Una oportunidad de futuro entre manteles y fogones

HBN. «Cuando llegué a España, pensé que solo podría trabajar en el campo… Y ahora, aquí estoy». El aquí de Hafsa es la cocina de la Factoría Cruzcampo, adonde acude cada día desde el pasado mes de octubre para formarse en todas las áreas del negocio hostelero, desde los fogones al servicio en sala pasando por la gestión comercial. Ella es una de las participantes en el programa Talento de la Fundación Cruzcampo, que gracias a un convenio suscrito con la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación ofrece a 12 chicos y chicas ex tutelados por la administración regional tras alcanzar la mayoría de edad una oportunidad única para formarse y conseguir un trabajo, logrando así un proyecto de vida.

A las 10 de la mañana, la actividad para los 60 alumnos del programa -todos ellos becados íntegramente por la Fundación- es incesante en los fogones de la factoría. Mientras unos se afanan entre ollas gigantes preparando el menú del día, otro turno se esmera en el secado de cubiertos y platos y la preparación de las mesas para que cuando llegue el público todo esté perfecto. En la barra central de la Factoría, sede de la formación, Kaukar sigue con atención las indicaciones del maestro cervecero sobre cómo tirar de forma precisa cada especialidad y lograr la capa de espuma exacta. Son prácticas reales, con comensales reales y un nutrido grupo de profesionales de la hostelería que, convertidos en mentores, comparten su experiencia y los secretos de sus negocios con jóvenes apasionados por la cocina que han pasado previamente una exigente entrevista personal.


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Fue una de las educadoras del piso de mayoría de edad, en el que convive con otras jóvenes tras salir del sistema de protección de menores, quien alertó a Elisabeth, de Jaén, de la existencia de este curso, sabedora de que unas recientes prácticas como camarera habían despertado el gusanillo por la profesión en esta joven de 19 años. Dicho y hecho. «Me apunté y pasé la entrevista», explica orgullosa, «me gustaba la hostelería pero, la verdad, es que no pensé que iba a poder hacer este tipo de cursos, y ahora estoy muy contenta, hay mucho compañerismo y aprendemos mucho».

Tanto a ella como a Hafsa se les enciende la cara cuando se les pregunta por sus planes de futuro, que pasan inamovible por trabajar en un restaurante. Una fantasía que Hafsa tenía desde que era pequeña, pero que quedaron atrás al tener que dejar los estudios para ayudar a la familia. «Pensaba que no iba a cumplir mi sueño, pero gracias a Dios que llegué a España, entré en un centro de menores y ahora agradezco esta oportunidad», explica.


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Reconoce que, cuando llegó en patera, supuso que la vida que le esperaba pasaba por la calle o, con suerte, el trabajo agrícola al cabo de unos años, no por los estudios. «No sabía que había centros de menores y todas las cosas que enseñan», dice. Tampoco se le pasaba por la cabeza que al alcanzar la mayoría de edad pasaría las tardes en un piso compartido y supervisado «por educadoras que me ayudan con los deberes de inglés».

Los idiomas forman parte de los nueve meses de formación académica, tras la cual todos ellos deberán pasar una fase de prácticas de al menos tres meses en establecimientos situados en provincias diferentes a las suyas, también con los gastos de manutención y alojamiento becados gracias a la recaudación que se consigue cada día con cada servicio de la Factoría. Y es que, como señalan desde la Fundación, el crecimiento personal y la capacidad de enfrentarse a esa vida adulta de forma autónoma es parte también del aprendizaje que se les quiere trasladar.

La formación a través de itinerarios socio-educativos individualizados es la apuesta de la Consejería de Igualdad para la integración de todos los chicos y chicas procedentes del sistema de protección de menores una vez que alcanzan la mayoría de edad. Un nuevo sistema de atención impulsado hace tres años que se basa en la protección de los derechos de la infancia y que, en el caso de los menores extranjeros no acompañados, especializa los recursos en función de sus necesidades y su proyecto migratorio.

