El padre del minero de bien

Romero Silva, minero de bien
Emilio Romero con José María Romero Silva, el minero de bien.

Emilio Romero. Me contaba José María Romero Silva, el minero de bien, que de pequeño hacía tantas travesuras que todos sus vecinos le tenían como un niño bastante malo. Palabra que nunca le oyó decir a sus padres, sin embargo, porque siempre que comentaban con los vecinos su comportamiento, siempre le consideraban como un niño travieso.

«Las travesuras que de niño cometí -aclara-nunca se las vi hacer a mis hermanos, por lo que no sé si fui travieso o bastante malo. Hoy me viene a mis recuerdos una de esas travesuras. Y más que una travesura fue una gamberrada, pero recordarla en estos tiempos y escribirla al mismo tiempo, ha supuesto que este riendo todo el tiempo«.


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«La cuento -continúa-: estaba mi madre haciendo unas ‘poleás’, de harina de maíz, que era lo que teníamos para comer ese día. Junto a la candela y viendo cocer la harina, nos encontrábamos mi madre, mi dos hermanos y yo. Los deseos eran que se cocieran pronto para más pronto comer. No sé a que se levantó mi madre de la candela. Era mejor que no se hubiera levantado, porque mi Hermana aprovechando de que mi madre no estaba allí, cogió la cuchara para probar las ‘poleás’. Y ahora viene lo gordo. Yo al ver a mi hermana con la cuchara en la sartén le di un ‘manotazo’, con tan mala suerte que mi hermana retiró el brazo, y el ‘manotazo’ se lo di al cabo de la sartén y las ‘poleás’ cayeron todas en la candela».

«La que se armó, ya os lo podéis imaginar. Mis hermanos llorando, yo corriendo para salir de la cocina y mi madre que tenía un plato en las manos, optó por tirármelo. No sé si fue por suerte o porque mi madre no quiso tirarme el plato a mí, que yo salí completamente ileso y el plato roto en la pared. Hoy a mí, y posiblemente a muchos, estas le haya parecido unas vivencias simpáticas, pero lo cierto fue que lo único que mis padres mis hermanos y yo teníamos para comer a la candela se fue. Es verdad que me he reído, pero también he tenido tiempo para pensar«.


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Todas las vivencias que viene contando le producen bastante risa. Unas porque decía que comparándolas con estos tiempos, parece que fueron cosas difíciles de superar y por otro lado le da risa el haberlas superado. «La de hoy es verdad que no me produce risa, y no me produce risa porque más que una cosa de chiquillo fue una pura gamberrada. Gamberrada que después de pasar más de 75 años no soy capaz de olvidar«.

Otra. Cuenta que «nos encontrábamos jugando al boliche unos cuantos amigos, al lado de mi casa. Mi hermana que tendría 4 añitos lo que quería era jugar con nosotros y, como no la dejábamos, ella cogía los boliches y los tiraba. En una ocasión en vez de pelearle, le di un buen tortazo en el culo, lo que sirvió para salir llorando en busca de mi padre. Mi padre cuando le dijo que yo le había pegado, vino en mi busca, para darme el tortazo que yo me merecía. Cuando vi venir a mi padre derecho a mí, salí corriendo y mi padre detrás de mí, también corriendo. Y entonces ocurrió lo que nunca tenía que haber ocurrido, pero ocurrió.

Cuando ya vi que mi padre me alcanzaba, me dio por agacharme, mi padre que se tropieza conmigo y cayó por delante de mí. Yo en ese momento sin echar cuenta de mi padre, salí corriendo y me metí debajo de la cama. Y claro llegó mi padre le preguntó a mi madre por mí, y una vez que le dijo que yo había entrado en casa, me busco y vio donde estaba.

Me pidió que saliera, y salí pensando los tortazos que me iba a dar, y que bien me los merecía. Me cogió por una oreja, me sentó en una silla y me dijo «De ahí no te muevas hasta que yo no te lo diga». Ese fue el castigo que recibí de esa gran persona que fue mi padre. No la quería contar porque para mí es muy dura, pero yo solo me dije: «José María hay que estar a las verdes y a las maduras«.

Madre y los dos hermanos de José María.

«Hay recuerdos que nunca se pueden olvidar. Se cumple ahora el 60 aniversario de la puesta en marcha de la Televisión en España. Y por tal motivo viene a mi cabeza aquel día que fui con el Club Deportivo Valdelamusa a jugar un Partido de Fútbol contra el equipo de Tharsis. No recuerdo el resultado del partido, pero si recuerdo cuando regresé a Valdelamusa y aquella noche cenando estuve contando que había visto por primera vez un televisor en el casino de Tharsis.

