El nervense José Carlos Escobar, de la Orquesta Joven de Andalucía a realizar una gira con su propia música

José Carlos Escobar es un enamorado de la música.
José Carlos Escobar es un enamorado de la música.

MPD. Vinculado a la música desde niño, este joven de 25 años quedó en el primer lugar de toda Andalucía en las pruebas para acceder al Grado Superior de Percusión. Una excelente nota que le permitió entrar en el Conservatorio de Granada, donde se encuentra estudiando en la actualidad, formación que compagina con su propia música, que está llevando a múltiples escenarios. Y, de hecho, acaba de iniciar una gira por España, que le llevará a ciudades como Sevilla, Málaga, Granada, Almería, Murcia o Huelva. Además, acaba de ser seleccionado para participar en el Concurso de Cantautores del Café de Alba (Murcia). 

Se inició en la percusión en la Semana Santa.

Y es que José Carlos Escobar Perianes se inició en el mundo de la música con tan sólo 5 años en la Banda de Música de Nerva, donde empezó tocando la percusión de la mano de Julio Jurado y Rafael Sánchez. Según recuerda este joven, “mi estreno con la banda fue en una procesión de Semana Santa, en la que mi padre me llevaba bocadillos, todo un surtido de gomitas, agua y me sujetaba el tambor, además de dejarme que me sentara en sus pies cuando bajaban el paso. ¡Un verdadero penitente!”. Tras este primer paso, le ofrecieron tocar la trompa en la banda, una invitación a la que dijo que sí. Una aventura que duró poco, a pesar de que continúa siendo un apasionado de los instrumentos de metal, donde tiene a grandes amigos.

Junta de Andalucía Rocío
Su formación académica comenzó en el Conservatorio de Música de Nerva.

Luego, a los 8 años, hizo la prueba para entrar en el Conservatorio de Nerva para estudiar el Grado Elemental de piano, a pesar de que su deseo era tocar la trompeta, pero ya no quedaban plazas. Luego, durante el Grado Medio estuvo dando clases particulares con una persona que le brindó mucho cariño y paciencia, la monja del asilo de Nerva, Julia Hierro.

“Terminé el grado medio en tres años, porque amplié la matricula e hice 3º y 4º a la vez, cosa que me costó la vida, a la vez que estudiaba para el colegio. Ahí me empecé a dar cuenta de que la vida no era tan fácil, pero tuve un grandísimo apoyo por parte de mis padres, que se quedaban conmigo hasta las 12 de la noche ayudándome y animándome a hacer todos los ejercicios cada día”, recuerda, al tiempo que añade que “después hice la prueba para el Grado Medio de Piano en el Conservatorio de Huelva, donde sólo cursé primero de esta especialidad, porque me sentía aburrido de estudiar piano y lo dejé, muy a pesar de mis padres. Pero, la verdad, es que, a día de hoy, no me arrepiento ni de haber estudiado esos años de piano, ni de haberlo dejado”.


Puerto de Huelva

En su localidad natal fomentó su amor por la actividad musical.

En los siete años que no estuvo en el Conservatorio siguió en la Banda de Nerva, tocando la percusión, como llevaba haciendo desde los 5 años. Además, también estuvo formándome como tamborilero durante dos años en la Escuela de Rosendo y Miguel Ángel en Almonte.

Un punto de inflexión en su vida se produjo cuando una tarde su padre le animó a hacer las pruebas de Grado Medio de Percusión, para lo cual se apuntó en la Escuela de Música de Aracena con Oscar Niza, “con quien aprendí bastante y quien me preparó para la prueba práctica de percusión. Cuando hice la prueba quedé el primero de Huelva y empecé a estudiar percusión en el Conservatorio”, apunta.

Accedió a la Orquesta Joven de Andalucía.

