Carlos Arroyo. Plaza de toros de Rociana del Condado, con lleno de “No hay billetes” en los tendidos, se lidiaron novillos sin picadores de la ganadería de Hermanos Astolfi, desiguales de presentación y nobles, pero muy faltos de fuerza en líneas generales, para los novilleros,
Carlos Ochoa (grana y oro): ovación
José Magaña (azul rey y oro): oreja
Manuel Triana (azul rey y azabache): oreja
Emilio Silvera (caña y oro): dos orejas
Juan Romera (fucsia y oro): oreja
José Juan Cano (negro y plata): dos orejas y rabo
La característica principal de la novillada que se lidió en la plaza de toros de Rociana del Condado fue la debilidad de los astados, que, si bien estaban correctamente presentados, algunos excesivos, fue imposible para algunos de los nuevos valores de la tauromaquia hacerles faena, antes las continuas caídas y derrumbes de los novillos. Sólo el último de la tarde duró algo más, y lo aprovechó el torero local para su triunfo.
El que abrió plaza era un novillo muy ofensivo por delante, y además el de más cuajo de la corrida. Carlos Ochoa estuvo voluntarioso con él, se fue a porta gayola, a pesar de que el animal no tenía ni fuerza ni clase. Fundamenta su faena en el pitón derecho y su demora con los aceros hacen que el premio se reduzca a una ovación.
En el segundo de la tarde, el guion se repitió casi de forma calcada. José Magaña se fue también y porta gayola y colocó banderillas, con más voluntad que acierto, y el novillo llegó a la muleta muy justo de fuerzas y soltando la cara. El novillero no se confió nunca, resultando un trasteo afanoso sin lucimiento.
El tercero de la tarde fue el novillo con más clase de la corrida. Manuel Triana lanceó muy bien de capa a la verónica, con respuesta de Emilio Silvera también a la verónica que resultó lo mejor de la tarde con el capote. El sevillano propuso una faena muy templada, la mejor receta cuando el novillo no se tenía casi en pie, ausente de tirones y con torería. Emborronó todo con el descabello, por lo que se premia su trasteo con una oreja.
La mejor faena de la tarde vino en el cuarto toro en la muleta del onubense Emilio Silvera. El novillo se quedaba algo más corto, y Emilio tiró de las embestidas del de Astolfi con temple, dejando naturales y derechazos importantes, con empaque, enjundia y mucha calidad. Se tiró a matar el novillo con determinación, consiguiendo una buena estocada al segundo intento, suponiendo las dos orejas.
El quinto fue un novillo más alto, que llegó a la muleta muy mermado en su fortaleza. Fue quizás el más deslucido de la corrida con continuas derrumbes que privaron a Juan Romera la realización de una faena ligada, sólo algunos pases con la muleta a media altura, dejaron entrever las formas del torero. Lo mejor de su actuación fue una gran estocada, que hizo que el toro rodara sin puntilla.
Cerraba la tarde el local José Juan Cano ante la aclamación de sus paisanos que abarrotaban los tendidos. Muy jaleados todos los lances del rocianero, sin que la falta de acople con el novillo supusiera una merma en los aplausos del respetable. La faena de muleta, le tocó en suerte el novillo de mejor condición del festejo por fuerza y calidad, siguió el mismo guion.
Hubo algún muletazo de calidad y con temple, aunque le queda mucho camino por delante, aunque es difícil una pasión, a veces desmedida, más rotunda de un público con el torero local.
Paseó las dos orejas y el rabo localistas, aunque lo importante en esta tarde no eran los trofeos, sino un paso más en la preparación de estos chavales en su caminar para la consecución de sus objetivos profesionales en esta carrera tan difícil como es la tauromaquia.