Coronavirus y el futuro de la sociedad occidental (III). La Sanidad

Balcones. / Foto: Gabriel López.

Miguel Mojarro.
Sociólogo

El diario Huelva Buenas Noticias publicaba el 21 de abril pasado un artículo nuestro, el segundo de esta serie dedicada al covid-19 y su proyección en la sociedad futura.


Festival de Cine de Huelva

Sugerimos la lectura de ese artículo:

https://huelvabuenasnoticias.com/2020/04/21/coronavirus-y-el-futuro-de-la-sociedad-occidental-ii/


Puerto de Huelva

Entre otras cosas, comentábamos:

La Educación y la Sanidad son los pilares en los que descansa el equilibrio de cualquier sociedad.

«Creo que la Educación y la Sanidad son bienes sociales y como tales deben ser tratados por cualquier gobierno y en cualquier momento».

La Sanidad ha sido, en todas las civilizaciones, una aspiración de excelencia.

Habrá una clase baja, numerosa, que presionará desde abajo, en su necesidad, desde el recuerdo de su abandono anterior.

Todo cuanto suceda en el más allá de la pandemia, será realizado por la clase media, que es donde habitan «los que saben».

La Sanidad depende de un presupuesto … y de su gestión

Balcones. / Foto: Gabriel López.

La Sanidad, la atención a ese bien natural que es la salud, está pidiendo acciones que reparen una situación que ha provocado numerosas huelgas multitudinarias, de un sector tradicionalmente poco conflictivo. Sobre todo desde 2012, hasta desembocar en los años calientes de 2018 y 2019.

Cuando el colectivo sanitario clama mayoritariamente y de manera continuada, reivindicando condiciones de trabajo, carencias vergonzosas de dotaciones y escasez de personal en la sanidad pública (es el 3% del PIB madrileño y el 5,5 % en España, aproximadamente), es que algo va mal.

Se puede argumentar que algo parecido ocurre  en muchos países de nuestro entorno, pero el error del vecino no justifica los nuestros. Y menos aun, comparando datos. Porque España no puede permitirse el lujo de aceptar como buenos datos que están por debajo de los de Europa, cuando estamos empeñados en pregonar que somos ejemplo de país potente y «principal».

Algunos datos:

El porcentaje de enfermeras por ratio poblacional está «muy por debajo» de la media de la Unión Europea. Estar en el puesto 17 de Europa no es ningún motivo de alarde.

Opiniones como las de Miguel Ángel Sánchez Chillón, Presidente del Colegio de Médicos de Madrid, o la de Eva Aguilera, portavoz de Médicos del Mundo, no nos hacen estar orgullosos de la gestión de nuestra Sanidad actual. Menos mal que el personal sanitario (todos) han dado un paso adelante y han salvado la situación. Gracias a ellos, la hecatombe social y económica no ha sido mayor.

En situaciones como ésta, una sociedad se ve obligada a modificar su estructura y afrontar desde el primer día tareas de reconstrucción. Pero, ojo, reconstrucción no es recrear lo anterior, sino modificar las causas que han generado este desastre social, económico y sanitario.

Ésta es la clave. Por eso la modificación del equilibrio entre clases, debe conducir a una actividad de los que saben, empujados por esa mayoría reforzada por la crisis (la nueva clase baja).

Los que saben, deberían comenzar por poner encima de la mesa el papel que la Sanidad Pública juega en el bienestar de una sociedad. Y, a partir de ahí, planificar y gestionar los recursos de un país privilegiado, para convertirlo en un país satisfecho.

La previsión es la primera obligación de quien gestiona bienes públicos

Hay dos casos, que no son ejemplos, pero que sí puede servir de modelo para futuras actuaciones de las administraciones grandes y pequeñas. Se trata de Finlandia y Suecia, que, en previsión de situaciones de emergencias nacionales de cualquier tipo (bélicas, económicas, sanitarias, …), han afrontado esta crisis con los almacenes llenos de todo lo necesario para situaciones de brusca necesidad no imaginada.

Fue en aquellos días de la llamada «Guerra fría», en la que rusos y americanos se empeñaban en darnos miedo con sus juegos y juguetes. «Por si acaso», Finlandia y Suecia llenaron enormes almacenes de todo lo necesario para sobrevivir, al menos durante los primeros días o semanas de una posible crisis, hasta poder tomar medidas paliativas mas sólidas. Por lo menos, la población tendría todo lo necesario durante esos primeros días de incertidumbre y desorientación temerosas.