Cuando entró en 2º de percusión, coincidió que había acabado el Bachillerato y la Selectividad. Entonces, se marchó a vivir a Huelva, a la zona de Los Rosales. Tal y como nos cuenta, “en Huelva estudié con Alejandro Domínguez, con quien amplié también los cursos de 2º y 3º. Cuando cursaba 5º hice la prueba para la Orquesta Joven de Andalucía (OJA), en la que entré como reserva y de la que, desde entonces, no me he separado, hasta este año que es el último por cuestión de edad”. Pero los logros no quedaron aquí, puesto que, al acabar el Grado Medio de Percusión, se presentó a la prueba para el Grado Superior, quedando el primero en Andalucía. Fue así cómo consiguió entrar donde él quería: en Granada, donde vive actualmente.

También canta y toca la guitarra.

Y todo ello lo compagina también con el cante y la guitarra, otra de sus pasiones, tanto que, en 2017, sacó su primera maqueta, titulada ‘Mi Rincón del Paraíso’, con lo que está muy satisfecho. Ahora, como hemos apuntado, inicia una gira con una propuesta propia.

 -José Carlos, ¿cómo te surge tu interés por la música?
-El culpable es mi padre, que, desde que tengo uso de razón, y cuando ni si quiera lo tenía, me regalaban una batería todos los años para Reyes. Porque, de un año para otro, me daba tiempo de romperle todos los parches… También me regalaban pianos, guitarras, trompetas, acordeones…, todo lo relacionado con la música. Mi madre me cuenta que cuando estaba todavía en su barriga, ella escuchaba mucho el Réquiem de Mozart, y muchísima música de cantautores, sobre todo sudamericanos, como Pablo Milanés o Mercedes Sosa.
Mi padre impartía clases de guitarra en el pueblo y yo me quedaba embobado viendo cómo tocaba, y de ahí también aprendí mi base con la guitarra, los primeros acordes y ritmos de sevillanas y rumbas. Me regaló mi primera guitarra cuando era muy chico y yo ya me inventaba mis primeras canciones, sobre todo en la ducha. También recuerdo las horas y horas que me he pasado debajo del piano de mi primo Javier, escuchándolo estudiar en su casa, y cuando se levantaba a descansar me ponía yo a tontear con el piano. Quería ser como él. En definitiva, la música es algo que he mamado en mi casa desde que aún no había nacido.

Lleva la música en la sangre.

-¿Por qué la percusión?
-La verdad es que no sabría contestar a esta pregunta con certeza. No sé realmente por qué la percusión. A lo mejor, por mis inicios en la banda, o por cosas del destino. Pero sí es verdad que la percusión es algo que nunca he podido dejar de tocar. La percusión existió antes que el hombre. El primer bombazo con el que se dice que se formó el mundo, fue el primer solo de percusión de la historia, y nadie estaba ahí para escucharlo. Cuando estudiaba piano sentía verdadero miedo escénico cada vez que tenía una audición o les tocaba una obra a mis padres. Este miedo nunca lo he sentido con la percusión, aunque siempre te queda esa cosilla, ese punto de nervio. Pero el nervio es bueno, te hace estar alerta siempre. Con la percusión me he sentido feliz en un concierto y se me han llegado a saltar las lágrimas de emoción. Seré demasiado sensible (risas).

Acaba de ser seleccionado para participar en el Concurso de Cantautores del Café de Alba (Murcia).

