José Miguel Jiménez / Zalamea la Real. El 17 de abril de 1605 tuvo lugar en Zalamea la fundación de la Cofradía del Rosario por Francisco Hurtado, dominico, con licencia de fray Juan Chacón, prior del convento de Santo Domingo de Aracena, de fecha 12 de septiembre de 1604, para la que se señaló en el templo parroquial un altar en el que se colocó una imagen de Nuestra Señora del Rosario. Su culto arraigó en el pueblo y alcanzó cierta resonancia extendiéndose a algunas de sus aldeas que se independizaron luego.
La fiesta en honor de la Virgen del Rosario, el 7 de octubre, con el recuerdo de la batalla de Lepanto, revestía una gran solemnidad: había fuegos, misa, sermón y procesión. La festividad se innominó de «Nuestra Señora de la Victoria» cuando la instituyó San Pío V en 1572; con Gregorio XIII acabó con su denominación actual: Nuestra Señora del Rosario…
El Rosario es una de las tradiciones religiosas más ricas de la localidad. Asociado a su culto se formó, probablemente propiciado desde la misma cofradía, un grupo de campanilleros que recorría las calles del pueblo cantando canciones dedicadas a María, Madre de Jesús. Hoy, Zalamea es uno de los pueblos donde El Rosario se interpreta con mayor pureza de estilo con respecto a su origen. Las coplas son alabanzas a la Santísima Virgen acompañadas de voces masculinas, guitarras, bandurrias, violines y esquila, cantadas por las calles todas las noches del sábado al domingo del mes de octubre:
«¡Alegraos divina Señora, / que ya he dado vueltas por todo el lugar / con la esquila llamando a los hombres / que el Santo Rosario vengan a rezar. / ¡Virgen singular! / Si mis voces no son suficientes / llamad, Vos, Señora, llamad, Vos, llamad».
Años atrás, los trovadores del Rosario se recogían en la Iglesia donde, a las cinco de la madrugada, hora en que sonaba la campana grande de la torre, acompañaban a la procesión del Rosario de la Aurora. Componíael cortejo una larga fila de mujeres, rosario en mano, seguida del estandarte del Rosario. Un sacerdote dirigía el rezo. Seguían a continuación los hombres, «…de trecho en trecho, una pausa, la muchedumbre se detiene en silencio, y tras la enunciación del Misterio, la glosa cantada:
«En el cielo se alquilan balcones / por ver tu Rosario, Santa Emperatriz. / Las estrellas forman tu corona, / y el sol y la luna van diciendo así: /¡Viva, viva, la Aurora María! /que es Madre del Verbo por dicha feliz! ».