C.G.P. La Ribera y la Alquería, dos barrios de Huelva que, por discretos, parece que no estuviesen. Pero están, y representan algo más que dos pequeños núcleos poblacionales situados a 4,5 kilómetros de lo que es la urbe en sentido estricto. La Ribera y La Alquería son herederos de una realidad de antaño, que era la existencia de campos en Huelva capital y, lo esencial, gente viviendo en ellos.
Media centena de viviendas entre ambos enclaves que afianzan en la única parte ‘rural’ de la capital un concepto de tiempo y espacio pretérito. Es como si los antiguos barrios de Isla Chica o La Orden, por ejemplo, se hubiesen, tal como estaban configurados hace un siglo, desplazado un poco más allá. Unos sitios algo distantes a los que mejor era ir en caballerías o coches de tracción animal
La carretera que supera el Cementerio de La Soledad hacia el Nordeste es el cordón umbilical de esta zona onubense con la ciudad propiamente dicha. Y yendo por esa vía, que es cruzada transversalmente por los raíles del tren de Zafra-Huelva, como siempre desde 1886, hemos pensado en observar el color de la superficie, pero desde el cielo.
Y nos ha sorprendido la belleza del lugar, en el entorno de la Rivera de Nicoba, por la intensidad y variedad de tonos verdes que la luz nos ha regalado en este día especial. Unas cuantas hectáreas de campo, con cierta parcelación, que, como decimos, evocan momentos del ayer, manteniendo sensaciones de paz que se hacen casi imperceptibles a medida de que vuelves al núcleo urbano.
Ese encanto de La Ribera y la Alquería, cercanos en la lejanía, nos libera de la presión urbanística de más al sur, y del bullicio. Y del ir rápido a todos lados para que te de tiempo a todo. Allí no, allí el cronómetro discurre más lento, refugiado en esa distancia de 4,5 kilómetros que, según se mire, es mucha o es poca. Y discurre más lento porque estás en el campo. Larga vida a La Ribera y la Alquería.