es garantía de placer lector.
Ya sabéis lo que opinamos de la lectura: es el mas completo placer de las personas, después de los sabores.
Sabores y saberes. ¿De dónde proceden estas palabras tan hermanas? Pues no son hermanas, aunque sí familiares cercanos. Una es un verbo (saber, «sapere») y otra es un sustantivo (sabor, «sapor-saporis»). Siguen tal cual hoy. Pero, como siempre (o casi siempre) los sustantivos son hijos adoptivos o algo así de los verbos. Lo de los verbos es algo increíble por su riqueza generadora. Algún día le diremos a nuestros expertos que alumbren sobre este tema.
A lo que íbamos, en Casona se dan los dos placeres. Saber y sabor.
El saber no requiere tiempo ni lugar, pero me permito sugeriros uno, el Casino Minero de Corrales, que este año ha estado afectado por «el bicho» en su tradicional representación belenística, que cada año rememora el acontecimiento de mas influencia en el mundo cristiano.
Corrales os pone el lugar adecuado y vosotros aportáis el tiempo de sosiego pertinente. No es necesario que digáis en casa a donde vais y a qué. Seréis perdonados, porque el placer de la lectura es como los votos de las urnas esas: Secreto y de derecho.
No hace falta que os deis prisa, que Casona ofrece lo contrario: sosiego en el descubrimiento de valores.
Fantasía, imaginación, inocencia, calidad y cercanía.
Grupo Azoteas
