A.R.E. Hacer la maleta con 22 años, sin haber salido antes de casa, y marcharse a un país que apenas conoces, que habla un idioma distinto al tuyo y en el que sabes que te espera un largo y difícil camino hasta alcanzar aquello que te habías propuesto. Así ha sido la experiencia de Rocío del Alba Medina, una onubense que lleva cinco años en Alemania y que es un ejemplo de lucha y superación para los jóvenes de hoy día.
Rocío es actualmente profesora en una guardería bilingüe en Berlín, puesto que ha logrado tras muchos esfuerzos para aprender la lengua germánica y horas de trabajo para pagar y sacarse los estudios de Pedagogía del Arte en este país. Conseguir entrar en el sistema educativo alemán ha sido para ella el premio a tantas pruebas superadas en estos cuatro años.
Pero hasta 2012, Rocío tenía una vida tranquila y feliz en Huelva capital, donde residía con sus padres y su hermano y visitaba de vez en cuando Villalba del Alcor, localidad natal de su padre, y Almonte y El Rocío, de donde es su madre.
Tras terminar el Bachillerato de Artes en el IES León Ortega, su plan era seguir con la formación artística y estudiar Bellas Artes, pero por las circunstancias del momento no fue posible, así que optó por hacer la carrera de Educación Infantil en la Universidad de Huelva. Lo curioso es que, contra todo pronóstico, descubrió que su vocación era ser maestra de Infantil.
Fue entonces, en su etapa universitaria, cuando se fraguó su cambio de residencia, como nos relata la propia Rocío:
– ¿Por qué decidiste irte fuera?
– En el último ciclo de mis estudios de Educación Infantil, en el año 2011, hice amistad con Erasmus alemanes en la Universidad de Huelva y eso me creó curiosidad por Alemania. Ya me había planteado vivir algún día en el extranjero, no dudé en aprovechar la oportunidad al conseguir una beca Erasmus para terminar mis estudios en Würzburg (en el sur de Alemania). Decidí arriesgar e irme en 2012 para empezar una nueva vida, tan sólo con una maleta, 22 años y sin apenas conocimientos, no sólo de alemán, sino también de la vida ya que por entonces yo apenas había visto mundo.
– ¿Cómo fueron aquellos primeros tiempos?
– Tras esos inolvidables meses de adaptación a la cultura germana y el esfuerzo mental constante por aprender alemán, decidí que el esfuerzo mereció la pena y me quedé para hacer unas prácticas durante 12 meses en una guardería de Bamberg. Allí viví a duras penas, porque a pesar de trabajar a tiempo completo no me pagaban nada (lo normal es que en Alemania te paguen un mínimo por tu labor en prácticas). Lo bueno fue que en esa etapa por fin comencé a entender y a hacerme entender en alemán. Aprendí, sobre todo, con los niños de la guardería.
– ¿Qué hiciste entonces?
– Tras terminar el practicum en la guardería, mi objetivo era seguir estudiando, ya que por entonces hubiese sido casi imposible conseguir un empleo dentro del sistema educativo alemán por el manejo del idioma que eso exige. Quise entrar en la carrera de Pedagogía del Arte para algún día poder dar clases de Educación Plástica. Para ello dediqué mucho tiempo de preparación y dinero, a la vez que trabajaba un par de días a la semana en la producción de una fábrica de la empresa Continental. Fue duro para mí, porque el trabajo no me hacía feliz y además tuve que presentarme varias veces a los exámenes de acceso a la universidad. Como dice el refrán «El que la sigue la consigue», y al final aprobé con buen nivel para poder estudiar en las universidades de Alemania. Ese chute de autoestima me llevó al paso siguiente, y para ello me mudé a Berlín a finales del 2015, para conseguir un empleo relacionado con la Educación.
