(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
Por aquellos días, en aquel primer tercio del siglo «nuestro», nació un nadador, Johnny Weissmüller, que nos hizo pasar buenos ratos en las pantallas de cine de algunos casinos con sus películas de Tarzán. Casi al mismo tiempo, otro actor de postín, Cary Grant, venía al mundo para hacernos soportar que todas nuestras novias se enamoraran de él. Pero así es la vida … .
Al mismo tiempo, en Valverde del Camino, veía la luz una asociación que vino a llamarse Círculo Cultural Católico. Ya ha llovido, aunque parezca que fue ayer. Desde entonces, el Casino de Valverde, une historia y tradición en una localidad en la que hubo tiempos más gloriosos para la actividad casinera. Pero ya sólo nos queda éste.
La primera vez que fui a Valverde me senté en la Plaza Principal, la que preside el Ayuntamiento y flanquean comercios y bares de prestigio en la localidad. Por la mañana, cuando el trajín es atractivo y se puede observar el natural bullicio de las gestiones y los «mandados».
Porque es por la mañana cuando los pueblos abren la ventana de su vida real, porque por la tarde ya están más pendientes de lucirse que de hacer.
Y allí estuve un buen rato, esperando a Marcelo, que había ido a saludar a un amigo suyo de cuando venían aquí, desde Jaramar, a comprar zapatos y aparejos para los mulos. Y zahones, que por entonces se usaban para proteger la ropa y las propias piernas de los roces y golpes de la tarea en el campo.
Mientras esperaba, pude observar un dato curioso: En esta plaza, la principal, no había Casino. Y me extrañó, por la vocación que tienen estas entidades de ubicarse cerca de los poderes, no sé bien si por conveniencia o para tenerlos vigilados.
En éstas estaba, cuando Marcelo se acerca acompañado de su amigo, al que me presenta como socio y directivo del Casino, de ese Casino que debe estar en alguna otra calle, que no comparte con Iglesia y Ayuntamiento.
Ese día conocí la revista Facanías, porque el amigo de Marcelo tenía un ejemplar recién publicado. Mientras la «hojeaba», la «ojeé», al tiempo que comentábamos detalles de su contenido.
En el interior, información local (Que a veces nos enteramos mejor de lo que ocurre en el mundo que de lo cercano), entrevistas a personajes de interés, opiniones y artículos o colaboraciones habituales, …
Así, la voz de los políticos y de sus oponentes, bandos y reclamaciones, anuncios e inauguraciones, … . En Facanías encontramos colaboraciones habituales de J.M.Ortiz, Luis Arroyo, María J. Sánchez Macías, y tantos otros que cada mes aportan su visión y su opinión en las páginas de esta ejemplar revista. Y mi amigo Diego Félix, cuyo padre tiene una magnífica publicación sobre la estancia en Valverde y posterior huida a El Rosal de Miguel Hernández.
Y todo gracias a un valverdeño, Manuel Marín Mitenoff, fundador de Facanías. Hay que decirlo, aunque sólo sea por nobleza y agradecimiento.
Me cuenta el amigo de Marcelo:
– Esta revista se publica en el Casino desde 1973 y sale cada mes con cosas de aquí, que para eso lo de fuera ya está en la prensa y en la radio. Bueno, ahora en la tele, que la radio era antes. Pero a mí me sigue gustando la radio. Es como hablar con varios amigos al tiempo, dando a cada uno ocasión de intervenir. Se cambia de emisora y ya está. Sobre todo cuando desayuno. Es como ponerme al día de lo que me voy a encontrar ese día.
Pero lo que más me interesó de Facanías, era su nombre, el por qué de esa denominación y su significado. Y todo me quedó claro con las explicaciones del amable amigo de Marcelo.
– Facanías hace referencia a nuestro origen como pueblo. Es más, yo creo que ya éramos famosos en la provincia y más allá, cuando solamente existía una venta, Facanías, en un cruce de caminos cuando Niebla era la referencia y el poder.
Pero el gusanillo de la curiosidad estaba ya excitado y dispuesto a investigar en la Red cuando llegara a casa esa noche.
Desde la Plaza, una vez terminado el grato café, nos dirigimos hacia abajo, dando la espalda al Ayuntamiento, hasta llegar a una calle cercana, bien dotada de circulación, que ofrecía ese aspecto encantador de las calles importantes de los lugares agrícolas. Tiendas de las de siempre, rótulos como los de antes y coches aparcados que no los hubo en tiempos pasados. Y un estanco, con una señora encantadora que nos atendió con amabilidad que no olvidaré.
Allí, en la acera amplia, un edificio con aspecto de moderno y una entrada sumamente atractiva, no por su zaguán, que no lo tiene, sino por la propia fachada. Amplia, de paramentos bien diseñados y ancha cristalera que deja ver un interior atractivo.
Sobre esta puerta que gusta, un rótulo: Centro Cultural Católico. Y varios socios sentados en butacas cómodas, viendo pasar al personal mientras se permiten algún comentario entre ellos. Pero lo importante es mirar, como corresponde a los socios que se precien.
En estos casos, es inevitable que la mente recupere esa visión casinera del ocio, que es mirar. Al exterior o a las personas, da igual, pero siempre a «lo que pasa», porque el hombre ha alimentado desde siempre su personalidad social, mediante el conocimiento de su entorno. Por eso, desde siempre, los hombres buscan en la observación el nutriente de su vida colectiva, en comunidad, compartida.
Esto explica que los casinos que pueden, los que tienen un lugar adecuado, ofrezcan a los socios lugar para ese asueto contemplativo y grato, que es una butaca, un espacio alrededor con vida y un amigo cerca, por si se tercia el comentario. Es el antídoto contra el veneno del trabajo.
