RFB. Este mantra, Huelva, la ciudad más fea del mundo, martillea nuestro imaginario por su frecuencia de uso. Lo repite algún foráneo -realmente los menos- y sobre todo, resultado de seculares complejos, gente propia de aquí. Aunque en gustos no hay nada escrito bien es verdad que en esto hay bastante coincidencia expresada. La provincia muy bonita, pero la capital… uff.
Viene este comentario, también recurrente, al hilo de las reivindicaciones populares de esta semana relativas a la preservación de esa joya que es el cabezo de la Joya. Casi me rechinan los dientes al escribir la frase del encabezamiento porque, desde luego, si la hubiese formulado como una pregunta mi respuesta sería un rotundo y vehemente no. Quisiera pensar que el lector, en su primera impresión al leer el titular del artículo, lo haya entendido en términos de ironía.
Tanto el corazón como la razón de cualquier conocedor de las vicisitudes de este antiquísimo enclave, invitan a cuestionar el porqué de tanta contradicción respecto a nuestra realidad patrimonial urbana. Resulta que siempre estamos quejándonos de que no tenemos casco antiguo, que no se han preservado vestigios del pasado conformadores de nuestra realidad cultural y, sin embargo, observamos indolentes como gota a gota, vaso a vaso, o bidón a bidón, va cayendo uno a uno lo poco -siempre menos- que va quedando.
Hace unas semanas nos referíamos a la calle Marina como ejemplo de demolición absoluta -guerra total- de una imagen urbana. Ahora es una calle que ‘no sabe a ná‘, que podía estar en cualquier sitio, con una amalgama de propuestas visuales de dudoso gusto, muy lejana de la entrañable Calzada que abría la puerta al mar. Hay tantos ejemplos y tanta responsabilidad compartida que su enumeración nos llevaría eternas horas de redacción.
En este sentido, cuando hablamos de Huelva y …sus cabezos realmente estamos siendo generosos. A estas alturas ya se han mutilado una gran parte de estas elevaciones tan características. Y siempre hemos pensado que nos encontramos en una ciudad bella precisamente por sus cabezos.
Por poner un ejemplo en términos comparativos, el resto de capitales andaluzas son bellísimas, con argumentos singulares e independientes cada una que las definen como particularmente atractivas. Pues bien, nuestra Huelva, con esos desniveles milenarios, los característicos cabezos, nos ha ofrecido unas perspectivas, una conexión con la naturaleza, unas puestas de sol verdaderamente espectaculares, sin iguales.
Planteada así la defensa de los cabezos, que debería de ser a ultranza sin que la minase la devastación sufrida los últimos cincuenta o sesenta años, podríamos entenderla por una cuestión estética, de imagen y personalidad. Ya esto sería suficiente para un pacto ciudadano, de las administraciones y colectivos diversos, con el propósito de no perder ni un metro cuadrado -o cúbico- más de esos ricos sedimentos acumulados en millones de años resultado de procesos fluviales, marinos o combinación de ambos. El pacto por los cabezos.
Y decimos ricos sedimentos porque en ellos de alguna forma ha perdurado nuestra historia, tanto paleontológica, geológica y, sobre todo, antropológica. ¿Y la historia es importante? ¿tiene algún valor emocional, identitario, económico?
Perdón por la expresión, pero solo un absoluto ‘ceporro’ sería capaz de negar la relevancia del concepto histórico. Y entonces ¿qué estamos haciendo en Huelva?… ah, si, lo mismo que desde hace décadas. Vivir en el más absoluto cortoplacismo, negando la sostenibilidad en el sentido de privar a nuestros subsiguientes de la herencia (emocional, identitaria, económica) de nuestros antepasados.
En ausencia de una clase empresarial autóctona emprendedora en términos productivos, lo que hacemos para comer es limitarnos a salir del paso con servicios, actividad comercial, y… construcción. Dejo a un lado el tema de la gran industria, que es evidente que tira de la economía, pero sería mucho mejor tener alguna capacidad propia, de valor añadido completo para que el beneficio empresarial se quedase aquí.
Y decíamos construcción. Es una actividad legítima y necesaria, y potencialmente sostenible si hay voluntad de asignarle este atributo. En Huelva es evidente que no ha sido así. Y uno de los precios que hemos pagado por ello ha sido el deterioro o desaparición de sus cabezos. O sea, han ganado unos pocos y hemos perdido la mayoría. Lo suyo habría sido ganar todos, aunque algunos hubiesen ganado merecidamente más como premio a su iniciativa o/y riesgo empresarial.
En el plano de la ciudad de finales del siglo XIX que adjuntamos arriba se pueden apreciar aún los cabezos -excepto el del Molino de Viento- subsistir como referencia básica orográfica, paisajística, identitaria de la misma. En la foto de Roswag que abre el artículo, de 1882, podemos ver esos cabezos abrigando las edificaciones. Una imagen preciosa de una armónica ciudad perdida.
