Ana Rodríguez. María Auxiliadora González del Valle es una mujer de 36 años que trabaja, y muy duramente, en el sector de la restauración. Quienes la conocen saben que siempre tiene dibujada una sonrisa en la cara, una palabra amable en los labios y un gesto cordial en su trato cercano. Tras esta aparente normalidad se esconde una guerrera, una persona fuerte que lleva luchado contra la bestia negra del cáncer desde que tenía dos años. Siempre le ha plantado batalla y siempre la ha ganado. Van 6-0.
Lejos de tristezas y recuerdos negativos, Auxi, como la conocen familiarmente, es pura alegría. Cuando le preguntan cómo es posible tener este ánimo, ella responde: «la negatividad está ahí, pero pienso que hay que tomarse la enfermedad como algo positivo. La gente, cuando se entera de mi historia, me pone cara de pena, pero ojalá ellos fueran la cuarta parte de lo feliz que soy en mi vida y es gracias a lo que me ha pasado. La enfermedad ha hecho que desde pequeña tenga ganas de querer vivir. La gente no es consciente de que la salud es lo más importante que tenemos . No lo son comprar un coche o una casa, lo importante es sentirte bien contigo mismo y ser feliz te pase lo que te pase. Yo estoy todo el día riendo y disfrutando cada segundo porque, para mí, es un premio y estoy súper agradecida«.
Afrontar con esta positividad el día a día es su mejor escudo protector, el cual genera un halo que la hace tremendamente atractiva como persona. Y eso que, como ya se imaginan, Auxi no lo ha tenido nada fácil…
Nació en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, pero se crió en un pueblo de la Sierra de Aracena llamado Fuenteheridos. Cuando era muy pequeña, solo tenía dos años, siempre estaba resfriada, pero como era una bebé gordita, al principio los médicos no se percataron de que debajo de aquella pancita infantil había un tumor de dos kilos y medio. Un día, su médico de cabecera palmó algo que no le gustó y en 24 horas sus padres hicieron una maratoniana ruta de urgencia de Fuenteheridos a Sevilla pasando por Aracena y Riotinto. En cuestión de horas, la familia recibía la terrible noticia: su hija tenía un sarcoma abdominal -con metástasis en todo el cuerpo- y las esperanzas de que sobreviviera eran escasas.
«Yo era la primera niña por parte de mi familia paterna, así que todos tenían una ilusión enorme conmigo. Las dos familias se quedaron destrozadas… menos mi madre, el pilar fundamental de toda esta película. Ella siempre tuvo una fuerza y una esperanza de que a mí no me iba a pasar nada y la irradiaba a los demás», afirma emocionada Auxi.
Efectivamente, su madre -como suele pasar con los pálpitos maternos-, no se equivocaba. Tras extirparle el tumor una semana más tarde, la niña se recuperó y siguió adelante. Aquel hito era sólo el punto de partida de una carrera de fondo que, a sus 36 años, ha tenido cinco escalones más: «he tenido melanoma, osteosarcoma, carcinoma en el tiroides… En total, en mi vida he pasado seis cánceres, todos diferentes, y he recibido tratamientos de todo tipo. Ahora bien, los tratamientos que te ponían hace 30 años, no tenían nada que ver con los de ahora. Eran muy agresivos, los de ahora son más leves y más efectivos».
A pesar de haberse pasado media vida en el hospital, Auxi se ha formado y desarrollado una carrera profesional como cualquier persona con inquietudes. Se mudó a Sevilla con 16-17 años, y estudió Comercio Internacional, Administración y Gestión de Empresas y Derecho Laboral. Trabajó para una empresa llevando temas de contabilidad pero, como siempre se había dedicado a la hostelería, y realmente era lo que le gustaba, se especializó en el sector. De hecho, es coctelera, barista y cortadora de jamón profesional y actualmente trabaja en el restaurante del hostel Toc de Sevilla. «He hecho un poco de todo. Además de llevar la carga, o la suerte, del cáncer, que me hace estar muy viva y valorar mucho mi vida», destaca la profesional.
A día de hoy, Auxi afirma que está «totalmente sana». Por fortuna ninguno de aquellos terribles tumores se reprodujo, lo que no quita que deba dedicar gran parte de su tiempo a acudir a frecuentes revisiones y controles con los especialistas. En este punto, admite que se siente muy agradecida al sistema sanitario español y a su servicio gratuito, pues es consciente de que «si hubiera nacido en Estados Unidos, estaría muerta».
En el Hospital Virgen del Rocío, su segunda casa, comenzaron a tratarla desde pequeña los doctores Ana María Álvarez Silván e Israel Fernández Pineda, dos médicos para los que sólo tiene buenas palabras: «tengo una relación magnífica con ellos, son excepcionales, y sobre todo humanos. Les dedicaban a todos los niños su tiempo. Para ellos no sólo éramos un paciente o un número, ellos conocían a las personas y eso es importante».
A través del centro hospitalario hispalense, Auxi entra en contacto y ayuda a jóvenes que, como ella en su momento, están padeciendo un cáncer y no saben con qué armas combatirlo. «Yo, a los chicos que se vienen abajo, les digo ‘si no quieres superarlo, ten pena de ti, pero si quieres superarlo, tira para delante’. Las consecuencias son el fruto de haberlo intentado. Esto hay que tomárselo con una filosofía alegre. Ya sé que con la quimioterapia se te cae el pelo, vomitas, te sientes mal… aún así hay que sacarle lo positivo a la historia. Me tomo la enfermedad como si tuviera un máster de vida», sentencia la luchadora.
Socia de Andex Sevilla, uno de los momentos más entrañables cuando pasa por el área de Oncología Pediátrica del Virgen del Rocío, es cuando los pequeños, en su inocencia, le tiran del pelo para confirmar que no lleva peluca. «Al final son ellos los que me acaban dando un chute de energía», asegura.
En suma, Auxi González es sinónimo de valor, de fuerza, de vitalidad. Una mujer que ha aprendido a hacer frente con una sonrisa a la crudeza del cáncer porque, como ella misma suscribe cada día, «¡La sonrisa es la única curva que endereza cualquier situación torcida!».