Dentro de este Casino, amplio salón, luminoso y vivo, que remata con bar sugerente al fondo. Pero no escondido, sino que se ofrece desde la entrada, retador para el consumo. Y ascensor para subir al piso superior, caso único en los casinos de Huelva. Salvo que alguien me contradiga.
Y tertulias, reuniones de grupo, que desgranan la actualidad previamente conocida en la generosa oferta de prensa, ante el ventanal amplio que deja ver el tráfico de la calle.
En este ventanal se pueden hacer varias cosas, todas ellas casineras y a cual más atractiva: Leer la prensa con generosa luminosidad, tomar un café mañanero con mi amigo Tomás, un aguardiente que paga el que ha perdido en la partida, charlar con un amigo (Si viene a cuento) y disfrutar de una calle de las de antes.
El Casino de Valverde tiene, además, un añadido cultural que es motivo de orgullo legítimo de los socios: Una magnífica colección de cuadros de pintores «de los nuestros», que engalanan el salón y otro que hay para el juego en el piso de arriba. Ignacio Alcaría, Manuel Mantero, Domingo Delgado, José María Labrador, … . Nombres que son habituales en los libros de arte y que aquí son como socios, amigos de siempre y cómplices de las tertulias.
Cuentan los hijos de los fundadores, los compañeros de aquel Don Andrés Mora Batanero, el fundador, que en aquellos tiempos y posteriores el Casino era lugar de reconocida vida católica, de ahí su nombre. Era en él donde el grupo fundador rezaba el Rosario hasta avanzados los años cuarenta de ese siglo que terminó.
Pero no era el único casino, sino que compartió actividades de asueto con otros lugares ya desaparecidos. Uno de los cuales, hasta hace relativamente poco ocupó lugar céntrico y actividades propias de su carácter casinero. Era el «Círculo El Recreo», que con más de cien años de vida cerró sus puertas en la década de los noventa. Desgraciadamente. Es un ejemplo más de la pérdida de nuestro patrimonio por motivos de cualquier índole. Ningún motivo justifica la desaparición de un casino.
Pero en Valverde permanece este espléndido Centro Cultural Católico, que es una joya social que sabe hacer honor, con su revista Facanías, a un cruce de caminos y una venta que antaño debieron dar cobijo a reuniones de amigos, de comerciantes, de ganaderos y de viajeros, mientras un vaso de vino y una partida de cartas animaban las esperas o daban valor a los encuentros.
Así debieron ser los comienzos de muchos de nuestros casinos: En las ventas, en los cruces, en las afueras. Lejos de las casas, pero donde se compartían los placeres de amigos: Jugar, beber y charlar.
Hasta que los pudientes se aficionaron a esos lugares y crearon, cerca del poder y en lugares de privilegio, casas que fueron sedes de la más antigua necesidad: El asueto compartido.
Ventas y casinos. Dos formas de patrimonio social y cultural. Dos manifestaciones de la inteligencia de los hombres (Ahora ya de las mujeres también), que no inventamos en el Sur, pero que aquí alcanzan cotas de belleza y de valor patrimonial que deberían impresionar.
Equipo Azoteas
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2 comentarios en «Valverde del Camino. Centro Cultural Católico: Un salón con paisajes de oleo»
Mis amigos del grupo CIGNUS me invitaron hace poco a realizar la l Ruta Arqueoastronómica Dólmenes de los Gabrieles, un placentero paseo nocturno en el que se recreaba la imaginación presuponiendo el cielo que debieron ver nuestro familiares del paleolítico, a través de un par de charlas muy bien impartidas sobre el entorno e Historia del conjunto Dolménico y la segunda de orientación nocturna con las estrellas , constelaciones y partes de la bóveda celeste, amenizada con observación de objetos del universo ,Sistema solar -Júpiter , Marte , Saturno y la Luna.
Acabamos sobre las cuatro de la madrugada y regresamos al acogedor Valverde tras cinco kilómetros de ruta fantasmagórica alumbrada solo por nuestras linternas y la luz de la Luna, y durante el recorrido fui rememorando mis recuerdos en ese pueblo donde me fabricaron los muebles que tengo en mi casa, así como los botos camperos y otros arituligios de cuero. Recordaba también que fue durante muchos años sitio obligado de desayuno en mis frecuentes visitas a la Sierra, reuniones de matiz ambientalista con grupos de lugar y visitas al Ayuntamiento que entonces presidia Cejudo y más recientemente Loles López. Muchos y bellos recuerdos sobre una población laboriosa y de gente bondadosa.
Pero entre los muchos encuentros con Valverde no había oído hablar de que el Centro Cultural Católico fuera el casino de Valverde, de ahí que el excelente artículo de D. Miguel me haya dado la alegría de comprobar como todavía se mantiene pujante como lugar de reunión y asueto.
Sobre la revista Facanias no tenía el placer de conocerla, a pesar de ha cumplido recientemente los 40 años y es Medalla de Oro de la ciudad, pero buscando en la red me encuentro con la alegre noticia de que el Ayuntamiento pretende acercar la actualidad del municipio a todos los rincones de Valverde del Camino gracias un convenio firmado con Centro católico Cultura, ¡enhorabuena! Es un acto inteligente que permitirá el acercamiento de los valverdeños a su casino.
Mira tú, esto no lo sabía … Es estupenda la noticia que nos aporta D. Benito de la Morena sobre este convenio cultural con el Casino. Éste es el camino de la evolución.
Lo del paseo por los dólmenes ha creado un sentimiento de envidia (insana, por supuesto), porque esos parajes son un verdadero privilegio para Valverde y los visitantes con sentido común y sensibilidad de patrimonio.
Los Gabrieles se ven la primera vez, con asombro. La segunda, con placer.
Gracias, amigo Benito.