-¿Cómo te has formado en este ámbito?
-Mi formación en la percusión empezó en la Banda de Nerva con Rafael Sánchez, saxofonista que ha enseñado a los niños de la banda a tocar cualquier instrumento. Es un buen profesor y está para todo lo que le haga falta a la banda, cosa que es digna de admiración. Después, me seguí formando con Óscar en Aracena, hasta que llegué a Huelva con Alejandro Domínguez. Y, cuando llegué a Granada, estuve en 1º con Jorge Cano, y 2º y 3º con Antonio Herrera, con quien cursaré también 4º. Fuera del Conservatorio he asistido a numerosas Master Clases, como, por ejemplo, la de Louise Paterson (percusionista de la ROSS) en Aracena; Javier Eguillor (timbalero de la Orquesta de Valencia) en Sevilla; Noelia Arcos (percusionista de la OCG) en Granada; o Bart Quartier (profesor del conservatorio superior de Bruselas) en Granada.
Y, desde que estoy en la OJA, hemos trabajado con profesores como Iñaki Martín (percusionista de la ROSS), Esteban Morales (timbalero de la Orquesta de Extremadura), Carolina Alcaraz (percusionista de la Orquesta de Córdoba) y Noelia Arcos (percusionista de la OCG). De cada uno de estos profesores he intentado hacer una síntesis de cada cosa que me ha gustado de ellos para llevármela a mi personalidad y así llegar algún día a ser un buen percusionista.

Cartel de uno de sus próximos conciertos.

-¿En qué lugares has actuado hasta ahora?
-Desde mis comienzos en la banda hasta ahora mismo, habrá lugares que no me acordaría de nombrar, por lo que voy a decir los que son más importantes para mí. En primer lugar, con la banda, tocamos en muchos certámenes en las provincias de Huelva, Sevilla, Badajoz, Cádiz, Portugal, Ceuta… Con la Banda de Trigueros, a la que le tengo un cariño especial por el trato que me han dado siempre, ganamos dos concursos, en Murcia y en Zamora, momentos que fueron más que emocionantes. Luego, con la OJA, he actuado en el Auditorio Manuel de Falla de Granada, en el Teatro Villamarta de Jerez, en el Gran Teatro Falla de Cádiz y en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. Y cantando he actuado por muchos rincones de Granada, en Sevilla, en Castellón, en la provincia de Huelva, en Ciudad Real, en Toledo, en Jaén, en Cádiz, en la provincia de Almería, etcétera.

Recuerda muchos buenos momentos.

-¿Algún momento más especial para ti?
-La verdad es que intento que cada momento musical que vivo sea especial, ya sea en un tejado tocando la guitarra con amigos o en las tablas de un teatro con una orquesta. Intento siempre disfrutarlo al máximo. Pero, aun así, sí tengo momentos que recuerdo con más cariño. Por ejemplo, me acuerdo del primer ensayo que hice con la OJA, que estábamos tocando la Rapsodia Española de Ravel, y cuando las cuerdas dieron el primer acorde, nos miramos mi compañero y yo con las lágrimas saltadas y nos abrazamos de la emoción por lo que estábamos escuchando. Y todavía cuando escucho esa obra, justo en ese mismo punto, se me siguen poniendo los pelos de punta. También recuerdo una cosa que me pasó por primera vez en la prueba de acceso al Grado Superior, por ser muy emocionarme con la música que yo mismo estaba haciendo. Fue tocando el Blues for Gilbert para Vibráfono, que lo llevaba más que estudiado, y que era la obra de las que llevaba que más me gustaba. Hubo una parte en la que se me saltaron las lágrimas. No sé si fue de emoción o de la tensión que había sentido durante toda la prueba. Pero noté que se iba en el momento que cogí el vibráfono, que lo dejé para lo último, porque es lo que más me gusta y quería terminar la prueba con algo que me dejara buen sabor de boca.

En uno de sus bolos.

