HBN. José María Galán y las huellas de Matalascañas. Hace algo más de un año nos hacíamos eco de uno de los mayores descubrimientos de los últimos tiempos, y en tierras onubenses: el hallazgo de las pisadas más antiguas del Pleistoceno Superior de todo el mundo, en la playa de Matalascañas. Hace unos 106.000 años, los neandertales buscaban el agua de las lagunas que se formaban entre dunas en un territorio costero donde ahora hay acantilados y que se conoce como el Asperillo. En un entorno disfrutado hoy en día por miles de bañistas, nuestros antepasados buscaban el rastro de las manadas de elefantes gigantes de colmillos rectos, jabalíes de hasta 300 kilos de peso y uros o toros salvajes de hasta dos metros de altura.
Se llegaba así a uno de los hallazgos de la ciencia más importantes de los últimos años: la identificación de las que son las pisadas más antiguas del Pleistoceno Superior de todo el mundo. Un descubrimiento en el que continúan trabajando los investigadores de la Universidad de Huelva y de Sevilla que tiraron del hilo que proporcionó un guía de Doñana, José María Galán. Este almonteño es el único rastreador que existe en España, es uno de los más reconocidos internacionalmente y ha revitalizado este oficio, que es ciencia y también arte, tras aprender las técnicas de los indígenas africanos, los bosquimanos.
Actualmente trabaja para alcanzar los objetivos del Plan Nacional de Lucha contra el Tráfico Ilegal y el Furtivismo Internacional, que sitúa a España a la cabeza de la UE en la lucha contra el tráfico de especies. Y, por todo ello, a Ana Mateos y María Dolores Cobo, biólogas de Doñana, no se les ocurrió mejor persona a quien recurrir cuando en junio de 2020 encontraron lo que parecía una huella fosilizada durante un paseo por la playa de Matalacañas, inusualmente vacía por las restricciones de la pandemia.
José María Galán pasó de rastrear animales como guía en Doñana a perseguir cazadores furtivos en el continente africano. Lucha contra el tráfico internacional de especies, el lucrativo negocio que enriquece a organizaciones criminales mientras genera pobreza y elimina animales en los países de origen.
En el Parque Nacional de Doñana habita una gran fauna. Aquí trabaja José María interpretando sus huellas, una tarea ancestral importantísima para la conservación. Es una forma no invasiva de aproximarse a los animales y descubrir cómo se mueven, qué especies transitan por la zona, las actividades que realizan o su forma de interrelación.
Su trabajo no se limita solo a Doñana, proporciona formación y herramientas a comunidades locales de África en su lucha contra el furtivismo. Se calcula que el tráfico ilegal de especies mueve en el mundo entre 8.000 y 20.000 millones de euros al año.
Su participación en el descubrimiento de las huellas
Cuando José María Galán recibió la llamada sobre el hallazgo de las huellas, fue rápidamente al lugar y comprobó con sorpresa cómo el mar había desenterrado casi 200 metros cuadrados de superficie con una cantidad extraordinaria de huellas, dejando al abierto un auténtico libro de paleontología “antes de tiempo”. Y es que parece ser que el calentamiento global ha permitido que este hallazgo se conozca antes de lo previsto.
“Estos fósiles llevaban 120.000 años enterrados y ninguno de nosotros teníamos que haberlo descubierto en el siglo XXI, pero han quedado al descubierto por la transgresión marina tan fuerte que está provocando el cambio en los patrones climáticos”, explica Galán, convencido de que el cambio climático es una realidad y que Doñana y su entorno seguirá dando sorpresas en el campo de la Paleontología, ya que Andalucía occidental en la época de las glaciaciones era un gran refugio para animales.
Los temporales de 2019 y de primeros de 2020 provocaron olas que arrastraron la arena de la base de las dunas que cubrían un área de roca de unos 6.000 metros cuadrados. Y ahí aparecieron las huellas que, según se ha comprobado, se habían formado entre 80.000 y 120.000 años antes, lo que apunta a que corresponden a los neandertales. Las pisadas de Matalascañas (de animales y homínidos) son, por tanto, las más antiguas conocidas. Los paleontólogos las han datado a una época anterior a los 106.000 años y lo más parecido hallado en Europa es un yacimiento en Le Ronzel, en Normandía.
Consciente de la importancia de ese yacimiento efímero, dio el aviso para que algunos investigadores se desplazaran a la zona en plena pandemia. El primero en llegar fue Fernando Muñiz, icnólogo y profesor de la Universidad de Sevilla. Y luego se fueron sumando otros hasta conformar dos equipos distintos para resolver qué estaban haciendo ahí esos homínidos. Hay distintas respuestas, ya que algunos piensan que eran cazadores que iban tras la pista de uros, jabalíes y otras piezas; otros que se trataba de un grupo numeroso de homínidos, sobre todo de corta edad, que jugaban en el agua bajo la vigilancia de algunos adultos… Hay cerca de 90 pisadas de distinto tamaño y algunos investigadores apuntan que muchas son animales. Galán personalmente se decanta por la primera tesis y refiere la aparición de material lítico en la zona y la identificación de sólo tres huellas, tres pasos compatibles con los de un humano en una superficie donde aparecen rastros de elefantes, algunos de ellos neonatos.
Un detalle que tiene su importancia porque revela que Matalascañas era un hábitat de maternidad para estos elefantes y permite, además, estudiar cómo interactuaban los neandertales con sus posibles presas. Por ello aporta relevancia al hallazgo, pues asociar las huellas de neandertales a la fauna de la zona es clave para entender cómo era la vida de dicha colonia costera. El equipo en que participan Fernando Muñiz y Carlos Neto de Carvalho explica que los neandertales encontraban en estos grandes mamíferos una presa fácil, pues se trataba de hembras parturientas y sus crías y también carroña pues algunos morían al nacer o fallecían en el parto.
José María Galán
El interés por esta práctica del onubense surge en el año 2000, cuando Galán, aficionado también a diferentes técnicas artísticas, impartía un curso de escultura. Una alumna le preguntó que cuál sería el primer molde, y él le respondió, por deducción, que probablemente una huella. Entonces empezó a indagar, a consultar a los guías más viejos del parque onubense, quienes le indicaron que, con las nuevas tecnologías, el arte del rastreo se había dejado de lado.
Siendo un patrimonio inmaterial tan importante, Galán se dijo que tenía que hacer algo para recuperar estas técnicas, así que recabó información y publicó la guía Huellas y rastreos de la fauna de Doñana, en la que describe la actividad de los rastreadores de épocas pasadas y hace un repaso por las especies más importantes del Parque Natural.
Pero no todo se quedó en sacar esta publicación. Tras hablar con sus compañeros del Parque ya jubilados, empezó a formarse haciendo cursos, hasta que en 2004 el director de los Parques Nacionales de Sudáfrica visitó Doñana y le invitó a conocer a los rastreadores Shanganna del Parque Nacional del Kruger y a los Khoi-San del Parque Nacional del Kalahari. Galán no se lo pensó dos veces y viajó a Boswana, donde los bosquimanos le enseñaron sus ancestrales técnicas de rastreo. Una experiencia única que ha repetido desde entonces hasta en ocho ocasiones, acudiendo el almonteño al continente africano para actualizar sus conocimientos con los expertos indígenas.