Mari Paz Díaz. Si en el artículo anterior tuvimos la oportunidad de ver cuáles habían sido los cines que había tenido Huelva, hoy queremos adentrarnos en el interior de las cabinas de aquellos cines de verano en los que los operadores tenían que estar muy pendientes, puesto que la tecnología de los años cincuenta distaba mucho de las posibilidades que ofrece la informática en la actualidad.
Las películas exhibidas en la década de los cincuenta eran en blanco y negro. Casi en su totalidad eran españolas, a causa de las medidas de protección que imponía el Estado. Las únicas cintas extranjeras que llegaban a España a través de las distribuidoras eran las italianas y alemanas, pues sólo Italia y Alemania mantuvieron una relación comercial con España después de la Guerra Civil. Recordemos el aislamiento internacional que sufre el país en los cuarenta y cincuenta.
Estas historias en los años siguientes fueron dando paso en la gran pantalla a los cuplés. En los cines españoles se descubren películas como El ruiseñor de las cumbres, La Violetera o Tómbola, así como el inolvidable: Marcelino pan y vino (1954), del húngaro Ladislao Vajda y con Pablo Calvo como protagonista. Son películas que forman parte de la historia del cine español y que aún permanecen en la retina de muchos onubenses.
Pero si existe algo identificativo de las salas de cine durante esta etapa es el NO-DO, las noticias que se emitían junto con la proyección de la película. En este espacio se ofrecían las actuaciones del régimen, como las famosas inauguraciones de presas, así como otros temas de carácter social y de la crónica rosa.
El NO-DO (Noticiarios y Documentales Cinematográficos Españoles) fue creado en 1942 y, a través de un decreto, fue obligatorio en todas las exhibiciones cinematográficas españolas desde el 1 de enero de 1943 y hasta el 23 de agosto de 1975.
En cualquier caso, estos primeros años era toda una aventura acudir a los cines de verano. Era habitual que debido a la mala calidad de las copias de las películas distribuidas y los escasos recursos técnicos durante la proyección se produjeran algunos cortes durante la exhibición.
La época dorada. Los años sesenta. En los años sesenta, la sociedad española en general, y la onubense en particular, sufre un cambio bastante significativo. Fueron los años del despegue económico con la construcción del Polo Químico de Huelva, el nacimiento del rock and roll y, por supuesto, la irrupción de la televisión que poco a poco conquistó todos los hogares españoles.
Al hilo de este desarrollo, llegan novedades a los cines de verano. Eso sí, algunos podían presumir de no contar con unas sillas muy cómodas. La razón parece estribar en el hecho de que el cine estuviera a la intemperie provocaba dificultades para la colocación de unas sillas cómodas, pues la humedad de la noche o alguna que otra tormenta de verano podían estropearlas.
A pesar de ello, era habitual ver cómo se rebasaba el aforo disponible en los cines noche tras noche. Este hecho solía ocurrir el sábado y, especialmente, el domingo, día en el que solía ofrecerse el título de mayor éxito.
Los avances también permitieron la introducción del color en la gran pantalla, así como la aparición de nuevos géneros cinematográficos. El cine se había convertido en un fenómeno de masas, por lo que sus demandas cada vez eran más variadas. Este hecho, unido al final del aislamiento internacional que sufrió España después de la Guerra Civil, provocó que en las pantallas de cine cada vez fueran más habituales los títulos extranjeros, especialmente los norteamericanos.
Los cines de verano de Huelva ofrecieron en los años sesenta cintas que se han convertido en míticas dentro de la Historia del Cine. Es el caso de Ivanhoe (1952) o El mayor espectáculo del mundo, realizadas en Tecnicolor. Quizás el género americano que más éxito tuvo entre el público, sobre todo, el masculino fue el western, las películas de pistoleros. Algunos de los nombres que más tuvieron que repetirse fueron Historia de un condenado o La Diligencia (1939) con Gary Cooper como protagonista.
Junto al cine norteamericano, la débil industria cinematográfica española seguía proporcionando otros títulos de agrado para el gran público, como fue El rey de la carretera, protagonizada por Juanito Valderrama. El folclore tenía mucha respuesta en taquilla. Es el momento de mayor esplendor de las películas protagonizadas por Manolo Escobar.
A partir de los setenta mejoró la calidad de las exhibiciones gracias a nuevas máquinas de proyección.
La publicidad también jugó un importante papel en el cine. No sólo se anunciaban las películas a través de la cartelera, sino que además se repartían entre el público unos programas de mano en el que se ofrecía una sinopsis de las películas y se informaba de los precios de la entrada. Uno de los recursos publicitarios más curiosos eran los llamados pericones, especie de abanico de cartón que solían incluir atractivas imágenes de los actores y actrices de moda. El fin de estos pericones era la propaganda de las cintas que en los próximos días se iban a estrenar en la sala.
Sobre los precios que costaba la entrada en los sesenta podemos tomar como referencia la proyección de la conocida Sólo ante el peligro (1951) en el cine ‘Santa Clara’ de Moguer, que tuvo lugar los días 1 y 2 de septiembre de 1965. El precio de la película fue de seis pesetas por persona. Aunque, a veces, los espectadores podían acogerse a iniciativas como ‘Femina’, que permitía que en una pareja o matrimonio tan sólo pagara el hombre, por lo que la mujer entraba de forma gratuita. Era un método para atraer al público, que aún hoy encontramos en los cines, por ejemplo, con el día de la pareja o la sesión golfa.