Alguien, más pragmático, podría preguntar que si se hubiesen preservado los cabezos como podría haber crecido urbanísticamente la ciudad. Es fácil comprender que su pervivencia, la de los cabezos, hubiese sido perfectamente compatible con ese desarrollo.
Había, como hay, espacios para crecer. Solo habría, hay, que tener voluntad y respeto. Algo ausente como afección crónica onubense, por desgracia.
Es verdad que, como apuntaba Braulio Santamaría también en 1882, poco sentido tuvo haber construido el muelle de la Riotinto Company en ese lugar en vez de en la zona norte y limitar el crecimiento hacia el sur. De alguna forma se estaba estrangulando la ciudad. Pero aún quedaba precisamente esa expansión norte y los espacios entre cabezos, amén de las laderas de levante que podían conectarse por la antigua carretera de Alcalá con el centro de la urbe.
Los arqueólogos en general nos dicen que hay todavía mucha riqueza de vestigios históricos-patrimoniales por ‘escarbar’ en nuestros cabezos. Mas allá de ello, pisar esa misma tierra, tocarla con sus manos, debería ser una aspiración legítima de la ciudadanía, como forma de sentir ese pasado más próximo. Los desmontes y alicatados son una forma de arrancar trocitos de cada uno de nosotros individualmente, de la memoria física de nuestros ancestros.
Todavía nos quedan cabezos por defender. La gente de Huelva Te Mira está haciendo un trabajo persistente que se ve respaldado por la coincidencia en sus puntos de vista por parte de la práctica totalidad de los arqueólogos y de muy variadas y serias instituciones y colectivos. Hay pronunciamientos e informes como el del solvente grupo de investigación de la Universidad de Huelva en esta materia, con Juan Campos a la cabeza; del Defensor del Pueblo Andaluz como respuesta a las demandas de Huelva Te Mira; o del Instituto Geológico y Minero de España, por poner ejemplos.
La solución propuesta es un intercambio en la ubicación de los aprovechamientos urbanísticos para que la propiedad privada no saliese perjudicada, no perdiese ni un euro. Solo falta voluntad y decisión. Espacios hay en nuestra ciudad para que pueda edificarse y compensar de esta manera la salvación del cabezo de la Joya y de los demás.
Podríamos incluso obviar elementos emocionales e identitarios. La preservación de los cabezos, todos, permitiría una definición de la ciudad manteniendo una personalidad evidente. Esto no ha sido conseguido en toda la trayectoria edilicia y urbanística de las últimas décadas, se ha ido a la contra.
¿Cuál es la personalidad de Huelva como ciudad? para responder tendríamos que apoyarnos en un elemento afortunadamente no sujeto al control humano: la luz. Nada mas. Pero incluso esta luz ha sido en algunos puntos condicionada por la cuestionable evolución urbana.
¿Y esa personalidad para que serviría? ¿Qué tiene que ver con la economía? Hay un concepto, el de city marketing, que para los gobernantes de nuestra ciudad ha resultado tradicionalmente inexistente.
Tener una personalidad propia constituye la base de una economía de atracción. Crear una marca, a partir de elementos diferenciales, es imprescindible para atraer visitantes. A ello aspiran todas las ciudades y muchas lo consiguen. Pero esa marca ha de basarse en un contenido.
Y para nuestra definición no basta con el legado inglés, que está muy bien sin duda, pero insuficiente. Ni con el recre como decano futbolístico, ni con el perfil rociero de la ciudad, ni con las tradiciones cofrades… ni con tantos otros topicazos, no -y ojo que el que esto firma está metido en la William Martin de Leopoldo, es socio desde hace cuarenta años del recre, hermano rociero y cofrade de toda la vida, un completo si lo dijéramos en términos de guasa-.
En estos aspectos somos referencia, pero hay otras urbes que pueden competir con la capital onubense. Pero en los cabezos, su significado, su utilidad cultural y social… ahí Huelva si es única. Ese es el elemento urbano diferencial clave de esta milenaria ciudad.
Hay, según nuestro limitado criterio, dos atributos sobre los que tiene que pivotar la esencia en términos de imagen de la ciudad de Huelva: su extraordinaria antigüedad y su condición portuaria.
Ambos interrelacionados porque no se entiende esta ciudad sin su puerto, como razón de ser de su nacimiento. Y de ahí su antigüedad. Y en esa antigüedad los cabezos y su contenido son el nexo vivo con el pasado. El testigo de los tiempos y la garantía de su veracidad.
Los romanos eran listos, y si apostaron por una configuración portuaria de relieve para Huelva tuvo que deberse a las propias características naturales del enclave, a su posición estratégica en la navegación este-oeste sur-norte, y muy probablemente la existencia de un importante puerto con anterioridad a su llegada.
