Fernando Gracia. Desde su exitosa irrupción en el cine español con “Tesis”, una película hecha con cuatro duros, Alejandro Amenábar no ha dejado nunca de estar presente en la vanguardia industrial de nuestro cine. Unas veces para bien y otras no tanto. Y en algunas ocasiones jugueteando a director internacional, con repartos y capitales extranjeros: léanse títulos como “Los otros”, “Ágora” o “Regresión”, de suerte diversa tanto ante la crítica como ante la taquilla.
En un curioso giro nos ofrece un filme atrevido, no en la forma –siempre canónica- sino en su temática por ser este tiempo que vivimos propio de lo políticamente tenido como correcto o por ser muy proclive a hablar del sexo de los ángeles para no meterse en berenjenales.
Como todo el mundo sabe antes de ir a la sala el director nacido en Chile nos narra los hechos acaecidos en Salamanca tras el golpe de estado de 1936, con la figura de Miguel de Unamuno como centro de la trama. A esa ciudad, con su famosa Universidad de la que era rector como testigo, fueron llegando por mor de los avatares de los primeros meses de la contienda una serie de personajes importantes del lado de los llamados “nacionales”.
Y con Millán Astray, Cabanellas, Mola y lógicamente Franco y familia como personajes auxiliares, se nos cuenta con espíritu documental lo que ocurrió por aquellas fechas centrando la atención en el devenir personal e ideológico de la figura de Unamuno, contradictoria, compleja y por tanto, absolutamente humana.
Amenábar ha asumido el riesgo de intentar ser ecuánime, narrando los hechos y dejando que fluyan las enormes contradicciones y paradojas de aquellos meses trágicos, lo que seguramente le llevará a recibir abundantes críticas tanto de un lado como de otro del abigarrado espectro político que vivimos/padecemos en nuestros días.
Para quien suscribe, la recepción de esos posibles reproches no abunda sino en mi opinión de que el director ha dado en el clavo. Si fastidia tanto hacia un lado como hacia otro es que lo que seguramente busca, o sea hacer un vago paralelismo con el presente, lo ha conseguido.
Para la gente joven que no solo no vivió aquellos años, sino que no lo ha hecho durante el régimen anterior o no ha recibido información de primera mano de quienes sí lo hicieron, como nos ocurre a muchos, considero que es de visión obligatoria. No es, como muchas veces se dice, “otra más de la guerra”, ni una batallita de los abuelitos, es mucho más. Un recuerdo de lo que ocurrió, y además muy bien narrado.
Porque el filme, en su aspecto meramente cinematográfico, es francamente –y perdonen el chiste fácil- notable. Bien filmado, bien ambientado y sobre todo muy bien interpretado. El rol de Unamuno es un bombón al que presta Karra Elejalde su innegable oficio, y qué decir del caramelo de un personaje excesivo como Millán Astray, con el que despacha a mi modo de ver Eduard Fernández una de las más brillantes interpretaciones de su carrera. Ojo, dijo brillante, que a veces no significa exactamente mejor.
Capítulo aparte merece Santi Prego, hasta estos días un modesto actor gallego conocido sobre todo en su tierra, y para siempre un Franco simplemente perfecto. Sin ridiculizar, sin excesos, sutil. En fin, los que hemos visto sobradamente a quien gobernó en nuestro país casi cuatro décadas y no hablamos de oído, sabemos apreciar la composición de este hombre, a quien auguro no solo una nominación en los goyas como actor revelación –y eso que no es un chaval- sino un posible cabezón para llevárselo a casa.
Y por si fuera poco, excelentes actores como Nathalie Poza, Fernando Valverde, Luis Bermejo, Luis Callejo o Luis Zahera, ganador el año pasado por “El reino”.
La banda sonora, como es habitual en sus películas, la firma el propio Amenábar. En esta ocasión tiene ciertas resonancias a Albéniz, muy oportunas cuando sirven de fondo a una escena entre Unamuno y un profesor ex alumno suyo, con Salamanca al fondo y toda España en su discusión, de la que dejamos de oír las frases para quedar las figuras recortadas contra el paisaje, de clara inspiración goyesca. Esa España de la discusión a garrotazos que tan bien reflejara el genio de Fuendetodos.
Queda claro que me ha gustado la película, que me ha reconciliado con el director, y que la recomiendo vivamente. Aunque me conste que muchos no estarán de acuerdo con su enfoque, pero piensen qué hubiera sido si se hubiera escorado claramente hacia un lado o ha