De esta forma, cuando cumplen los 16 años empiezan a prepararse junto a los educadores y orientadores para lograr una vida adulta plena y autónoma. Y si así lo quieren y se comprometen a ello, pueden continuar con esta guía hasta los 25 años, convirtiéndose en esa red de apoyo familiar que sí pueden tener otros y otras jóvenes. Se cubren sus necesidades básicas de manutención y alojamiento, pero también se atienden sus expectativas, sus necesidades emocionales y educativas. Esta fórmula ha permitido reducir la tasa de abandono voluntario del 55,43% al 9,92%, y se ha eliminado la tasa de conflictividad y el rechazo social.

Más recursos para mayoría de edad

Este nuevo modelo ha sido reconocido por organismos e instituciones y señalado como un referente para otras instituciones por el salto de calidad que ha supuesto en la atención a la infancia más vulnerable y desprotegida. La consejera Rocío Ruiz ha detallado en numerosas ocasiones el esfuerzo de su departamento para que ninguno de estos jóvenes quedase en la calle al alcanzar la mayoría de edad y, por tanto, salir de la órbita del sistema de protección. «Hemos multiplicado por cuatro los recursos, creando 914 plazas del programa de atención de alta intensidad ‘+18’, que incluye alojamiento y formación, frente a las 215 que había al comienzo de la legislatura».

Esa filosofía de la formación como vía para la inserción de jóvenes vulnerables y frenar el desempleo juvenil unió a la Consejería con la Fundación Cruzcampo, que lleva más de 25 años comprometida con Andalucía haciendo realidad gran parte de la labor social de HEINEKEN España. «El Programa Talento busca dignificar la profesión y dar una oportunidad a jóvenes de entre 18 y 30 años para impulsar su talento y descubrir sus mejores versiones, aquello que les define y les hace únicos, porque todos tenemos un talento y merecemos una oportunidad», explica Regla Bejarano, directora de la Fundación. «Y estamos encantados de poder colaborar con la Junta de Andalucía y la Consejería de Igualdad para formar a estos 12 alumnos y de verdad cambiarles la vida, que es de lo que se trata», añade.

Además, es una apuesta que funciona, y así se lo ha trasladado Ruiz esta semana a los 12 participantes del Programa Talento: los diversos itinerarios formativos personalizados realizados en estos planes de mayoría de edad han permitido que uno de cada tres jóvenes logre un contrato de trabajo. Ésta es justo la esperanza de Aymane, de 18 años. Aprendió a cocinar junto a su madre de pequeño, pero la realidad de su vida en Marruecos dio al traste con su fantasía de labrarse un futuro entre cazuelas y sartenes cuando apenas era un niño.

Su periplo comenzó en una patera que le llevó a Canarias, y de ahí a un centro de menores en Cádiz. «Cuando salí del centro, no imaginé que iba a tener una oportunidad así de estudiar y hacer unas prácticas, solo pensaba en buscar un trabajo bueno y lograr dinero para enviar a la familia», cuenta. Por eso, no se lo pensó cuando la trabajadora social que supervisa el piso de mayoría de edad en el que reside ahora le propuso apuntarse a un curso de hostelería. «Era una oportunidad muy buena, me puse muy contento y dije ‘vale’ desde el fondo de mi corazón».

«Estoy muy contento, me siento muy afortunado y estoy muy agradecido por estar en una formación como ésta», cuenta. «Mis planes de vida? Quiero empezar a trabajar y, cuando tenga dinero, formarme más para montar mi propio negocio aquí en España y ayudar a mi familia, ellos me han ayudado mucho desde pequeño, eso es lo primero». «Siempre me ha gustado hacer comida, estar con la gente, conocer gente nueva…», rememora, «y ahora estoy más cerca mi sueño, lo voy a lograr».

«Estamos felices por todos ellos y ellas, por saber que van a tener un futuro», apunta Rocío Ruiz, «eso es lo que queremos en esta Consejería de Igualdad, que todos nuestros chicos y chicas, cuando salgan del sistema de protección de menores, se integren, puedan formarse y escribir su propia historia». Una labor, apunta en la que «solo hace falta que estemos a su lado, les apoyemos y sepan que no están solos». «Por eso, gracias a fundaciones como Cruzcampo o al trabajo de la Consejería y el programa de mayoría de edad sabemos que van a cumplir su sueño, se lo deseamos de verdad», concluye.

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