Peones de ciudad

Miriam Dabrio. Peones de ciudad. Pensar la ciudad es apartar la crispación. Entenderla como evolución constante, aplicando capas de barniz o reestructurando a conciencia con nuevos trazados urbano y arquitecturas, eso sí, de calidad. Con operaciones imprescindibles en tejidos, aperturas de espacios que oxigenan órganos edificatorios y permiten revivir a los habitantes. Compaginan (su) memoria y aspiraciones sociales, más que legítimas.

Pensar la ciudad es también un ejercicio técnico que abarca factores de múltiples disciplinas entrelazadas que se agitan y al caer dan resultados e índices que no son subjetivos. Ejercicio con herramientas aplicadas claras que no deben obviarse por forzar resultados preconcebidos sin análisis cierto, con rigor y voluntad a partes iguales. Re-pensar la ciudad es hacerlo constantemente sobre una radiografía de origen, marcando elementos invariantes y estructurales y adicionando perspectivas para permitir cambios continuos en movilidad, hábitat, flujos y sensaciones o sensibilidades de cada época, de sus moradores.


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El arquitecto Giusseppe Teragni (1904-1943) aportó modernidad al concepto de patrimonio heredado de una forma muy particular y brillante, a pesar de su corta vida. El racionalismo italiano que encabezó dispuso para luego ser exportadas tendencias en entender y respetar las preexistencias. Terragni entiende que la arquitectura es capaz de hacer una lectura selectiva del lugar.

Esta es una visión moderna de la clásica afirmación vitruviana de la importancia de saber descubrir el geniusloci (genio del lugar) a la hora de crear arquitectura. Como ejemplo insigne la Casa del Fascio en Como, Italia (1932-1936). Con una valentía y calidad indiscutibles a partes iguales enmarcó para siempre la cúpula del duomo desde su terraza modernista ampliando la plaza como continuación lógica a la del monumento más significativo de la ciudad, su catedral.


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Sin rubor, con Arquitectura en mayúsculas, el de una geometría y filosofía constructiva nuevas y sobre historia hecha a capas en los márgenes de una ciudad amurallada, añadiendo nuevas pieles superpuestas que encajan a la perfección. En su momento, no obstante, fue malinterpretada por todos. Los dirigentes políticos que hicieron el encargo, por no ser suficientemente palaciega; por los academicistas porque estaba fuera de lugar y resultaba ofensiva; y por los funcionalistas, porque era demasiado intelectual y formalista.

Lo cierto es que este proyecto y su concepto de ordenación del espacio público se convirtió en referente en todo el mundo, con versiones adaptadas a realidades diversas. Nuestra casa del fascio particular en Huelva es la Casa del Mar (1974). Proyecto del Instituto Social de la Marina, es primer hito de encuadre para una Avenida de Méjico que está por reinventar tras la rotura en dos del Muelle Embarcadero de la Compañía Riotinto en los setenta, por no saber, o por no querer esperar a mejores decisiones.

Luego siguieron edificios de cierta calidad en la ordenación contundente en intenciones de Pescaderías (Francisco Pol, 2000), izándose a modo bandera en alineación no concebida en Avenida de Méjico. Hasta la fecha sólo las palmeras y las grúas amarillas se han atrevido a desfilar en postura militar allí.

Bellas piezas de arquitectura del Movimiento Moderno son la sede de Autoridad Portuaria (José Luis Martínez Lupiáñez) y otros peones dotacionales (antiguas cocheras, oficinas gemelas). Lo son en una formación que sigue sin cuadrarse porque el tablero ha de redefinirse más allá de las actuales posiciones. Peones de ciudad.

Y es que los titubeos históricos en el amor entre una ciudad y su ría han sido eternos. Como la discutida ubicación del parque de Zafra en los años ochenta, sobre primera o segunda línea como más adecuadas. Ganó la primera línea para el parque, con sus pros y contras.

En el siglo XXI el damero hacia Muelle de Levante se convierte en nuevo lienzo. Ha de aglutinar las piezas y espacios preexistentes, fusionar la vida de la ciudad heredada con las nuevas oportunidades de ordenación, usos y diseño. Las jugadas deberán ser previstas facilitando movimientos de los reyes y reinas de la partida. Estos no son otros que  los ciudadanos atravesando espacios libres, avenidas motorizadas, barrios y vallas. Y todo para poder disfrutar del balcón mirador definitivo que merecen alcanzar cuanto antes.

 

Peones de ciudad.

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