Andrés Pérez Parra. La vida es una sucesión de pequeñas historias. Algunas pasan desapercibidas en nuestra memoria, pero otras se quedan para siempre y van llenando esa mochila que los mayores abrimos de vez en cuanto para, en general, disfrutar recordando. Recordando y compartiendo, como hago en esta sección del periódico que amablemente la dirección a puesto a mi disposición.
Cuando eres niño una de tu principales preocupaciones, quizá la única, es divertirte y pasarlo bien. En esto todos somos iguales. Para el que suscribe su principal diversión era el deporte y la segunda la música. Y cuando digo música me refiero a cantar. Bueno, pues por una u otra razón el referente total de mi vida fue María Parra, esa gran señora que era mi madre.
Su principal preocupación era hacerme feliz. Pero además, y por su exquisita educación, se esmeraba en que mi comportamiento fuese correcto con todo el mundo. Ella sentó una base de humildad, solidaridad, respeto, amor y cariño por los demás, y en ese marco crecía yo.
Pero, la verdad, en cuanto a controlarme con los temas de juego en el deporte lo tenía un poco difícil. Y por eso tengo vividas muchas anécdotas por esta afición. Un día fuimos al médico porque me dolía el tobillo. Yo siempre que veía a alguien con una escayola le decía «Mamá, hay que ver que yo nunca he tenido una escayola«. Mira por donde que iba a tener cumplido ese deseo.
Mi madre me llevó con el tobillo dolorido al Agromán -como llamábamos al Hospital Manuel Lois-, para hacerme unas radiografías. Mi preocupación era que había previsto partido, clase contra clase, en el Politécnico Madre de Dios, donde tuve la suerte de formarme como alumno estudiante y como persona. Le dije a mi madre que fuese ella por el resultado de las radiografías. Así lo hizo mientras yo estaba jugando el en colegio. Al cabo me llamó desde el cabezo, que estaba al lado del Hospital y desde donde se veía la escuela y para allí me fui, saliendo con la escayola puesta y dejando sorprendidos a los compañeros.
Total, que había que jugar la final el sábado y me fui al jardinero del colegio. Le dije que quería meter la pierna en un cubo de agua para que se me pusiese blanda la escayola y me la cortara con una tijera de podar. Y pude jugar el partido el sábado. Ahora lo pienso y menuda barbaridad. Un niño aburrido no era, no.
Escayola, Manuel Lois, partido futbol.