Salomé de Miguel (Grupo Azoteas)
Comenzamos hoy una serie de artículos en los que la Historia es protagonista de una visión social de los Casinos. Protagonista y soporte de aspectos de los Casinos que conviene tener en cuenta para entender su realidad actual. Porque los Casinos, hijos del Siglo XIX, recogen en su seno toda la esencia de la vida de los hombres en las distintas épocas de nuestra Historia.
Desde la vida dolménica de El Pozuelo, en lo que después se llamó Zalamea, hasta la mitad del siglo pasado (El XX), hombres y mujeres han sido responsables de roles diferenciados, que las distintas sociedades han definido. Éste es el fundamento de lo que hoy proponemos como análisis y reflexión: Roles sociales que hombres y mujeres han asumido durante siglos.
En los dólmenes de El Pozuelo, la dureza de la vida separó las actividades de ambos y distribuyó tareas diferentes a hombres y mujeres. Caza y defensa para los hombres, para sobrevivir en un medio inseguro. Hogar e hijos para las mujeres, sin lo cual no sería posible la subsistencia.
En la Salamanca de los primeros poblados cercados de piedras (Yecla) y en la orillas del Miño (Santa Tecla), mujeres y hombres mantienen los roles que la supervivencia asigna, en función de las habilidades y destrezas de cada género. Con la curiosa salvedad del marisqueo, que ya entonces era «afición» de las mujeres. Mientras los hombres peleaban con el mar, las mujeres ordeñaban las aguas de la orilla, tan peligrosa o más que la lejanía.
En la Edad Media, guerras, propiedades y negocios eran roles masculinos, mientras las mujeres copaban los mercados, los hogares y los servicios más o menos decentes. Más aún: Los hombres son hechos caballeros en públicas ceremonias, por sus hazañas de valor y fuerza, mientras las mujeres hacían honor al nombre de Dios, en los conventos y en las iglesias, bajo la orientación de hombres, que eran autoridad pública en temas de moral. Increíble.
Mientras, desde los tiempos de gloria cultural de la biblioteca del monasterio de Suso (San Millán) y otros centros monacales de nuestra Edad Media, la Cultura se empadronó en los monasterios, que para eso era lugar bien gestionado por los monjes. Hombres debidamente preparados en la meditación y el saber. Pero hombres.
Al tiempo, los conventos femeninos eran lugares de oración y de ayuda a los necesitados, en los que las mujeres asumían su papel de sencillez, humildad y misticismo, que siempre fueron leales a lo sencillo y auténtico.
Siguiendo adelante, en la luminosa Edad Moderna, los salones se llenaban de pompas y boatos. Pompas en lo civil y boatos en lo eclesiástico. Hombres que presumen porque es su rol, mujeres que se lucen porque es lo que toca y eclesiásticos que validan con su presencia el reparto de tareas en la alta sociedad.
Y así podemos seguir hasta que ese desconocido siglo XIX abrió las puertas del progreso, no sólo económico, sino social y cultural. Es entonces cuando la Cultura inicia su particular edad media, que siempre ha sido una sala de espera del progreso. Surgen la industria poderosa y los comercios entre países, los ateneos impulsores y los estudios seglares, la política abierta y los conflictos sociales. Y España cambia, da tumbos y bandazos, recorre y despilfarra regímenes políticos, los hombres se pelean y las mujeres aparecen en el ámbito social diverso y nuevo.
Mientras, han nacido los Casinos, hijos de los hombres y hogar de sus necesidades y conveniencias. Que nadie los culpe de ser lugar de hombres, porque fueron ellos los que los crearon y los desarrollaron. Legítimo y lógico.
En los Casinos se concreta el rol tradicional de los hombres, siempre apoyando los negocios, el ocio y la independencia de la vida social convencional. La que siempre ha diferenciado la actividad social de hombres y mujeres.
Es lógico, porque los Casinos han sido desde su origen obra de hombres y objeto de su atención.
Pero llega ese tercio final del XX, con la eclosión de la tecnología al servicio de los medios, de las comunicaciones y de lo laboral. Pero nunca momentos tan magníficos como este hito tecnológico, han venido solos, sino acompañados de sus dos hermanos gemelos: La Cultura y la Sociedad, los dos grandes beneficiados de cualquier cambio profundo.
El XX ha sido tiempo de capítulo especial en la Historia de la Humanidad: Tecnología, Cultura y Sociedad, terminan el siglo XX como formas eclosionadas de toda la vida anterior, como si todo ese largo periodo desde «el origen», haya sido simplemente una lenta preparación para el brusco nacimiento de un nuevo mundo. No sé si mejor o peor, pero radicalmente distinto y con peculiaridades nunca imaginadas.
Son las dos formas, anterior y posterior, a la metamorfosis social que la humanidad sufrió (O disfrutó) en ese tercio final del siglo XX.
