Ana Rodríguez. Este mes de noviembre se cumplen diez años de las excavaciones en el yacimiento arqueológico de La Orden-Seminario, un espacio que ha dado mucho que hablar a nivel nacional e internacional por los sorprendentes descubrimientos que en él se han realizado en toda esta década y lo mucho que queda por investigar sobre sus 5.000 años ininterrumpidos de asentamientos humanos.
Con motivo de este aniversario, los días 26 y 27 de noviembre, el Museo de Huelva acogerá el I Encuentro de Investigadores y Profesionales de la Arqueología, que girará en torno, precisamente, a este yacimiento y los hallazgos en él realizados. Entre los conferenciantes que expondrán sus estudios en estas jornadas abiertas al público se encuentra la investigadora Cristina López Cabot, autora del análisis de una de las viviendas de época protohistórica localizadas en la intervención arqueológica.
El trabajo de investigación llevado a cabo por López, en forma de tesina y bajo la supervisión del profesor de la UHU Juan Carlos Vera Rodríguez, consistió en analizar la estructura de un fondo de cabaña, esto es, de una construcción semiexcavada en la tierra y destinada a su uso como vivienda. Esta técnica era utilizada en zonas llanas para proteger a los moradores de las altas temperaturas en verano y del frío en invierno, utilizando el propio terreno como aislante térmico.
Estas cabañas poseían una cubierta vegetal, a modo de tejado o techumbre, paredes de adobe o tapial y suelos hechos con tierra apisonada. “Su denominación se debe a que lo que queda de ellas, tras el paso del tiempo, es sólo la estructura negativa, es decir, la huella de la parte soterrada de la vivienda, ni la cubierta vegetal ni las paredes de adobe”, explica la historiadora.
El fondo de cabaña estudiado por López se localiza en el Vial I o principal de La Orden-Seminario, en concreto en el Tramo nº 7, y ha sido datado entre la segunda mitad del siglo VII a.C. y principios del VI a.C., resultando además la única vivienda de estas características y correspondiente a este periodo hallada en el yacimiento onubense.
En aquella época, y según comenta la investigadora, Huelva sería un crisol de culturas, pues en estas tierras coincidirían por entonces fenicios, griegos y tartesios, entre otras civilizaciones.
En medio de este marco, la construcción analizada revela una serie de datos de gran interés y poco conocidos hasta ahora. Por lo pronto, se trata de un fondo de cabaña bastante grande y muy importante porque demuestra que no sólo tendría un uso habitacional, sino también un uso agrícola. Y es que se encontraba en una parcela no cultivada dentro del ruedo agrícola de la antigua ciudad de Huelva y sus moradores serían los encargados de vigilar y mantener las vides de las parcelas cultivadas aledañas y recolectar las uvas.
En este sentido, cabe recordar que durante siglos, en la zona del Seminario se alternaron viviendas con campos de cultivo de vides, de los más antiguos de la Península Ibérica. De hecho, otra investigación realizada en este yacimiento por la historiadora Alejandra Echevarría confirma que esta zona de Huelva es el único lugar de Europa occidental donde se han hallado las técnicas de la viticultura protohistórica.
Así pues, lo que viene a demostrar esta cabaña es que sus habitantes, de clase trabajadora, tendrían una relación contractual con los dueños de los terrenos cultivados, pertenecientes éstos a las élites locales, para su cuidado y mantenimiento. Una deducción que se basa en varios factores, entre ellos el carácter efímero de las cabañas, pensadas para vivir en ellas un corto periodo de tiempo.
Por otro lado, López señala que en este fondo de cabaña se han documentado 10 fases de ocupación, según la actividad que ha tenido lugar dentro del habitáculo. Al principio, la cabaña tenía una planta ovalada y medía unos 7,5 metros de largo y casi cuatro de ancho. Luego la ampliaron por el lado Sur y, finalmente, se le confirió una morfología biabsidada, con dos ábsides y dos zonas diferenciadas, incluso separadas por tapiado zócalo, pues aunque éste no se ha conservado, se sabe de su existencia por las protuberancias en uno de los niveles.
Uno de los dos espacios diferenciados es el correspondiente a la zona Norte, siendo ésta la vivienda propiamente dicha, donde comían, dormía y hacían vida los habitantes. Se cree que estaría tapada por una cubierta vegetal. Por otro lado, en la zona Sur, de unos siete metros, se encontraría la rampa de acceso a la vivienda. Este espacio se destinaría a preparar alimentos y realizar actividades artesanales, ya que en él se ha encontrado un horno doméstico. Probablemente, por sus necesidades de ventilación, el techo estaría semicubierto.
“La techumbre no se ha conservado, pues estaba hecha con materiales vegetales, pero sabemos que estaba sujeta por un poste de madera por el registro arqueológico, ya que se ha localizado el agujero en el que se introduciría el poste en la tierra”, explica López.