Suecia rompió antes la previsión e inició el consumo de lo almacenado hace pocos años, pero Finlandia lo ha mantenido hasta hoy. Ya puestos … .

Y mira por donde, los países mas presumidos del mundo han tenido que mirar con cara de frustración y rencor a estos nórdicos previsores. A aprender.  Ahora toca aguantarse, trabajar a destajo y tratar de ser mejores administradores de lo público en el futuro.

¿Que no pasa nada nunca? Pues miel sobre hojuela, que diría mi amigo Genaro, de Jaral. Y si pasa, agradeceremos a Finlandia su ejemplo de civilizada administración, honesta y eficiente, en aras del bien común, de la cosa pública esa (la «res pública», origen etimológico del concepto república)

Alguno me dirá: ¿Y tu cómo sabes eso? Pues muy fácil. Basta con leer a una señora llamada Belén  Domínguez Cebrián que el pasado día 10 publicó un artículo interesante sobre el tema. Hay que leer a «los que saben» y no sacar cada uno sus propias conclusiones de lo que hojea (y ojea) para convertirlo en dogma indiscutible. En cada uno de nosotros hay un seleccionador de futbol y un creador de doctrina indiscutible.

Y esta periodista (la Cebrián) sabe de Europa más que muchos de los que hablan sobre ella. De vez en cuando, en la prensa, hay algo bueno que llevarse a la boca. O a las neuronas del saber.

La previsión ante lo «imprevisible» puede ser contradictoria, pero creo que es obligación de las clases pudientes (el poder) ir más allá de lo previsible y afrontar retos mas interesantes y meritorios, que superen lo fácil y cómodo de lo que se ve venir.

Esto último (lo que se ve venir), lo puede solventar cualquiera que sea un poco listo. Con un poco de poder, se pueden tomar medidas paliativas antes de que ocurra «lo normal. Pero lo difícil, lo eficiente, lo que pasará a la Historia, es adoptar medidas que prevean lo que no se espera que ocurra. Para eso el poder se otorga a los que suponemos los mejores. Depositamos en ellos nuestra confianza (y nuestros dineros) para que dediquen su tiempo a pensar en las «cosas nuestras» (la «res publica» que heredamos) y las administren y gestionen de la mejor manera posible.

Una de estas maneras «posibles» es hacer las cosas que hay que hacer, incluyendo las de «por si acaso», como decía mi madre cuando me negaba a hacer algo que aparentemente no era necesario. Las acciones de «por si acaso», no son necesarias, pero enormemente útiles cuando el «acaso» llega. Más que útiles, son el milagro que después todos pedimos a nuestro Dios. Cada uno al suyo, pero todos con la misma angustia.

La evolución se presenta prometedora … y difícil

Estamos mas cerca del final, que será el inicio de la evolución (¿revolución?). Es inevitable que una nueva etapa comience y lo haga con las enseñanzas sociales que esta pandemia nos ha regalado. De nosotros depende que esta experiencia sea productiva o se diluya en la desidia, la irresponsabilidad o la codicia, que son características no deseables en una sociedad como la nuestra, culta, con recursos y heredera de una historia que ha dado lugar al nacimiento de Europa. Paradójico.

Hay una evolución que empieza ahora. Será lenta y larga, muy larga. Seguramente pasados algunos años, solo habremos logrado una parte de lo previsto y deseable. Pero ese paso lo habremos dado. No tan grande como quisiéramos, pero lo habremos dado. Eso es el progreso. Así son los avances que se dan en los momentos importantes de la humanidad. Estos avances son pocos, importantes y destacados.

El hombre nunca recorrerá totalmente un camino tal como lo inspiró una revolución, porque siempre llevará consigo a sus dos compañeras de viaje: La codicia y la apatía. Pero si el camino se recorre solo parcialmente, algo se ha logrado. Eso es evolución.

Hay hechos que son mencionados en la Historia como fronteras de evoluciones importantes: La rueda, los Siete Sabios griegos, la imprenta, el descubrimiento de América, el Renacimiento, la Segunda guerra esa, el primer petróleo, … Otros hechos no han sido percibidos como hitos clave, pero lo fueron: La física nuclear, Gorbachov, Obama, Francisco papa, el primer computador de escritorio (IBM 5100, 1975), … todos ellos fronteras iniciales de evoluciones mundiales.

