Benjamín Naranjo. Hace unos días estuve con mi familia visitando zonas de Grecia y Turquía. Cuna de civilizaciones, sobre todo la griega. Según un guía, tierra del amor, del pensamiento y de la moral. Cuando uno está fuera de su país intenta adaptarse a las costumbres y respetar las normas del lugar donde está; incluso pensar como los de ese lugar. Al menos yo lo intento. Pues bien, a pesar de esas intenciones, voy a comentarles algunos detalles: la bandera griega está definida por rayas azules y blancas, y donde se veía el estandarte heleno yo veía la bandera del Recreativo de Huelva.
Mykonos es una de las numerosas islas griegas que componen la Cíclades. Ésta es una ciudad turística, similar a nuestra Ibiza. Los insulares pintan dos veces al año sus hogares para mantenerlos atractivos al turista, predominando el color blanco. Tienen una particularidad, el proyecto de ordenación urbana les permite construir, adosadas a sus casas, una capilla, siendo la cúpula y minarete de color azul y el resto blanco. Nuevamente me evocaba al Recreativo de Huelva.
En Izmir, la antigua Esmirna, cerca de Éfeso, en el sudeste de Turquía, que presume de ser la tercera ciudad por detrás de Ankara y Estambul, cogimos un taxi para realizar una visita turística por la misma. El taxista, cuando nos identificamos como españoles, nos espetó en primer lugar: ¿del Real Madrid o del Barcelona? Y yo, sin pensarlo, contesté inmediatamente ¡del Recreativo de Huelva!
No piensen ustedes que con esto que les narro quiero presumir de más recreativista que nadie, ¡ni mucho menos! Pero sí quiero sentirme orgulloso de llevar lo que yo llamo “impronta azul y blanca”, que no es otra cosa que la huella o marca, de orden moral, que deja el Recreativo de Huelva como seña peculiar y distintiva en todos los que hemos nacido en esta bendita tierra de la provincia de Huelva.