Aquella noche de Sólo ante el peligro, el cine cosechó unos beneficios destacados. La película había sido adquirida a la distribuidora Floralva y su proyección había tenido unos gastos estimados en 1.380 pesetas, mientras que los ingresos totales fueron de 2.200 pesetas. El cine, en general, vivía uno de sus mejores momentos.
El Instituto Nacional de Estadística recoge que en 1969 existían en la provincia de Huelva 103 salas de cine. De hecho, a partir de ese año esta cifra comienza a disminuir hasta llegar a tan sólo 30 locales en 1999. La alta cantidad de salas cinematográficas en los sesenta y setenta era lógica, por cuanto eran un negocio con bastante rentabilidad.
¿Cómo vivieron los onubenses los años del destape? El mundo cinematográfico español sufrió un profundo cambio en los setenta como resultado de la normativa aprobada por Manuel Fraga Iribarne cuando es nombrado Ministro de Información y Turismo en 1962. La relajación de las medidas proteccionistas llevó a una proliferación de títulos españoles sin precedentes con figuras tan significativas como Manuel Summers, Carlos Saura, Mario Camus, Elías Querejeta o Pedro Olea, entre otros.
El cine español de estos años lucha por hacerse un hueco ofreciendo un producto de calidad. Sin embargo, el grueso de la producción se orientaba hacia subgéneros tales como el spaghetti-western o las comedias tras el éxito de No desearás al vecino del quinto (1970), de Ramón Fernández, que lanzó al actor Alfredo Landa como protagonista. Eran los años del destape. El humor y la sensualidad mandaban en las grandes pantallas españolas.
De hecho, las películas que cosecharon los grandes llenos de los cines de verano eran precisamente los títulos protagonizados por Alfredo Landa, Andrés Pajares o Fernando Esteso, sin olvidar las grandes producciones del cine norteamericano que comienzan a realizarse entonces. Otro tipo de cine sería la La madriguera de Pepermint Frappe, Ana y los lobos, protagonizada por Fernando Fernand Gómez y Geraldine Chaplin, o El espíritu de la colmena de Querejeta, basada en la conocida obra de Camilo José Cela. Y, por supuesto, muy diferente fue el Cine Club que dio lugar al Festival de Cine Iberoamericano de Huelva.
La crisis cinematográfica. Los ochenta son los años de la crisis del cine. Comenzaron los malos tiempos para el negocio. Tanto fue así que una mala campaña tras otra obligaron a cerrar muchas salas. Es cierto que hubo algún que otro lleno en el cine, sobre todo con los grandes estrenos, normalmente pertenecientes a la todopoderosa industria norteamericana que mostraba títulos que venían precedidos por una considerable publicidad. Sin embargo, ya nada era igual y la apatía del público obligó al cierre definitivo de los emblemáticos cines de verano, mientras que las salas de invierno se vieron obligadas a reconvertirse en multicines, a veces intentos vanos. Tan sólo debemos mirar el cierre en Huelva capital de cines como el ‘Emperador’ y el ‘Rábida’.
¿Cuáles fueron las causas de la decadencia? Mucho se ha escrito sobre qué es lo que ha provocado que la gente haya dejado de ir al cine. De un lado, el incremento de la oferta de ocio ha influido para que los jóvenes prefieran acudir a salas de fiesta o discotecas en las noches del verano. Aunque, el mayor daño recibido ha sido la programación de películas de la televisión y, por supuesto, el vídeo. Ya no era necesario salir para disfrutar de una película.
Los cines de verano dejaban tras de sí una importante historia que ha ido conformándose por todos los onubenses que tuvieron la oportunidad de disfrutar de alguna película en su gran pantalla. Atrás quedan miles de anécdotas que permanecen aún en la memoria de los que hicieron posible que los cines abrieran sus puertas cada noche. Los primeros coqueteos, comer pipas o cenar un bocadillo eran prácticas habituales que iban parejos con la proyección de la película.
Lo cierto es que la historia de los cines de Huelva bien puede parecerse a la de otros muchos en toda Europa. Tan sólo hay que recordar la maravillosa película de Giuseppe Tornatore Cinema Paradiso (1988) que muestra la trayectoria de una sala siciliana desde su auge hasta su ruina. Las similitudes entre esta cinta y la realidad de tantos y tantos cines en Andalucía son innumerables.
Con todo, sirva este artículo como homenaje a todos los que hicieron posible que tuviéramos cine de verano para disfrutar. ¡Hasta siempre!
2 comentarios en «Aquellos maravillosos cines de verano: De ‘Marcelino, pan y vino’ a la época del destape que dio paso a su decadencia (y II)»
Lor artículos son para leeerlos y pasar hoja. Pero éstos dos me los guardo, porque son de colección. Para colocarlos en casa, como esos libros que se compran «para tenerlos», además de para leerlos.
Mari Paz, la del nombre bonito, también sabe sacar a la luz placeres dormidos. Esto también es patrimonio.
Un reencuentro siempre agradecido. Saludos.