Benito A. de la Morena. Cada vez son más las noticias con que nos despiertan cada mañana sobre violencia de género, y ya no son solo las causadas por la ciudadanía española, ya también se han incorporado emigrantes de diversas nacionalidades, ¿lo habrán aprendido aquí?, ¿será también costumbre en sus países de origen?
La violencia, ésa en la que el género se destaca, provenga de donde provenga, lleva instalada en nuestra especie desde que el ser humano existe, pues la prevalencia siempre se ha caracterizado por la agresividad, más que por el raciocinio, de ahí la intolerancia y el deseo de implantar las ideas, bien de género, o simplemente políticas y económicas, entre otras.
Los poderes fáticos que han estado oprimiendo las voluntades de las poblaciones que habitan los diferentes enclaves del planeta, han inventado maneras de imponer sus voluntades para beneficio de “su” sistema, de ahí las dictaduras de todo color y la necesidad del proletariado por desembarazarse de su incómodo papel de víctima. Y ese ha sido el “leit motiv” de las últimas décadas y la razón de la aparición de movimientos por los derechos humanos, entre otros.
Ahora nos encontramos en que ese “motivo conductor” de nuestra sociedad está dando paso a algo que siempre ha parecido “normal”, la prevalencia del macho sobre la hembra, todavía impuesta en la mayoría de las culturas, islamista, hinduista, budista, africana… más de cuatro mil millones de seres. Es evidente que los avances del conocimiento han permitido en los países desarrollados el que la mujer pueda ofrecer algo más que sus encantos naturales, es decir, los intelectuales, habiendo contribuido en ello las democracias y la igualdad de oportunidades, lo que ha posibilitado el desembarco de la mujer en multitud de opciones profesionales, dejando a un lado la tan manida definición de “ama de casa”, algo de los que nunca deberíamos rechazar, por digna e imprescindible en lo que al mantenimiento de la familia se refiere, pero que tampoco debe ser exclusivo de un género, en este caso el femenino, al ser ya labor compartida por las nuevas generaciones de jóvenes y no tan jóvenes.
Es evidente que todo cambio conlleva rechazos, y en este momento se está aplicando la consabida ley física de que “a toda acción se opone una reacción”, y no por lógica debe ser menos censurable y sometida a Ley con todo su rigor en defensa del más débil que la sufre, actualmente la mujer, pero me entristece el uso indebido que sectores oportunistas quieren hacer de este dolor intenso y de este momento de “lucha” social por unos derechos y deberes de la convivencia en pareja, que debe estar basada en el respeto y en el cariño.
El ser humano, independientemente de su género, necesita apoyo social para alcanzar los derechos que se les niega a pequeña escala, es decir, en el trabajo, en su propia casa, pero debemos de estar muy al tanto que aquel que tiende la mano a la “desgracia” de un semejante para obtener réditos directos o indirectos, así como de aquellos que pudiendo actuar hacia l solución del problema, miren hacia otro lado por motivos de una ideología trasnochada.
La solución no pasa solo por manifestaciones de protestas, pasa por legislaciones severas, pero también por una educación que debe ser dirigida a niños, jóvenes y adultos de ambos sexos, pues el respeto no es prioritario de un solo género, es en ambas direcciones.