Adolfo Morales. Podríamos abrir un debate sobre el sentido de pertenencia, para ahondar en la idea de vínculo universal, ese sentimiento espontáneo que convoca en un mismo escenario a aquellos que aman la tierra a la que identifican como parte de su misma genética con aquellos que son atrapados en la fraternidad de los sucesos más inesperados de un paisaje, los olores cautivos de la primavera o las tardes refrescantes del estío del este sur viajero y atlántico.
Manolo Carvajal descubre inesperadamente Huelva en 1957, cuándo su padre funcionario de la administración es destinado a nuestra ciudad. Así un chico de 10 años deja atrás su Málaga natal, justo en el momento en que Picasso, su paisano, compone su particular reinterpretación de Las Meninas para enfrentarse a estos nuevos horizontes desde la atalaya de la calle Juan de Niño, en la “Huerta Mena”, muy cerca de la estación de servicio que se la conocía coloquialmente como “Cabo Cañaveral”.
Su periplo tanto en lo personal como en la afición más principal, la fotografía, tiene un referente en el recurrente río Guadalquivir con esos juegos de aparecer/desaparecer que han sido una constante en su vida. En esta tesitura, Manolo deja Huelva a los 16 para continuar sus estudios en Sevilla hasta concluir con su Licenciatura, no sin dejar de volver durante las vacaciones. Recuerda con especial emoción, aquellos días de Universitario en los que “estaba mucho más en otras cosas” que en la misma carrera, dedicando tiempo y pasión a otro de sus principios, la Equidad, la Justicia o la Libertad, de tal modo que perteneció y participó activamente en el PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (INTERNACIONAL) PCE (I), como una obligación moral a la que no debía renunciar. Años después, ya licenciado y España constituida como Democracia aunque en pañales, decidió dedicarse a su otra gran pasión, La Física, a la que se dedicó tiempo y entusiasmo, resumiendo este período con sus palabras “voy a ver si ahora me dedico a la física”. En la óptica política de estos tiempos, reflexiona no sin cierta desazón y mantiene que “lo nuevo no es nuevo”, así como, que los métodos organizativos siguen siendo una pura experimentación democrática que no alcanzan el grado de madurez ideológica.
Carvajal, gesticula cuándo habla para apoyar su discurso amable, sosegado y reflexivo, dejando al interlocutor que forme parte del mismo, gestionando exquisitamente el prorrateo de los argumentos.
Imparte clases por vez primera en Écija, allí está durante dos años, posteriormente marcha a Barcelona y al Prat de Llobregat en donde discurren cuarenta años, tiempo en que Huelva está esquiva como el Guadalquivir. Son los últimos quince años, en los que la impronta del Rio Tinto le reclama, y es cómo de nuevo vuelve para pasar parte de sus vacaciones, fotografiando incesantemente de sol a sol, las texturas, los lamentos, la sabia que la tierra expulsa, a través de mecanismos de oxidación de sulfuros y la formación de gossan. Estos ácidos que conjuran este particular territorio de vida, concitan una irrefrenable atracción. Como él dice, en respuesta a este reclamo, “descubro el Río Tinto”, “y redescubro Huelva”.
Desde su primera instantánea, con aquella Kodak, en la que encontró al otro lado a sus padres, y que estos cariñosamente le dedicaron “al fotógrafo más guapo de Tetuán” con tan solo 7 años, el encuentro con esta técnica de expresión, pasó por etapas de serenidad y apasionamiento, hasta que definitivamente encontró en la fotografía un medio con el continuar si no perpetuar, las sensaciones que podía conseguir con ella.
El bohemio periplo de Carvajal, cierra el círculo cuando se jubila hará unos 8 años, a la pregunta “a ver Manolo, tú que quieres hacer?” que se hace a si mismo, vuelve ese río a reaparecer y es cuando decide adquirir una casa en Corrales para volver y reencontrarse con muchas cosas que quedaron en el aire, sin olvidar nada de todo lo bueno, que antes no llevase en la mochila.
Ha expuesto en muchas ocasiones en Huelva, Málaga, Barcelona, Prat de Llobregat… esencialmente su “imagen desnuda en fotografía abstracta”, composiciones en base a texturas, manchas de color, que no dejan de ser más que extraordinarias visiones de la tierra, y su otra experimentación bajo el título “La Memoria de Vuelta. Huelva” y actualmente Málaga donde expone en el espacio expositivo de la Diputación de Málaga, exposiciones que se conforman con montajes que combinan la ciudad de antes con elementos de la actualidad, abriendo una puerta en el tiempo, por la que los casuales transeúntes deambulan en una u otra dirección.
“En el fondo la fotografía es subversiva, y no cuando asusta, trastorna o incluso estigmatiza, sino cuando es pensativa”. RolandBarthes