En Valdelamusa todavía no había nadie que tuviera T.V. Les estuve contando a mis padres y a mis hermanos las cosas que había visto. Y lo más emocionante que viví entonces y vivo al contarlas ahora, fue cuando le dije a mi padre que había visto a Fidel Castro.

Nadie puede pensar la reacción de mi padre cuando le conté lo de Fidel. Ni nadie puede pensar lo primero que me preguntó porque para muchos, incluso para mí, no tuvo mucha importancia cuando lo vi. Pero la tenía para él, y por eso me pregunto, ‘¿José y se le veía las barbas?’. Cuando le contesté que sí, (lo cuento bastante emocionado) me abrazo y me llenó de besos. Este fue mi padre, el hombre que corrió por el campo, que estuvo preso en la cárcel de Huelva y que nunca dejó de ser comunista. Cuanto te quise papa y cuánto te quiero«.

«Mi padre fue además de un gran padre, un muy buen amigo de sus amigos, un gran compañero y por encima de todo una gran persona. Era muy inteligente, conversador y bondadoso. Siempre estaba dispuesto a prestar ayuda a cualquiera que lo necesitara. Fueron muchas veces las que, con el lápiz y una libreta, se ponía los días de pago, en la puerta de las oficinas pidiendo para cualquier compañero que lo necesitara. Con 18 años empezó su trabajo de minero en una mina de Grafito, que está entre las Aldeas del Cincho y Los Acebuches en el termino de Almonaster la Real«.

Padres y hermana de José María.

«Ya con 25 años se trasladó hasta Valdelamusa para trabajar en la Mina de Lomero-Poyatos. Toda su Vida fue de sufrimiento. Conoció la muerte de un hijo con dos meses de edad. En 1.936 fue unos de los años más difíciles que vivió. Su hermano José, el más pequeño de la familia, solo tenía 18 años antes de marcharse fuera de casa por temor a las fuerzas de Franco. Vino a Valdelamusa a despedirse de él y ya no lo volvió a ver jamás«.

«Cuando hablaba conmigo de su hermano José, siempre me decía la ‘pena que tengo es no saber dónde está‘. Ese mismo año estuvo escondido en el campo. Estuvo preso en la cárcel de Huelva y sufrió hasta un consejo de guerra. En los años del hambre, fueron muchos los días que trabajó en la mina sin llevarse nada a la boca. Siempre le decía a mi madre que lo poco que había lo dejara para nosotros. Con motivo de la falta de alimento cayó muy enfermo, se le inflamó todo el cuerpo y estuvo a punto de morir«.

«Contando cosas de mi padre hace unos días me vi obligado a dejar de escribir, por la emoción que sentí de aquellos días que pensábamos que moría por falta de alimentos. Y por las veces que le oí decir que era su José el que lo había salvado de morir. Fue mi padre un hombre que nunca lo vi descansar un domingo, ni días de fiesta ni unas vacaciones. Trabaja en la mina y los domingos y días de fiestas trabajaba en la finca de Evaristo Carbajo«.

«Cuando mi abuelo reparte lo poco que tiene en los Acebuches, a mi padre le toca una huerta muy bonita, y que aun viviendo en Valdelamusa la sembraba todos los años. Recuerdo bastante emocionado el día que decidió vender la huerta, porque cuando iba los domingos los productos ya se lo habían llevado. No quería venderla, porque decía que ahí estaba el sudor de su padre. Con el dinero que le dieron por la huerta, compró un huerto en Valdelamusa que todavía yo hoy mantengo. Y mantas para que todos durmiéramos en nuestras camas. En los inviernos y por falta de mantas dormíamos todos en la misma cama«.

«Mi padre fue esa persona que vino a este mundo nada más que a trabajar y a sufrir. Además de trabajar en la mina, lo vi trabajar en la construcción de la carretera de Valdelamusa a Gil Márquez. También en la carretera de Valdelamusa a Cueva de la Mora y ayudando a todos sus vecinos en cualquier cosa que de él necesitaran. Por las tardes después del trabajo de la mina se iba hacer cisco. Luego lo vendía y se quedaba sin comer, pues lo poco que había lo dejaba para sus hijos. Se despidió de un hermano con 18 años y ya no lo volvió a ver más, estuvo preso en la cárcel de Huelva durante la guerra y lo más duro que vivió fue el encarcelamiento de un hijo con 14 años«.

«Nunca le dio un tortazo a ninguno de sus hijos. Todo lo que recibimos de él fue bueno. Nos decía una y otra vez como teníamos que comportarnos en casa y en la calle y el respeto que debíamos tener con las personas mayores. Fue un gran padre y una muy buena persona. Somos tres hermanos, y cuando nos reunimos y comentamos como fue nuestro padre, se nos cae a los tres la ‘baba’. Nunca lo podemos olvidar«.

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