Y ahora el covid-19, que es un hecho que obligará a iniciar una evolución radical (que no quiere decir rápida ni cruenta), que modificará las estructuras sociales de todos los países, cada uno en coherencia con lo que es ahora.

Seguramente se evitarán los «oradores» que ocupan más espacio en las fotos que en la Historia. Da Vinci, Galileo, Avicena, Marie Curie, Einstein, … no hablaban tan bien como Demóstenes Cicerón o Churchil, pero la Historia está llena de sus actos, de su herencia. Son los que saben. Esos son los que tienen que hablar ahora. Los otros, a escuchar.

Ahora es cuando esa clase baja, que es la que se ha reforzado a su pesar, con un incremento notable en su porcentaje en la sociedad, ya sabe qué conviene hacer (lo que no se hizo o se hizo mal) y quienes son de fiar (los que saben, los que no tienen codicia personal porque su aspiración no es el poder, sino el saber)

Todo esto (la evolución histórica de 2020) vencerá, aunque no se note. Aunque los agoreros de poca monta traten de protagonizar y aunque haya impacientes que busquen la ruptura social. Y esto no debe ocurrir. La ruptura social es una utopía que no conduce a nada. Lo dice la Historia, no yo.

Pero todo esto ocurrirá, despacio, con la lentitud que requiere el manjar bien hecho, con el ritmo al que obliga la prudencia de los que saben. En tiempos de Homero, la prudencia era cualidad muy valorada. Prudencia equivalía a «sabiduría» (el «prudente» Ulises en Troya). Después ha modificado su significado en uso. Pero yo la utilizo en el mas descarado sentido heleno.

No me resisto a referenciar aquí un texto de Harry Sidebottom, profesor e historiador británico, conocido por sus series de novelas históricas:

«Ante el coronavirus no hay ninguna experiencia que podamos aprender de los romanos y sus epidemias antoninas. Pero sí que hay lecciones útiles respecto a cosas que podamos evitar: No echarle la culpa a los demás como hicieron los romanos con los persas».

Y yo añado: Es mejor mirar a nuestra incapacidad para prever lo imprevisible, el «por si acaso» del que hemos hablado ya.

La Sanidad, compañera de la Educación en el bienestar de una sociedad

Los dos pilares, Educación y Sanidad, son la esperanza de la evolución que viene. Educación y Sanidad deben ser los protagonistas. Los que saben, sean los que digan qué hay que hacer. La clase media, los ejecutores. La clase baja, los que conviertan su presencia mayoritaria en fuerza impulsora de los cambios inevitables.

La Sanidad, de la mano de la Educación (son inevitablemente compañeras de viaje), es el fundamento del bienestar. Sanidad es garantía de tranquilidad y posibilidades personales. Un país que se permite que la Sanidad salga a las calles en reivindicaciones no salariales y sí de dotaciones y recursos, durante más de diez años, es un país que debe sentarse, reflexionar y modificar criterios.

La Sanidad española es buena, por sus personas, porque el servicio público que ofrecen y ejecutan no es pagable con ese dinero ansiado por todos, sino con el reconocimiento de los beneficiados por su profesionalidad.

Más allá de los aplausos en los balcones, el reconocimiento debe estar en una sociedad que se coloque al lado de la Sanidad Pública, que es la que hace el trabajo bien hecho. Y que se lleve los galones, que para eso los suda.

Un amigo mío de una localidad de Huelva, pequeña, que trabaja en un hospital de renombre, me decía estos días:

Lo de los aplausos nos saca las lágrimas. Es bonito. Pero a ver cuánto dura …

2020 es buen momento para que volvamos la cabeza hacia nuestra Sanidad Pública y hagamos de ella el baluarte del bienestar social.

Ojo, en compañía de la Educación. Y de un buen Sistema Educativo.

Dos cuestiones son hechos y no opiniones:

La Sanidad Pública es la que ha sacado a España de esta crisis sin precedentes.

La Sanidad Pública es la que van a necesitar, tras la crisis, la mayor parte de la sociedad española (la clase baja y la parte de la media que se les ha incorporado).

Lo primero, es admirable.

Lo segundo, es una necesidad.

(Próximamente, el colofón: «El coronavirus y los casinos»)

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