– Y lo encontraste…
– Sinceramente, no tuve que buscar mucho. De las cuatro guarderías bilingües de español y alemán a las que mandé mi currículum, me llamaron de un par y en una de ellas me quedé trabajando hasta la actualidad. Creo que tuve bastante suerte, aunque también es verdad que ahora mismo en Berlín hay muchísima oferta de empleo para educadores. Y lo mejor es que, al ser un centro bilingüe, te permiten y se me exige que trabaje en mi propio idioma. Este concepto de pedagogía es genial, sobre todo porque está enfocado a la diversidad cultural.
– ¿Qué te está aportando, a todos los niveles, esta experiencia?
– En Berlín se aprende sobre todo a ser tolerante y a valorar lo que es diferente. Berlín es una ciudad donde la gente puede permitirse ser auténtica porque no hay ningún canon social establecido. Al principio cuesta un poco hacerse un hueco en la sociedad, pero tarde o temprano se logra y entonces sientes que has encontrado el lugar que te corresponde.
– ¿Cómo es Berlín?
– Es fácil conocer a gente nueva con la que compartir intereses comunes. Y me refiero a gente de cualquier nacionalidad, porque la ciudad ofrece una gran variedad de actividades abiertas al público. Hay mucha vida y entretenimiento vayas a donde vayas: se puede practicar todo tipo de deportes, es fácil perderse en plena naturaleza a las afueras de Berlín, hay lagos que parecen playas, hay festivales, conciertos al aire libre, eventos culinarios del mundo, la política se vive en la calle, arte, multicultura, cines a la vuelta de la esquina, etc.
Berlín no sigue el concepto de «gran ciudad», no tiene un centro, sino que cada barrio encierra el suyo y crea su propio carácter. Es una ciudad del mundo, un lugar donde encontrarse a sí mismo dentro de la sociedad, aprendes a tratar a todo tipo de personajes, te enfrentas a nuevas situaciones y creces porque, con el tiempo, aprendes inconscientemente de todo lo que has vivido en poco tiempo.
– ¿Cuáles son tus planes?
– La verdad es que me siento en la recta final de mi etapa en Alemania. Claro que todavía tengo asuntos y objetivos que cumplir, como reunir más experiencia profesional y más conocimientos, pero ya he recorrido un camino muy largo y estoy orgullosa de lo que he logrado personalmente. El haber superado muchas dificultades y problemas sola y haberme hecho independiente, esa fortaleza me la llevo conmigo cuando regrese a Huelva con los míos. Estoy feliz con mi trabajo de maestra en Berlín, pero ya siento que va siendo hora de volver al lugar que me vio nacer. Huelva es un tesoro en la tierra.
– ¿Qué piensa tu familia y amigos de tu aventura?
– Toda mi familia y amigos de Huelva han notado la gran influencia que ha tenido Alemania en mí, y aunque nos gustaría tenernos cerca, están orgullosos de mí por haber sido capaz de abandonar una vida de comodidades y calidad en Huelva para hacer algo diferente y emocionante con mi vida.
– ¿Cómo te planteas tu futuro profesional?
– Mi futuro será, por supuesto, volver al menos a España. Con toda la experiencia que he obtenido, quisiera aportar mi granito de arena a la sociedad española y mejorar la educación. Hay que fomentar, sobre todo, el aprendizaje de otros idiomas desde edades más tempranas, es fundamental para que nuestros niños tengan más oportunidades en la sociedad. Una idea que tengo es crear un centro de Educación Infantil con oferta educativa español- alemán. Pero ya se verá con el tiempo.
– Para terminar: un mensaje a los onubenses.
– A la gente de Huelva les digo que deben amar nuestra tierra. Y el que no sepa hacerlo tendría que marcharse el tiempo suficiente para valorarla. Es verdad lo que se dice: «uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde». La luz del sol, las playas, la alegría de la gente y la buena comida, te crea un recuerdo que duele cuando no puedes disfrutar de ello.
¡Muchas gracias Rocío y mucha suerte!