José Manuel Alfaro/ Sección de ficción Cuaderno de Muleman. El uso del pijama y la bata lleva unos años trascendiendo más allá del ámbito doméstico. Ha pasado de ser una prenda utilizada exclusivamente para acostarse, a evolucionar para convertirse en una prenda de estar en casa mientras estabas en el sofá que se colocaba después de cenar, garantizando durante ese tiempo un alto grado de confort.
Pero desde hace unos años el pijama y la bata se han impuesto en el ideario doméstico de la sociedad actual del que se ha perdido el control y que en algunos casos está llevando a unas prácticas para las que no se aconseja su uso, como la de cocinar y especialmente si se hacen contundentes frituras que pueden provocar que los vapores aceitosos que emanan de las freidoras y sartenes, terminen impregnando el tejido de estas prendas que fueron concebidas para dotar de comodidad y frescura a las personas, más allá incluso de su componente de sensualidad como parte del ámbito afectivo y sexual que ha tenido hasta ahora en la sociedad.
En los últimos años el pijama y la bata además ha pasado con fuerza de la esfera doméstica a la callejera, compitiendo directamente con el chándal blanco, convirtiéndose en tendencia en los últimos tiempos en los que ha pasado de ser una prenda íntima a un concepto identitario y personal de muchas de las personas que eligen esta ropa para ir a comprar el pan, sacar el perro, barrer la puerta de calle, regar las plantas del jardín, hablar con la vecina, coger cita en el médico o la última tendencia, ir al ayuntamiento para pedir una cita con el alcalde.
Ante esta nueva y novedosa situación, los servicios jurídicos se han puesto a trabajar en este tendencia vecinal con el objeto, no de regular, sino de dar cobertura legal a todos los bonariegos y bonariegas que acudan al ayuntamiento en pijama y bata y garantizar una suficiente seguridad jurídica gracias a unas ordenanzas que no solo los ampare, sino que los proteja de cualquier acto de menosprecio al que pudiera ser sometido por algún vecino o vecina que podría enfrentarse, en este caso, a un delito odio. batafobia y pijamafobia con consecuencias penales, que podría acarrear multas de hasta 650.000 euros para infracciones graves y penas de prisión de hasta cuatro años.
Bonares se pone a la vanguardia en el derecho doméstico con esta futura ordenanza que amparará el derecho de todos los bonariegos y bonariegas con independencia de su raza real o perceptiva, el origen nacional o étnico, el lenguaje, el color, la religión, el sexo, la edad, la discapacidad intelectual o física, la orientación sexual u otro factor similar, a pasearse por cualquier zona del pueblo en bata y pijama, entrar en el ayuntamiento e incluso ser atendido por el alcalde. Lo que convertirá a la localidad de Bonares en el primer pueblo de la provincia en establecer la universalidad de llevar pijama y bata a todos las personas que se encuentren en su término municipal.