En el ábside contrario al horno, se ha documentado un pozo, aparentemente profundo, cuyo uso más probable sería el almacenamiento de agua o alimentos. El pozo tenía una tapa, hecha con pizarra, con un agujero en el centro por el que pasarían un cordel para levantarla.
A pesar del interés que despierta la construcción en sí, uno de los descubrimientos más importantes relacionados con la misma ha sido el hallazgo en los suelos del habitáculo destinado a la vivienda de tres fosas con cuatro individuos enterrados, dos hombres y dos mujeres. A este respecto, Cristina López pone de relieve que “cuando estas personas murieron, dejaron que sus cuerpos se pudrieran en el exterior y, cuando sólo quedaban los huesos largos y cráneos, los enterraron en el suelo de la cabaña, debajo de la habitación principal”.
Esta forma de enterramiento no se había documentado hasta ahora en ningún otro yacimiento de época tartésica en la provincia, pues lo habitual por entonces era incinerar los cuerpos –influencia oriental- y enterrar los restos junto a sus ajuares funerarios –al menos en el caso de las élites sociales- en las necrópolis, alejadas de la población.
Así pues, las tumbas de este fondo de cabaña demuestran que existía otro tipo de ritual de enterramiento que no se conocía hasta la fecha, quizá usado para dar sepultura a personas que no eran de clase alta, o quizá un rito de mayor arraigo, practicado en épocas anteriores.
En este sentido, otro de los hechos que ratifica que los moradores de este fondo de cabaña pertenecían a la clase obrera es el resultado del estudio de los huesos de unos de los individuos encontrados, al cual detectaron una deformación en la tibia provocada por la excesiva carga de trabajo.
Además, cerca de la fosa se halló un objeto que podría haber pertenecido al ajuar funerario. Se trata del mango de hierro de un cuchillo, cuya cubierta de madera ha desaparecido por el paso del tiempo -por los remaches se sabe que la tenía-, y que, con toda probabilidad, tendría la hoja curva, como los que se usan hoy día para cortar los racimos de uvas.
“Una vivienda rural, en un campo de viñas, gente que no pertenecía a la élite, que tenía un rito de enterramiento no visto hasta ahora en la provincia en esa época… todo eso nos hace pensar que eran asalariados”, justifica la historiadora.
Asimismo, la cerámica hallada en el interior del fondo de cabaña ha permitido confirmar tanto la datación de la misma en época orientalizante, como el origen humilde de sus habitantes. Se trata principalmente de vajilla común de mesa y cocina hecha a mano y a torno, algunas piezas de factura a torno de barniz rojo, grises, a bandas de color rojo, urnas tipo Cruz del Negro y ánforas llamadas “de saco” por su cuerpo globular.
En esta línea, y según destaca Cristina, “en esta época ya empieza a dominar la técnica del torno sobre la manual, y esta gente tenía una vajilla mitad de un tipo y mitad de otro, evidenciando su carácter humilde. La técnica de producción con torno aparece antes en la Península, pero se sigue usando y fabricando cerámica a mano hasta época turdetana, en la que ya empieza a desaparecer de los registros sustituida por las torneadas casi por completo».
Finalmente, después de trabajar durante un periodo de tiempo indeterminado en este campo de vides, los habitantes de la cabaña la abandonarían. Sin embargo, también se han hallado pruebas de que la zona donde estaba la construcción fue cultivada posteriormente.
Todo este estudio ha sido recogido por la historiadora en una tesina titulada ‘El poblamiento protohistórico del hinterland onubense a través del estudio de un fondo de cabaña en el Plan Parcial Nº8 La Orden-Seminario’ (2011), un documento que aún no ha sido publicado, pero de cuyas conclusiones hablará López en el Museo el próximo 26 de noviembre.
Además, en la actualidad, Cristina está elaborando su tesis doctoral, en la que desea abarcar el análisis de las viviendas y modos de vida de los pobladores de esta zona en el periodo protohistórico, es decir, entre los siglos IX a.C. y V-IV a.C. Así pues, los datos sobre el fondo de cabaña se ampliarán en esta nueva investigación a las parcelas con estructuras de época turdetana y también del Bronce final.
De cualquier modo, la investigación ya realizada es valiosa, pues ha dejado al descubierto la existencia de viviendas semisoterradas de uso agrícola, regentadas por trabajadores asalariados dedicados al cultivo de la vid y con un peculiar ritual de enterramiento, nunca registrado hasta ahora en la Huelva de Tartesos.
2 comentarios en «Hallados en el Seminario la vivienda y los restos de unos cuidadores de viñas de hace más de 2.600 años»
Que interesante trabajo. Enhorabuena.
Gracias a todos aquellos que haceis con vuestro trabajo descubris la primitiva historia de esta nuestra Huelva.
Felicidades