La melancolía por una semana que llega a su fin invade el solemne procesionar de la Soledad del Silencio

S.B.D. La Parroquia de la Concepción abría sus puertas con unos 10 minutos de retraso sobre la hora prevista para que de sus naves realizara estación de penitencia la última de las cofradías que procesionan en nuestra Semana Mayor y pone fin, por tanto, a los desfiles procesionales por Carrera Oficial.

De su interior comenzaba a salir el cuerpo de nazarenos que, con su cirio al cuadril, iluminan el caminar de la Soledad del Silencio. Un cortejo que comienza a experimentar un cierto aumento en sus filas de nazarenos, que con el cambio de túnica han ganado en elegancia y uniformidad. En un respetuoso silencio, característica y sobrenombre popular por el que se conoce a esta cofradía, la Virgen de la Soledad, obra anonima del siglo XVI y una de las grandes tallas de la Semana Santa onubense iba avanzando por el interior del templo en busca ya de los primeros adoquines de Méndez Núñez.

Pasados pocos minutos desde que comenzara su caminar la cruz de guía hacía su salida el precioso paso de misterio, de talla clásica y completamente dorado. Lucía el paso el único estreno de la Hermandad para este año, los nuevos faldones confeccionados en tela de damasco de color guinda. Unos faldones que han sido confeccionados por el taller de bordados de la Hermandad de la Esperanza.

Sobre el paso la Soledad situada sobre una peana dorada al pie de la cruz vacía. Sobre sus sienes la corona de plata dorada de Ramón León Peñuela, saya de terciopelo negro con bordados en oro y su magnífico manto de salida, con los bordados más antiguos que procesionan por la Semana Santa onubense. En sus manos, los clavos y la corona de espina plateada, procedente de la antigua imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Hermandad de la que nació como filial y con la que aun guarda fuertes lazos de unión.

Estrenaba este año la hermandad un nuevo recorrido, dirigiéndose tras su salida hacia  Isaac Peral para discurrir a continuación por San José, Béjar y Jesús Nazareno. Un itinerario que se ve recortado considerablemente respecto a años atrás y que evita a la cofradía estar más tiempo del que necesita en la calle. Por cada calle por la que procesionaba Nuestra Señora en su Soledad, dejaba impregnado el dulce aroma que desprendía su exorno floral, compuesto por un friso de jacintos morados y pequeñas florecillas en tonos malvas, mismas flores que escoltaban en sendos buquets la trasera de la imagen sobre dos jarras de talla dorada.

Una Hermandad para disfrutar ante la imagen de la Soledad, de un gran sabor cofrade clásico y con grandes piezas de patrimonio que ponen un magnífico punto y final a los desfiles procesionales de nuestras Hermandades por la Carrera Oficial.

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