¿Qué estamos haciendo mal?

Benito de la Morena. Cuando escucho las exposiciones de los políticos para intentar captar mi voto útil, me vienen a la memoria escenas del pasado y del presente, y me imagino el futuro inmediato, generando en mí una inquietante preocupación.

Me vienen recuerdos, que no deseo plasmar en detalle, como aquellas manifestaciones universitarias en los años 70, reclamando lo que considerábamos justo y necesario. Años después, en el 1975, con el cambio de régimen hacia una muy joven e inexperta democracia y gracias a mi primer sueldo laboral, empezó a resurgir en mí una necesidad transcendente, pues acababa de ingresar en el club de los “hipotecados” y la casa, el coche y el nuevo estatus de recién casado fueron situando en mi mente la realidad del momento, y si bien ello no apartó de mi mente los ideales de juventud, el rigor profesional hizo que me dedicará a la empresa que me facilitaba el sueldo con que comer, pues yo no vivía de la política.

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Recuerdo episodios emocionantes, como fueron mis primeras elecciones, también los intentos de involución, los mensajes de los diferentes líderes políticos del momento a través de una televisión en blanco y negro, que apenas influía en nuestra opinión y menos aún en decisiones importantes, si bien entonces ya se comentaba eso de que “con canciones y con el futbol, arreglábamos el mundo”, más o menos como hoy, con la diferencia de que sólo había dos canales TV y bajo tutela del Estado.

Años después, ya consolidada la democracia y con alternativas de los dos únicos partidos capaces de gobernar, pero siempre bajo la indispensable ayuda interesada de los hoy “independentistas” catalanes y vascos, fui percibiendo que el bienestar propio y de la sociedad en general, se crea con el esfuerzo personal, siendo honrado, riguroso, manteniendo una ética y ayudando a los demás, algo que ahora se llama “educación en valores” La política del “pelotazo” ya empezaba también a sonar, pero aún no se había apoderado de nuestro “gen” de productividad y el concepto de corrupción no se había generalizado todavía.



Fueron años de esfuerzo apoyándonos en lo bueno del pasado, como la existencia de una Seguridad Social saneada, los numerosos pantanos y embalses construidos en una España que siempre necesitó agua para regadío, ayudas a vivienda sociales que solucionaron la vida de muchas familias; era una época en la que percibí la sensación de que la policía era respetada, que no temida como más antaño, pero nunca mancillada; una época en la que los políticos del Congreso realmente pretendían construir una España mejor, aunque fuese desde perspectivas muy diferentes; un periodo en el que había trabajo para los jóvenes y todavía podías pretender mantener tu opción laboral en la misma empresa en la que comenzaste, durante años; y donde teníamos la sensación de que se podía salir a la calle, a cualquier hora, sin ese temor actual a ser atracados y golpeados.

De pronto nos encontramos en el siglo XXI, el siglo de las nuevas tecnologías, símbolo del progreso y de los progresistas, una época de vida tan curiosa que puede permitir que unos desconocidos “veganos” se encuentran con la sorpresa de que defendiendo la libertad sexual de las gallinas ante el asedio no consentido de los gallos del corral, suben a la red un video que les aporta una muy importante cantidad de dinero, pues se ha convertido en viral, ¡¡cosas de internet!!

Una nueva etapa de vida que desplaza a varias generaciones, para dar paso a las nuevas, hasta ahí todo normal, pero por “nuevas”,  me estoy refiriendo a jóvenes y no tan jóvenes, ya nacidos en una democracia consolidada, a muchos de los cuales les han puesto el triste apodo de “ni-ni” es decir, que ni estudia, ni trabaja; una generación a la que les han facilitado la aprobación de las enseñanzas primaria y secundaria con el mínimo esfuerzo; una juventud a la que animamos a destacar en concursos TV y cuyos ídolos son personajes expertos en diversas disciplinas del ocio, en las que la cultura está en un segundo plano; multitud de criaturas que, ya de adultos, precisan seguir viviendo con y/o de sus familias porque la emancipación es imposible debido a los contratos basura, la falta de oportunidades, la escasa preparación, el precio de la vivienda ….. y un sinfín de escenarios que hemos provocado por nuestra total negligencia y falta de reacción social al asumir, casi todos, la “Ley de la complacencia permanente” que nos han trasmitido desde los poderes fáticos que dirigen nuestra voluntad.

Recuerdo que hubo un Presidente de Gobierno que prefirió apostar por las tecnologías, ¡¡positivo!!, pero a costa de eliminar las humanidades ¡¡negativo!! y en esto de la cultura, hemos aprendido a sodomizar a nuestros mayores negándoles la oportunidad de cultivarse, merced a programas de ocio barato que sólo les hace pasar un buen rato, a costa de teledirigirlos hacia donde el “poder” les interesa, pues mentes “vacías”, son fácilmente manipulables hacia cualquiera de las direcciones que se nos ocurra, desde compra de productos de consumo, a la determinación de voto electoral, pues todo vale para mantener el “poder”.

Y quizás por eso hoy toma valor la frase del insigne Bertrand Russell, filósofo británico, quien fue Premio Nobel de Literatura en 1950, “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”.

 


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