Miguel Mojarro. El último tercio del siglo XX, al tiempo que contemplaba el auge de las nuevas tecnologías y las comunicaciones, observó con sorpresa los problemas que los casinos tenían con dos enemigos: La economía y el uso de sus salones como lugar de encuentro.
El primero de ellos, la economía, es fácilmente comprensible por el ciudadano medio, que es el gran usuario de los casinos. Los socios dejan huecos cuando nos abandonan por ley de vida y con ellos sus cuotas mensuales. No es que sean altas en general, pero son la única fuente de ingresos con que cuentan estas instituciones.
Los ingresos disminuyen, pero los gastos son los mismos, incrementados por la subidas inevitables de los servicios: Luz, agua, limpieza, mantenimiento, prensa, canales de TV, …
La solución, compleja, se relaciona con el segundo de los problemas mencionados: Los salones están escasamente utilizados por unos socios que cada vez son menos.
Ya no cabe lamentarse de que son contadas las nuevas incorporaciones que incrementen el número de usuarios y la vida social interna. Eso es cuestión a veces de difícil planteamiento y peor solución. Pero una cosa es indudable: Si la vida, la sociedad y el ocio son distintos de cómo eran hace un tercio de siglo, no parece viable que las entidades permanezcan ancladas en viejas costumbres y hábitos sociales.
Hay que moverse y bailar al son de una música que es nueva, aunque se mantengan los encantos y valores de lo anterior. Pero si los vientos cambian, habrá que modificar la posición de las velas, para seguir siendo «casinos».
Hay un movimiento entre los casinos de Huelva, que está con el periscopio levantado, observando cómo está el entorno y adoptando las medidas pertinentes, que le permitan adaptarse adecuadamente.
En el mundo de la biología actual, se abre paso a una corriente de opinión que complementa a Darwin: La evolución de las especies, no depende de ser fuerte, sino de la capacidad de adaptación de sus individuos. Por eso somos como somos, por las sucesivas adaptaciones sufridas (O conseguidas).
Los casinos son una especie que heredó la tradición del asueto histórico, se desarrolló en plenitud en la primera mitad del siglo XX y sufrió los envites de cambios brutales en el último tercio del mismo. La adaptación es el único recurso posible, para entidades que lucen valores que fueron faro de la vida social en los pueblos.
Y esos valores pasan por entender el futuro. Sin renunciar a nada. Pero subiéndose al pescante del carro adecuado. Sin miedo, pero sabiéndolo hacer.
Entre los casinos que se han atrevido a este camino, varios son los que marcan el paso: Aroche, Nerva, Beas, Corrales, Cortegana de Arriba, …
Hoy queremos señalar uno, que, contra viento y marea, sigue empeñado en profundizar en la única adaptación posible a esta nueva vida social en los pueblos: El Casino de Rociana. Porque hoy se cumplen siete años de nuestra primera ponencia en Huelva sobre los casinos.
Varios artículos nuestros y un par de publicaciones, aportan razones de peso a esta lucha encomiable de los casinos. En nuestra web puede constatarse (A lo largo de varios años) nuestra posición y argumentos en favor de la Cultura, como deseable (Y única posible) salida de los casinos hacia el desarrollo y la recuperación de sus valores.
El Casino de Rociana, al que conocemos en profundidad desde hace siete años, opta por el sentido común, la recuperación de valores históricos, el prestigio como bandera y ser la referencia, no de un pueblo, ni de una zona, sino de toda una provincia … y algo más.
Subirse al carro de la Cultura y tomarla como principal baluarte de la vida casinera, es, no sólo un acto de valentía, sino también de solidaridad con la sociedad local. Porque la Cultura fue durante más de un siglo, el nexo de unión de los socios de la localidad.
En uno de nuestros artículos publicados, definíamos la Cultura como aquello que permite al hombre disfrutar fuera del aburrimiento. Son Cultura el dominó y el billar, el folklore y el teatro, las charlas y la lectura de prensa, el café solitario y la cerveza compartida, las charlas de los que saben y las preguntas de los que escuchan, la historia en un libro y la narración de quienes estaba allí, los debates sobre un tema y las mesas redondas que amplían la perspectiva, un cuadro que se expone porque sí y una naturaleza que se visita, …
Y un baile, como aquellos de antes que marcaban festividades como la Navidad y el Fin de Año o los recordados «Sesión vermut», que daban ocasión de relaciones deseables.
Rociana ha hecho más amplio este abanico de posibilidades de desarrollo y adaptación, añadiendo imaginación y saber hacer a esa difícil tarea de convertir a un casino en seña de identidad de los Casinos de Huelva.
Hay otros casinos que iremos mencionando en estas páginas. Pero hoy, queremos empezar el año en este lugar del Condado, que se ha atrevido.
Prueba de que se está haciendo bien la adaptación, es que en Segovia, un lugar frío en la Meseta Castellana, saben que existe Rociana, un lugar cálido en el Sur.
Como me decía un día un amigo de allí: «En vacaciones estuve en Rociana. Y en el Casino. Hablé de ti con el señor que lleva el bar, Eduardo, que te recordaba y me invitó a un excelente frito inventado por él».
Eduardo ya no está. Pero mi amigo de Segovia sigue recordando donde está Rociana y su Casino.