El mito de Tarteso es inseparable de Onuba. Pero sin entrar en la pugna por el podio de ciudad más antigua de Occidente, lo que es evidente es que los vestigios del cabezo de San Pedro sitúan el enclave urbano ya en torno al siglo IX a.c. Nadie dice que no pudiera ser aún más antigua.
Y es fácil imaginar, en todo caso, una importancia capital del puerto onubense, admitida por los investigadores desde antes del extraordinario hallazgo de las armas de bronce de la Ría, en 1923. Los cabezos tenían y siguen teniendo las claves que alimentan una percepción relevante de nuestra protohistoria y los tiempos inmediatamente anteriores.
Los arqueólogos, de los que en Huelva hay notorios, son cautos. Como científicos tratan siempre de no traspasar los límites de lo tangible, de lo contrastado. Pero siendo así sus pronunciamientos, habiéndolos dejado muy claros en su manifiesto por Tarteso, de 2012, hay un amplísimo campo de investigación abierto. A nosotros, ciudadanos de a pie, nos permite ilusionarnos con la confirmación de la grandeza protohistórica de la ciudad. Eso no debería restringirse, algo que pasaría al renunciar a los amados cabezos.
Huelva es realmente bella, no la afeemos cargándonos sus cabezos.
9 comentarios en «Huelva, la ciudad más fea del mundo… y el remate de sus cabezos»
Es necesario seguir protegiendo los cabezos, es nuestra seña de identidad como ciudad, dejemos a las nuevas generaciones una urbe medioambientalmente atractiva para la ciudadanía onubense y para las personas que nos visiten.
Tengo articulo dedicado a los cabezos de Huelva, pero la limitacion de espacio de algunos periodicos no me permiten publicarlo y para amputarlo como los cabezos, prefiero hacerlo para consumo interno ( con mis amigos).
Menos los especuladores, los catetos que no saben ni dónde viven, los que desconocen su identidad… El resto de onubenses sería muy feliz de saber que su historia, su patrimonio, y su memoria se pusieran en valor, pera esa corte de intelectuales y líderes/as estériles son y representan desgraciadamente al poder. Pero… No habrá ni perdón ni olvido catetos.
Muy buen artículo , dice verdades como puños , y si , Huelva …La Luz , si sueles viajar ….ves como hay ciudades bellísimas , pero la Luz de Huelva , tan característica es difícil de encontrar, hagamos por una vez algo bien y no tiremos al water cada día , una cuidad que pide a gritos , que la dejen contar historias a través de ella misma .
Pasear por Conquero, al atardecer con esa puesta tan bella de sol, divisar el estuario del Odiel desde el santuario Virgen de la Cinta.
Visitar San Pedro, eje de la Onuba y su calle la Fuente, que daba agua a la ciudad,la Catedral, o la Concepción.
Ir al paseo de la ría, viendo ese puente que ha dado tanta vida, tanta historia a la ciudad y disfrutar de un paseo en barco.
Ir a la playa de Huelva capital, tan original y protegido su espacio,
Pasear por el parque Moret, gran pulmón
Ir a la punta del Sebo, casa Colón, monumento a la virgen del Rocío, ver monumento a Colón en su emblemática plaza de las monjas
Comer gambas, choco, coquinas, jamón, pescado…ah! No dejar de dar paseo por un mercado único
Ver en el museo la historia antigua de Huelva el estadio…
Lo único que tengo que decir de los cabezos que tendrían que estar muy cuidados, porque son las colinas que identifican a esta ciudad, no tan pequeña, tiene 150 000 habitantes y por ambas Castillas hay varias ciudades que no superan los 50.000
Soy hija adoptiva de Huelva, mis hijos y mi marido son choqueros y cada día encuentro un rincón con encanto en esta Huelva que tanto quiero
vaya vaya con algunos, asi se hace patria….que mala baba y perdon por la expresion.que sabran algunos/as de belleza,deberian dar un paseo por otros muchos lugares.
Totalmente de acuerdo con Rakel
Muy buen artículo, llena de orgullo pertenecer a Huelva y haber nacido en la plaza de San Pedro.
Es una pena no haber mantenido una identidad tan marcada, original y hermosa en la evolución de la ciudad, como se han integrado lomas, cerros o cabezos, dentro del desarrollo urbanístico de urbes como Lisboa o San Francisco que, además, han aportado atracciones para pasear por ellos como los famosos tranvías.
Creo que nunca es tarde para mantener lo que aún nos queda y acudir a la creatividad respetuosa para continuar con una evolución necesaria de cualquier ciudad actual.
Gracias por ser la voz de la conciencia y despertar sensatez.
Huelva si es bonita no me parece que de la nada digan por la cara que es fea pues no, Ami si me gusta aparte que tiene muchas playas y pueblos hermosos es una buena ciudad