Y, a todo esto, los Casinos como entidades sociales que han superado guerras, vaivenes económicos, tormentas políticas y bandazos de costumbres.
Han sobrevivido y se han superado. Han salvado sus valores y han hecho su trabajo. Por los hombres y para los hombres. Como era previsible, dados sus orígenes exclusivamente masculinos. Lógico y legítimo.
Cambia el siglo y aparecen horizontes ya consolidados en la presencia femenina en el mundo occidental, que es el nuestro. La cultura, la economía, la industria, lo mercantil y lo bélico, han visto irrumpir a la mujer en sus primeras páginas. Es uno de los efectos de esa revolución tecnológica de finales del XX, con su transcendencia cultural, económica, laboral y religiosa.
Los Casinos, en su sitio, con sus valores y sus atractivos. Pero, como son compañeros de viaje de la mencionada revolución, han abierto sus puertas a unos inquilinos poco habituales como socios y participantes de pleno derecho: Las Mujeres.
Son tiempos diferentes (ni mejores ni peores), porque esta sociedad nuestra ha decidido que hay que superar la Edad Contemporánea (Así llamada en los libros) y comenzar la andadura por otra Edad que aún no tiene nombre, pero que ya se lo pondrán los sesudos dirigentes (Hombres, por supuesto), que tienen asignada la tarea de poner nombre a lo que existe.
Lo cierto es que los Casinos ya han pasado ese Rubicón del cambio de Edad y tienen en sus listas a mujeres que entran en los salones con el carnet en la boca, en sus directivas hay mujeres que hablan, deciden y votan (Almonte,…), en la presidencia tienen mujeres que «mandan» (La Zarza), hay salones que se llenan de mujeres los fines de semana (Rociana…),…..
Los Casino no deben dejar de ser lo que han sido y son, pero hay un nuevo tiempo que ya ha comenzado en sus salones. Y si no que se lo pregunten a los de Nerva o Riotinto, en cuyos salones y directivas las mujeres están y son.
Hoy iniciamos perspectivas históricas de los Casinos o reflexiones casineras a través de la Historia. O ambas cosas a la vez.
El próximo artículo gozaremos del color de piedras que dieron cobijo al ocio de los hombres. Mientras tanto, las mujeres estaban detrás de esas piedras. Cada uno en su papel. Los hombres, construían y jugaban. Las mujeres rezaban.
Hoy estamos viviendo un tránsito que parece no haber sido descubierto y valorado en su justa medida. Pero con el paso de los años, muchos, los libros hablarán del nacimiento de esta nueva Edad de la que somos testigos.
Y los Casinos seguirán haciendo historia en cada pueblo.
Dentro de ellos, hombres y mujeres.
Equipo Azoteas
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3 comentarios en «Los Casinos y la Historia: Las Mujeres»
Da gusto leer a Salomé exponiendo las razones y atributos de las mujeres “casineras” que, gracias a los logros sociales y laborales obtenidos desde 1791 con su «Déclaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne» que sirvió de auspicio en la Revolución Francesa, y el posterior derecho al sufragio femenino obtenido a finales del siglo XIX que dio pié a los innumerables “derecho de voto” generado en múltiples naciones europeas, americanas, y de gran parte del mundo a lo largo del pasado siglo XX. Méritos que son bien merecidos, por la importante aportación de la mujer en todos los ámbitos social, laboral, educacional etc.. y cuyo verdadero logro se habrá conseguido el día que no haga falta hablar de ello, pues será señal de que ya habrá sido aceptado de una manera natural.
Lo casinos de nuestra Huelva están en ello y me hace feliz enterarme a través de este grupo “Azoteas” y contemplar como D. Miguel deposita su confianza en tan prestigiosa colaboradora. Un abrazo a todo el grupo.
Amigo Benito:
Muchas gracias por tu apoyo a nuestro grupo.
Un abrazo.
Miguel Mojarro.-
En nuestro grupo las disciplinas están distribuidas con una cierta armonía ( A veces no). Los dos sociólogos (Miguel y Manrique) a lo suyo, Nieves y yo a los temas de Historia y Gabriel a la fotografía de espacios.
Nos alegra mucho su comentario y le agradecemos su valiosa opinión.
Efectivamente, ese siglo XIX ha sido clave en muchos aspectos de la vida occidental, especialmente en la salida de la mujer de su oscurantismo tradicional. Basta con analizar la vida y obra de Victoria Kent y Clara Campoamor, (Nacidas en el último peldaño de ese siglo), para percibir el efecto de su proyección social.
Muy distintas ambas, pero necesarias en aquel momento del primer tercio del siglo XX en el que en España se abrió la caja del sufragio.
Pero Victoria creo que tiene más calado intelectual y social (Tal vez por ser del sur).
En todo caso, gracias por sus opiniones, amigo Benito. Esperamos estar a la altura.
Nuestro afecto.