Además, cuando vivía en Huelva, ya hacía algunos bolos por la provincia cantando, aunque la mayoría de ellos fue en los pubs de mi pueblo, que fue donde fui cogiendo mis primeras tablas. El primer momento especial que viví cantando encima de un escenario fue de la mano de un muy buen amigo mío de El Puerto de Santa María, ‘El Alvarito’, que me invitó a un bolo que tenía en Sevilla en un bar llamado ‘La Garrapatería’, nada más acorde con nosotros, que nos hemos criado escuchando a ‘Los Delinqüentes’. Ese momento fue mágico, en esa terraza sevillana haciendo nuestras canciones, con un público que solo se dedicaba a escuchar. En ese bolo cobramos 15 euros cada uno y lo mejor es que nos dio igual. También quemamos el coche de camino a casa, cosa que recordamos siempre que nos juntamos.
En mi segundo año en Granada, los momentos más especiales que he vivido ha sido cantando en el “Templo Rociero’, una cueva del Albayzín preciosa, donde tocábamos una vez al mes. Y cada una de esas veces ha sido muy especial para mí, ya que, aparte de cantar ‘La Salve’, -que era un momento de muchísima emoción, con toda la gente en silencio-, se juntaban allí todos mis amigos y pasábamos unas noches maravillosas. El último momento especial que he vivido fue cantar en ‘La Tertulia’ en Granada, en un escenario pequeñito donde se han subido Enrique Morente, Joaquín Sabina, El  Kanka, Rozalén, entre otros grandes artistas. Me siento privilegiado de haber cantado ahí, no solo por eso, sino por el ambiente de respeto que se crea. Se apagan las luces del público y solo velas y la luz del escenario alumbran sus mesas. El silencio se hace eco en la sala y sólo se escucha la música que sale del escenario. Da la casualidad que en este bolo también saqué 15 euros, pero me gustó tanto, que voy a repetir todas las veces que pueda.

Imagen de la que fue su primera maqueta.

-No es fácil dedicarse a la música.
-La verdad es que a día de hoy no es fácil dedicarse a ningún ámbito, habiendo químicos, biólogos y abogados que trabajan en Mercadona, Burguer King, etcétera. Pero, especialmente, el mundo de la música, a día de hoy, a poca gente le ofrece estabilidad. Yo tengo la suerte de estar trabajando mucho este año y espero que siga así por mucho tiempo, porque, este año, se puede decir que me he ganado la vida cantando, pero si es verdad que me tengo que matar, y muchas veces cantar cuando no puedo más, para poder vivir de manera decente.
En cuanto a orquestas, también es muy complicado en el sentido de que no sacan plazas o, cuando las sacan, es 1 para 70 que se presentan. Además, aunque a veces le coges el puntillo y te gusta, la vida del “músico de calle” es complicada. Trabajas sobre todo en la noche, aguantando a gente bebida, ves muchas cosas que estando en tu casa a esas horas no ves, aunque es cierto que he aprendido mucho. Cuando hablo de calle me refiero a los pubs y bares. Compaginar esta vida con los estudios es un poco duro, sobre todo si acabas un bolo a las 4 de la mañana y al día siguiente tienes clase a las 8:30. Pero, lo bueno, es que puedo elegir cuando trabajar y cuando no, aunque siempre elijo trabajar. En definitiva, no es fácil dedicarse a esto, pero si volviera a nacer sería músico otra vez, porque es lo que más feliz me hace del mundo.

Su sueño es vivir de la música.

-¿Cuál es tu sueño?
-La verdad es que me gustaría comer de la música y vivir decentemente, no pido más. Me gustaría que mi música llegara al máximo de personas que se pueda, que la aprecien por lo que es. No lo considero un sueño, sino algo para lo que tengo que seguir trabajando mucho y tener algo de suerte, pero, a día de hoy, me considero afortunado de ir consiguiendo mis metas. Si esto sigue así, llegaré donde quiero estar.

-¿Algún mensaje final?
-Solo decir que el que tenga un sueño que lo persiga, y que disfrute haciéndolo, porque lo más bonito es el camino. Y que, cuando lleguen al destino, sigan caminando, que el camino solo se termina en la muerte y la vida siempre guarda algunas sorpresas. También agradecer a la persona a la que le debo todo lo que soy en la vida, mi padre, que siempre me ha ido arreando y ha sido el apoyo más grande en todo lo que he hecho siempre. Sin mi padre, no sería nada hoy. Y no tengo vidas para agradecerle todo lo que ha hecho por mí, a veces, incluso, sin habérmelo merecido. ¡Gracias papá por tu coraje y tu paciencia conmigo!

 

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