El estudio de las huellas fósiles con 100.000 años de antigüedad aparecidas en la playa de Matalascañas determinará la fauna que habitaba Doñana en esa época

Perspectiva del afloramiento bajo el acantilado, donde se ve que el oleaje ha retirado la arena, dejando al descubierto las huellas. / Foto: Eduardo Mayoral.
Huellas con 100.000 años de antigüedad. / Foto: Eduardo Mayoral.

Mari Paz Díaz. El hallazgo fortuito de unas huellas fósiles de unos 100.000 años de antigüedad en la playa de Matalascañas ha llamado mucho la atención de la comunidad científica por la relevancia de este yacimiento de carácter efímero. Unas huellas que, aunque se encuentran fuera de los límites del Espacio Natural de Doñana, tienen un gran interés. Tanto es así que el descubrimiento está siendo estudiado por el grupo de investigación ‘RNM276 Geociencias Aplicadas’ del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Huelva (UHU), bajo la dirección del catedrático de Paleontología, Eduardo Mayoral Alfaro.

La relevancia del descubrimiento ha llevado a un grupo de investigadores de la UHU, dirigidos por el catedrático Eduardo Mayoral, a estudiar el yacimiento. / Foto: Eduardo Mayoral.

Un interesante trabajo, en cuya realización están participando el catedrático de Estratigrafía, Juan Antonio Morales, el profesor titular de Geodinámica, Antonio Rodríguez Ramírez, y la investigadora doctora en Paleontología, Ana Guerreiro dos Santos, todos miembros de la UHU. En el equipo, además, colabora Ricardo Díaz-Delgado, de la Estación Biológica de Doñana, encargado de realizar los vuelos de dron y procesar las imágenes y los datos recabados desde el LIDAR para realizar una microtopografía de detalle de la zona. Precisamente, fue el profesor y presidente de la Sociedad Geológica de España, Juan Antonio Morales, el primero en tener conocimiento del hallazgo, al ser avisado por los trabajadores forestales. Tal y como cuenta el propio Morales a Huelva Buenas Noticias, «recibí la llamada de Miguel Ángel Maneiro, del Parque Nacional de Doñana, que fue el técnico que se encargó de formar el equipo tras recibir el aviso del descubrimiento accidental por parte de Dolores Cobo. Cuando Maneiro me llamó ya había contactado con José María Galán, que, además de técnico de Medio Ambiente en el Parque Nacional, es un gran especialista en huellas de vertebrados actuales y ha desarrollado su labor de investigación en diferentes países africanos. Él se ha encargado de sacar los moldes de las pisadas y contribuirá a la identificación de las especies que pueden haberlas realizado». Dolores Cobos es técnico del Parque Nacional, con más de treinta años de experiencia en conservación y especialista en Botánica, mientras que estaba acompañada por Ana Mateos, una de las guías más experimentadas del Parque y con una trayectoria relevante.

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Unos restos muy vulnerables. / Foto: Eduardo Mayoral.

Tras el descubrimiento, los investigadores de la Onubense están recabando los datos del hallazgo, que, como concreta Eduardo Mayoral, se trata de «huellas que se encuentran conservadas en la superficie de una roca areniscosa (epirrelieve negativo, según su nombre técnico), que está parcialmente cementada por hierro y que, a su vez, ha ferruginizado las huellas, lo que ha favorecido su preservación posterior, una vez fueron enterradas».

Imagen virtualizada de una de las huellas. / Foto: Juan Antonio Morales.

Sobre la cronología de los restos fósiles, «por los datos que tenemos de otros trabajos publicados en el entorno, este nivel estaría comprendido entre unos 100.000 y 70.000 años», concreta Mayoral. Unas fechas que sorprenden por el nivel de conservación de este yacimiento, un hecho que se explica debido a «su situación, que se ubica en la zona intermareal, por lo que el nivel aflora de forma discontinua cada día, en función del grado e intensidad de las mareas, que pueden cubrir total o parcialmente de arena el afloramiento». Eso sí, este contexto lo hace, «desde el punto de vista patrimonial, un ejemplo claro de yacimiento muy frágil y vulnerable, especialmente a acciones vandálicas, coleccionismo indiscriminado, etcétera».


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Un entorno único con gran interés científico. / Foto: donana.es.

