RFB. Puede sorprender, pero las regatas náuticas en Huelva, con club incluido, fueron una tradición deportiva anterior a las disciplinas de referencia en las que esta provincia ostenta el decanato nacional, futbol y tenis. Muy anterior sabiendo que estas últimas datan de 1889.
En la propia página web del Recreativo de Huelva se indica que la fundación del Club de Regatas de Huelva es de 1887, pero hemos localizado un documento que sitúa esta fundación como mínimo diecinueve años antes, nada menos que en 1868. Este club deportivo resulta, entonces, al menos veintiún años anterior a nuestro querido Decano del futbol español. Podemos entender, por tanto, que es la primera disciplina deportiva desarrollada en la provincia onubense.
Por eso en 1880, el año del que disponemos los primeros periódicos conservados editados en Huelva, ya contamos con referencias de regatas extraordinarias celebradas en la programación de la festividad de la Virgen de la Cinta aunque desconocíamos, hasta que hemos localizado un carnet de 1868, en fecha tan temprana la existencia de un Club propiamente dicho.
Y más sorprendente aún resulta la conexión de este Club de Regatas de Huelva con el noruego Roald Admunsen y su mítica conquista para el mundo del Polo Sur -el primer hombre que llegó a ese remoto y hostil punto geográfico-, el 14 de diciembre de 1911.
Si no llega a ser por la intervención de un socio del Club de Regatas de Huelva Admunsen no habría alcanzado su meta, algo más de un mes antes que el oficial de la marina británica Robert Falcon Scott. Una rivalidad a muerte entre los dos grandes exploradores que pudo haberse inclinado a favor del inglés, que estaba apoyado por el gobierno británico. No era el caso de Admunsen, que se encontró en Argentina sin fondos y, por tanto, sin capacidad de culminar su ansiada aventura.
Fue allí, en Argentina, donde entró en escena el socio del Club de Regatas de Huelva Pedro Christophersen, al que todos llamaban en aquella época en el país sudamericano ‘Don Pedro’. Christofensen era natural de la ciudad noruega de Tønsberg y no dudó en ayudar a su compatriota para alcanzar una de las grandes metas de la exploración de la humanidad.
Pero volvamos a Huelva y a 43 años antes de 1911, 154 antes que hoy. Las regatas eran tanto de remo como a vela. A las embarcaciones las identificaban como esquifes, lo que nos da una idea de su reducida dimensión. Botes y balandros que solían llevar entre cuatro y seis tripulantes. La Ría de Huelva es hoy una maravilla con lo que podemos imaginarnos la increíble estampa que ofrecería entonces. Las regatas solían celebrarse por las tardes, alrededor de las cinco, que era cuando el viento solía ser más constante, ya asentado, y previsible. Suponemos que también influían, como es lógico, las mareas.
Aún no existía el Puerto de Huelva como institución -su Junta de Obras se constituyó oficialmente el 3 de julio de 1874-. Los buques fondeaban en la Ría y existía un solo embarcadero, el muelle del Estado, que partía más o menos de donde está la actual Plaza XII de Octubre y se adentraba una centena de metros en la ría siguiendo la dirección de la antigua Calzada (calle Marina). En realidad los primeros tramos de este embarcadero se encontraban sobre las marismas. No estaban aún los muelles de las compañías mineras, Tharsis y Río Tinto.
El vanguardismo, por tanto, de este Club de Regatas de Huelva resulta espectacular. No existían prácticamente instalaciones portuarias y ya contábamos con un Club de Regatas. Desconocemos si el propio Club ya tendría, como unas décadas más tarde, un local casa-bote flotante como sede funcional. Suponemos que si. Pero en todo caso su relevancia debía ser notable.
Las competiciones constituían un verdadero acontecimiento. La Ría era ocupada por infinidad de pequeñas y medianas embarcaciones con público entusiasmado por las apasionantes pugnas deportivas. Imaginamos el embarcadero, tras la hora del almuerzo, hecho un bullicio de personas para ir tomando lugar en los botes a remo y en los balandros engalanados para celebrar la fiesta competitiva.
Precisamente por esa relevancia y el interés que suscitarían sus competiciones, deportistas de Cádiz se desplazaban a Huelva a participar en ellas. Y entre estos se encontraba Pedro Christofersen, el mecenas de la conquista del Polo Sur. Para venir a Huelva desde la Tacita de Plata, a finales de la década de los sesenta, es probable que lo hiciese en la goleta de hélice ‘Fortuna‘, que mantenía una línea regular con nuestra capital -con escala en la embocadura del Río Tinto para tomar y dejar pasaje de Moguer-.
Entonces el noruego era muy joven, dado que había nacido en 1845. Con solo veinte años se afincó en Cádiz, siguiendo en los negocios a su hermano, Thorvald. Tuvo que ser muy intensa su relación con el Club de Regatas de Huelva porque el carnet de socio especifica que es Socio de Mérito. Suponemos que tal distinción sería consecuencia de su valía competitiva o/y su reiterada participación en las competiciones en Huelva teniendo en cuenta el esfuerzo que debía suponer desplazarse desde Cádiz en una época con infinitamente menos facilidad de comunicación que ahora.
Su estancia en Cádiz, por tanto, estuvo muy vinculada a Huelva. En 1871 se afinca definitivamente en Buenos Aires. Allí se casaría, tendría hijos y se haría un personaje muy influyente y acaudalado -ganó un millón de pesos en la lotería nacional-. De hecho en 1872 se casó con la nieta del primer presidente de Argentina, Zulema Saavedra, con la que tuvo un hijo. Habiendo enviudado, se casaría posteriormente en segundas nupcias con Carmen de Alvear, con quien tuvo dos hijos. En el país sudamericano, además de empresario, fue cónsul de Rusia y embajador de Noruega, Suecia y Dinamarca.
En este contexto fue cuando, muchos años después, resulto providencial para Admunsen, a quién apoyó en lo personal y en lo financiero. Sus recursos permitieron armar la expedición al Polo Sur, que se inició en el buque ‘Fram‘, del que los tripulantes debieron de partir a pie una vez atrapado en los hielos, llegando a coronar la aventura cuatro.
En agradecimiento, Admunsen dio el nombre de su mentor a un glaciar. Posteriormente, en 1924, de nuevo Christofersen acudió en ayuda de Admunsen, cuyo patrimonio había quebrado. Lejos quedaban entonces para ‘Don Pedro’ las maravillosas tardes de regatas vividas en la cálida Ría de Huelva. El socio del Club de Regatas de Huelva que fue providencial para la conquista del Polo Sur falleció en Buenos Aires, en 1930.