Ángel Custodio. Sabido es que en la conquista de lo que luego se llamó Nueva España, la tropa de Hernán Cortés estaba muy cansada de luchar sin perspectivas de ver un posible final, y todos deseaban regresar a Cuba donde tenían familiares o donde se vivía con una mayor tranquilidad, sin tener que dormir con un ojo abierto, para evitar que te cortasen el cuello con un afilado cuchillo mexicano.
Se formó un pequeño grupo que contando con la peculiar enemistad que existía entre Hernán Cortés y el gobernador de Cuba. Diego Velásquez, pensaban que al llegar a la isla serian muy bien acogidos. Tramaron la estrategia de detener e Cortés y encerrarlo en un calabozo, (lo que hicieron Escudero y Cermeño) y después, robar un bergantín y aprovechando la noche emprender la huida con destino a la isla.
En este grupo estaban, entre otros, fray Juan Díaz; Diego de Ordás, el alguacil de Baracoa Juan Escudero, el moguereño Gonzalo de Umbría, Alfonso Peñate y sus hermanos, que eran de Gibraleón y el piloto de Palos de la Frontera, Diego Cermeño.
Tambien formaba parte del grupo, Bernardino de Soria, que fue quien los delató cuando se arrepintió de emprender la huida.
Cuando Hernán Cortes fue liberado, arremetió contra los que se habían rebelado, y al suceder todo tan rápidamente, no les había dado tiempo a ponerse a buen recaudo, y les impuso unos fuertes castigos ejemplares.
Se formó un Consejo de Guerra, al parecer presidido por Hernán Cortés y a Escudero y Cermeño, le condenaron a la horca, a Gonzalo de Umbria, le cortaron parte de un pie, a los hermanos Peñate, le atizaron cien latigazos a cada uno y a los que quedaron, (que estarían temblando), los mantuvieron vigilados.
A Fray Juan Diaz le salvó su condición de clérigo, pues si hubiera sido un soldado, hubiese corrido la misma suerte que Escudero y Cermeño.