Redacción. Dentro de los pronósticos económicos y financieros para el 2020 no figuraba la rápida propagación del Covid-19, más conocido como Coronavirus. Las consecuencias sociales y económicas de esta pandemia que ha obligado a gran parte de la población a quedarse a resguardo en sus hogares aún están por definirse, al mismo tiempo que se espera una vacuna o tratamiento efectivo para hacerle frente a esta nueva clase de virus que azota en todas partes del mundo.
En cierto punto, nos preparamos para afrontar una reestructuración de nuestros hábitos y costumbres, al menos en el futuro cercano. Muchos ya lo experimentan hoy en día: sobrecarga laboral y emocional asociada al teletrabajo, incertidumbre que afecta al ánimo, falta de concentración y necesidad de algún tipo de contacto humano para aquellos que enfrentan el confinamiento en soledad. Por supuesto, los grandes mercados no son ajenos a este contexto, con fuertes caídas en las principales bolsas del mundo, alta volatilidad de valores de materias primas, devaluaciones abruptas de monedas y, en el caso de algunos países, crisis institucionales y de poder.
En definitiva, el Coronavirus ha puesto al mundo de cabeza y se está pensando en cómo seguir con la vida cotidiana después de que esto pase, o inclusive aprender a convivir con este virus. Más allá de los posibles efectos psicológicos del aislamiento, un tema no menor que los gobiernos y expertos deberán empezar a considerar, resulta interesante intentar empezar a pensar qué es lo que deberá enfrentar el mundo de cara a una nueva normalidad en materia de finanzas, economía y crecimiento global de cara al 2020 y más allá en el tiempo.
Mirar el pasado para comprender el presente
Como ante cada momento de relevancia internacional, que trastoca los cimientos más profundos de cualquier tipo de sociedad, es importante mirar el pasado para entender el presente y, de cierta manera, predecir lo que pueda ocurrir en el futuro. La crisis económica generada por el Coronavirus es asociable a lo que ocurrió a principios del siglo XX, cuando las Guerras Mundiales y el crack de la bolsa de 1929 obligaron a barajar y dar de nuevo a las grandes potencias de aquel entonces, abriendo la puerta al Estado de Bienestar y un nuevo paradigma económicos.
Diferentes expertos señalan que las secuelas que puede dejar el Covid-19 pueden ser similares, en donde el neoliberalismo deba replantearse algunas de sus reglas más ortodoxas. Además, puede cambiar muchas de las costumbres que, en parte, nos llevaron a este problema: turismo descontrolado, grandes concentraciones de población, priorización de las ganancias antes del bienestar social, especulación financiera y más. En ese sentido, sectores como las empresas de tarjetas de crédito han comenzado a mostrar un lado más humano al condonar deudas o refinanciar saldos de sus clientes, priorizando la urgencia que despierta esta crisis a nivel global.
Así como el Estado aumentó su tamaño y fuerza en las primeras décadas del siglo XX, algo similar puede ocurrir en el siglo XXI. De acuerdo al Premio Nobel de Economía del año 2013, Robert J. Shiller, uno de los efectos a largo plazo de esta experiencia podría ser “unas instituciones económicas y políticas más redistributivas”. En ese sentido, muchas reglas del juego pueden cambiar para orientar la riqueza a una distribución más justa entre ricos y pobres, con una especial mirada para el sector de los ancianos y los marginados, grupos sociales que eran las grandes víctimas de las políticas fiscales antes de la pandemia.
La economía que se viene
Entonces, si seguimos lo expuesto por el Nobel de Economía, podríamos pensar en una Estado con mayor presencia, lo que implica al mismo tiempo políticas fiscales y económicas que apunten a una mayor redistribución, afectando el margen de ganancias de los grandes grupos concentrados. Por supuesto, eso no es tarea sencilla. De alguna manera, podemos pensar que tuvo que surgir una pandemia para que las grandes fortunas aportaran una pequeña porción para la lucha contra la enfermedad y la prevención de nuevos contagios que pueden colapsar el servicio de salud pública.
En ese sentido, la inversión por parte del sector público y la creación de un nuevo paradigma a nivel de salud y educación también están puestos en jaque, afectando a las políticas macroeconómicas de los últimos años. En relación al primer sector, gran parte de los problemas asociados al Covid-19 se debe a la falta de inversión en salud pública de los principales países del mundo. La rápida ola de contagios reveló la fragilidad dentro de esa área, abriendo la puerta a un colapso que propició aún más el contagio y las muertes derivadas, muchas de las cuales podrían haberse evitado.
Con respecto a la educación, la modalidad online a la que millones de alumnos de todas partes del mundo debieron someterse han abierto el debate de nuevas formas de educación y la inversión que se necesita para que la igualdad de oportunidades de los niños y niñas del mundo sea mayor. No sería de extrañar, entonces, que en el futuro cercano los grandes cambios de presupuesto apunten a esas dos carteras, las cuales –al igual que ancianos y marginados sociales- también eran las grandes olvidadas por el neoliberalismo en estas dos primeras décadas del siglo XXI.
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En tanto, en lo vinculado al mundo financiero, las grandes potencias se verán obligadas a inyectar grandes cantidades de dinero para la producción y consumo, frenando el alza especulativa que se venía sucediendo en estos últimos años, algo que se podía ver tanto en Europa, Estados Unidos como en Latinoamérica. Con una economía casi paralizada, el rol del Estado ganan en importancia y acalla discursos pro mercado, al menos por el momento. Así entonces, volver a poner en marcha el trabajo cotidiano podría poner en una suerte de pausa a los sectores especulativos, o al menos también obligarlos a barajar y dar de nuevos.
Conclusiones finales
En relación a todo lo dicho hasta aquí, podemos reponer lo expuesto por el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía. En un estudio realizado de manera reciente por sus analistas, destacan que se podrán vivir «cambios sustanciales que nos conducirán inexorablemente a nuevas concepciones de los elementos de poder y soberanía de los Estados”. En esa dirección, coinciden con la necesidad de reescribir conceptos que hasta el momento parecían intocables, para dar lugar a una “interpretación completamente novedosa de conceptos clásicos, la defensa, la seguridad, como biopoder o poder digital, que ahora se van a conectar aún más».
De esta manera, la economía que se viene podría ser una gran combinación de recetas que han servido en el pasado para salir de las grandes crisis, junto a nuevas teorías que saquen provecho a la digitalización y conectividad que caracterizan a este siglo. Si bien aún las consecuencias finales de esta pandemia no están del todo claras, ya se puede vislumbrar un horizonte en donde los Estados del mundo recobrarán poder a costa de un mercado financiero retraído. “El mundo del dinero, los mercados bursátiles y de la inversión, entraron en pánico en el minuto uno de las crisis del coronavirus”, afirmaron desde el Instituto de Coordenadas, llamando a “reinventarlo”. Los próximos años, por no decir meses, serán claves en ese sentido.