En recuerdo de ‘El Piyayo’

 (Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)

Miguel Mojarro. 


Festival de Cine de Huelva

Hoy tocaba otro tema, anunciado ya la anterior semana. Pero siempre hay imponderables que obligan al cambio, aunque éste sea momentáneo.

El Piyayo.
El Piyayo.

Hace unos días, cuando los Reyes Magos llenaban las radios y los medios de cada lugar con ese color esperanzado y jubiloso que se ha construido a su alrededor, recibo la llamada de un amigo. Un amigo del Sur, socio del Casino de uno de los lugares más queridos.


Puerto de Huelva

Y nos alegramos de hablar ambos, de oír nuestras voces de amistad y cariño, pero algo intuí que había más allá del feliz encuentro telefónico.

Y se confirmó, en términos que hubiera querido no escuchar: El Casino, nuestro Casino, estaba en estado de salud social y económica precaria. Como otros varios de nuestra provincia. Como otros que se fueron hace unos meses, hace unos años, ... Como otros que se irán dentro de algún tiempo.

Cuando esa noche me quedé solo en mi estudio, puse en los altavoces música variada, preparada ya para sonar de forma ininterrumpida en los ratos de trabajo.

Un casino, amigo de mi gente, de mi historia, de mis raíces, … Aún vive, aún abre sus puertas con timidez a una sociedad que en su día era asidua. Pero tiene el mal del ocio, cuando éste busca otros derroteros y los asiduos ya no están.

Pero en su entorno hay gente que lo ha vivido muchos años, que lo ha heredado de sus anteriores que lo crearon, que lo ha disfrutado en fechas como éstas, … Hay gente fuera, pero no dentro, que es donde tiene que estar la gente que tiene en su vida patrimonios que sus padres fundaron y costearon.

Cuando cierra un casino, se muere un trozo de la vida anterior, de los valores que edificaron los padres, del patrimonio que se construyó desde los vicios y las virtudes de un pueblo.

No son incompatibles el placer del ocio con solera larga y el asueto que busca lo nuevo, ante los cantos de sirena de tiempos atractivos y seductores.

¿Quién no ha amado al tiempo dos mujeres, aunque sea bajo el influjo de la juventud y el pretexto  de lo efímero?

En el Sur tenemos el color propio del fandango y el calor heredado del bolero. Hijo de la Historia uno y conquista cultural el otro. Y ambos comparten el Andévalo, el Condado y la Sierra, de la mano de una inteligente sensibilidad. O de una sensible inteligencia. Que no es lo mismo, aunque lo parezca.

Y amanece para ambas formas de belleza, porque al sol siempre se le ocurre ser inoportuno. Con el amanecer, desaparece el embrujo de dos amores, sean dos estilos de sonidos o dos formas de mujer. O dos placeres, el color y el calor, que a veces comparten momentos y lugar.

Niebla. Las tres sedes del Casino.
Niebla. Las tres sedes del Casino.

Eso ocurre con fandango y bolero, que han sabido sentarse en las noches de nuestros casinos, algunos de los cuales ya no están. Hoy, otro está herido de problemas. Aunque en sus Navidades el fandango y el bolero reinaran en la abundancia de otros tiempos.

Un biólogo, bien conocido por todos, comentó en una ocasión, contradiciendo la supuesta peligrosidad de los lobos, que «solamente el hombre es animal que mate sin que sea necesario para vivir».

Un sociólogo (también muerto en accidente de helicóptero, que casualidad), Santiago Amón, comentaba con cierta resignación: «El hombre es capaz de crear patrimonios admirables y posteriormente destruirlos».

Se refería a las sociedades que fueron capaces de destruir edificios romanos para construir mezquitas con sus restos y destruir mezquitas para cimentar con sus trozos los muros de un templo cristiano.

Pero yo quiero cambiar hoy el sentido de las palabras de Amón y aplicarlas a los Casinos, emporios de cultura y templos del ocio. Cultura y ocio, los dos grandes logros del humano.

Hay una letrilla en una copla de Valderrama (Aquel tan nuestro), que decía:

«… Se ha muerto el Piyayo …
Si oyes doblar las campanas
no preguntes quién se ha muerto
porque a ti te lo dirán
tus mismos remordimientos».

Y es que el humano es incapaz de hacer convivir patrimonio y progreso, tal vez porque no es tan inteligente como decían sus madres.

Mayte Martín.
Mayte Martín.

Dos amores, el pasado y el progreso, que se enfrentan en cada uno de nosotros cada vez que aparece la seducción del brillo nuevo.

Dos amores, que no necesitan la propia destrucción, porque son capaces de convivir. Y es el bolero, que tiene voces que parecen creadas por él y para él, quien clama los amores múltiples. Que no es infidelidad ni apostasía tener dos dioses en el corazón y en la mente. Por eso Maite Martín, esa voz que parece del Sur, apuesta por ello:

«… Yo no puedo comprender,
cómo se puede querer
dos mujeres a la vez y no estar loco …
… Una es el amor sagrado
compañera de mi vida,
la otra es el amor prohibido
a quien no renunciaré …»

No es necesario destruir las mansiones romanas para edificar la mejor mezquita. No es preciso derribar la que pretendía ser la mezquita más hermosa, para edificar sobre sus restos la que quiso ser las más grande iglesia de la cristiandad.

No es necesario enterrar y olvidar los salones de nuestras raíces, templos del ocio y de la individualidad, para poner en su lugar el canto de sirenas en el que los individuos se diluyen.

El Piyayo y su guitarra.
El Piyayo y su guitarra.

Casino y progreso, dioses que no se odian, placeres que no envenenan, amores que no producen celos.

En algún lugar de nuestro Sur, Toronjo cantó una noche, antes de que el sol naciera, un fandango que debería ser oído con respeto y aprendido como una oración:

«…y luego te arrepentiste
y viniste a buscar
lo que antes no quisiste.
Pero ya no estaba …»

Fandango y bolero. Patrimonio y progreso.

Y un amigo que me llama para decirme que nuestro Casino está mal.

Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
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2 comentarios en «En recuerdo de ‘El Piyayo’»

  1. Te imagino en tu “silencio”, sintiendo la melodía y en reflexión penitente para dar cuerpo a este escrito que llega, Miguel, ¡que llega!
    Has dado “vida” a un casino que está de “cuerpo presente” porque tiene el “mal del ocio” y la gente busca nuevos atractivos seductores que le alejan de la historia y raíces de esos “templos”.
    Amar a las dos mujeres, sean fandango o bolero, casino o un pub rokero, es cosa bien complicada pues la edad te marca el tiempo, y la “movida” es del joven, siendo el hogar del mas “viejo”.
    Eso, querido Miguel, nos lo recuerdan día a día los reumas, las artritis, los lumbagos y el fantástico placer de tomarnos un buen vino al pie de esa chimenea, con unos buenos amigos.
    Todo es cosa de la edad y del momento elegido.

  2. Llevas razón, amigo Benito. Pero …
    Aunque la edad marca tiempos, al pasar un cierto rubicón se tienen menos posibilidades, pero se incrementan las sensibilidades del placer.
    Aún con la presencia de artritis y demás zarandajas, hay edades en las que se perciben mejor los placeres del bolero o las bendiciones del pecado de amar al tiempo a dos.
    Digo yo …
    ¿O son ganas de justiricarse?

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