Pero, ¿qué condicionantes se han dado para que estos recursos hayan visto la luz precisamente en este momento? Todo parece indicar que este año se han dado varias características meteorológicas que han provocado que los restos salieran fuera. Según este catedrático de Paleontología, «sin duda, esta capa ha aflorado debido a los fuertes temporales del invierno pasado y a la acción de grandes mareas, que han erosionado no solo el frente de los acantilados, en claro retroceso en toda esta zona de la costa onubense, lo que ha dejado al descubierto, de forma súbita y temporal, el mencionado afloramiento».

Un yacimiento que mostrará la fauna que entonces habitaba esta zona

Se estudiarán si estos restos pertenecen a animales vertebrados. / Foto: Eduardo Mayoral.

Una vez hallados los restos, los científicos están trabajando para determinar con su estudio muchos aspectos acerca de la fauna que habitaba aquella zona durante esa época, su comportamiento y el contexto paleoambiental en el que se desarrolló su actividad. Siendo así, estos investigadores de la UHU esperan ratificar «la presencia (o ausencia) de determinadas especies de vertebrados continentales en el entorno paleogeográfico, correspondiente al lapso temporal mencionado, así como las pautas de comportamiento desarrolladas».

En concreto, el objeto de estudio de esta investigación es, de forma más inmediata y dentro del orden paleobiológico, tratar de identificar los organismos responsables de tales pisadas. Y, en un segundo lugar, en el ámbito paleoecológico, reconstruir a partir de las rastrilladas, la evolución secuencial de los acontecimientos y el contexto ambiental en el que se produjeron.

El trabajo de campo es fundamental para obtener los resultados correctos. / Foto: Eduardo Mayoral.

La primera fase de la labor desarrollada por este grupo de la Universidad de Huelva, actividad que se iniciaba el pasado 9 de junio, ha consistido en un estudio sistemático de las huellas, para identificarlas icnotaxonómicamente a partir de un análisis morfológico de las mismas. Tal y como nos explica Eduardo Mayoral, «esta tarea, que llevó dos días de trabajo en el campo, nos ha suministrado gran cantidad de datos que tenemos que contrastar y comparar a lo largo de estas semanas para, finalmente, poder atribuirlas a un determinado grupo de vertebrados. Durante la campaña de campo se hicieron dos vuelos con un dron, cuya información tiene que ser ahora tratada digitalmente para recomponer la distribución espacial de las huellas. Y, por último, está en marcha la datación por luminiscencia del nivel donde se encuentran las huellas».

Un espacio con una fauna muy valiosa.

Con todo, aunque es cierto que «por las características propias del afloramiento no permiten un aprovechamiento turístico de este georrecurso, ya que su exposición es limitada e imprevisible, sí, en cambio, puede suponer, para el público en general, el dar a conocer la existencia de unas faunas antiguas que habitaron una parte privilegiada de la antigua zona costera de lo que hoy es el Parque Natural de Doñana, saber qué grupos la integraban, las características ambientales en las que vivían y cómo se comportaban dentro de ese medio», concreta el director de la investigación.

Han podido constatar que el yacimiento tiene una gran continuidad lateral, en otras zonas de la playa en dirección a Mazagón o, incluso, en el interior del propio Parque de Doñana. / Foto: andalucia.org.

A partir de aquí, de cara al futuro, este investigador aclara que, «en función de los resultados obtenidos, podría plantearse la búsqueda de este nivel, que hemos podido constatar que tiene una gran continuidad lateral en otras zonas de la playa en dirección a Mazagón o, incluso, dentro de los límites del propio Parque de Doñana».

Otra imagen virtualizada de las huellas aparecidas. / Foto: Juan Antonio Morales.

En cualquier caso, los científicos advierten que «un afloramiento como éste, con este grado de exposición, solo puede aparecer si la dinámica litoral continua su labor erosiva, tal y como ha venido sucediendo durante los últimos años».

Es responsabilidad de todos salvaguardar este patrimonio. / Foto: Eduardo Mayoral.

Por ello, a la espera de los resultados definitivos, Mayoral quiere dejar claro que «el patrimonio geológico y, por ende, el paleontológico, es un recurso no renovable. Esto hace que, en función de determinadas características, haya yacimientos que son especialmente frágiles y vulnerables, como el caso que nos ocupa. Es responsabilidad de todos, y principalmente de los propios investigadores, salvaguardar dicho patrimonio y darlo a conocer a través de estudios serios, manteniendo en todo momento una ética profesional que siempre debe primar sobre los intereses particulares de cada uno».

En cualquier caso, este valioso y curioso hallazgo vuelve a poner de manifiesto que la provincia de Huelva cuenta con una enorme riqueza arqueológica que nos permite recabar interesantes datos sobre nuestro pasado. Un aspecto que debemos poner en valor.


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