RFB. Era su profesión y de eso vivía, pero no es ni mucho menos descabellado considerar una verdadera deuda de Huelva con Diego Pérez Romero. Sin él muchas escenas y lugares de la Huelva del siglo XIX serían desconocidos para nosotros. Probablemente no era consciente de que estaba haciendo historia con su cámara y trípode, precisamente por permitirnos hoy bucear en esa historia adentrándonos en sus imágenes fotográficas.
Para nuestro criterio disponer de esa mirada al pasado, máxime con la vocación autodestructiva de nuestra ciudad, constituye un valor incalculable. Las imágenes que dejó Pérez Romero, al igual que Cerezo o Santamaría -los más destacados a finales del novecientos en Huelva-, constituyen un verdadero tesoro. Pero Diego Pérez Romero tiene el mérito adicional de ser el primero en el tiempo de este trío de artistas.
El notable fotógrafo nació en Ayamonte en 1835 y fue un auténtico pionero de la fotografía en Huelva. De hecho es el fotógrafo onubense más antiguo del que se conocen imágenes. Se estableció en nuestra ciudad en 1865. Antes de él solo hemos identificado dos fotógrafos: Esteban González Janer (1862), residente en la calle Monasterio nº31 (hoy Vázquez López), y Serapio Rojo González (1864). Estos dos últimos o bien se trasladaron a otro lugar o bien limitaron su actividad al retrato. En todo caso no hemos encontrado ninguna fotografía conservada de ellos.
La precocidad de Pérez Romero es muy destacable. No venía de Madrid ni Barcelona o París, ni siquiera de Sevilla. Lo hacía desde Ayamonte y se las ingenió para ponerse al día en las técnicas más innovadoras de la fotografía. No debemos perder de vista que a nivel mundial la fotografía se ‘descubrió’ en 1839. Y aunque en España hubo alguna vista de aquel año, los grandes Clifford y Laurent empezaron a hacer tomas de nuestro país en 1855 y 1857 respectivamente. Ese inicio de Pérez Romero en una lejana y provinciana Huelva en 1865 resultaba realmente innovador.
Fue galardonado en 1876, en la Exposición Universal de Filadelfia, donde presentó una propuesta tecnológica de colodión y barniz fotográfico. Pérez Romero inicialmente estaba radicado en el número 12 de la calle Tetuán (hoy Botica o Mora Claros), pasando posteriormente a la calle Ricos, nº9.
Vivía con su familia en la planta de arriba del establecimiento tanto en la calle Botica, en la que estuvo hasta 1882, como luego en la calle Rico. Su mujer, Dolores Giralde Hermoso, había llegado con él a nuestra ciudad y al poco tuvieron sus dos hijos, Augusto e Ismael.
Debió ser muy notable y reconocido, incluso fuera de Huelva, hasta el punto de encontrarse en aquella exclusiva relación de tan solo quince fotógrafos, de España y Ultramar, de la popular publicación nacional Almanaque Bailly-Bailliere, en la que la editora premiaba a sus lectores con trabajos fotográficos.
Introdujo en la provincia novedades tecnológicas en su campo, como en 1881, cuando instaló un equipo para hacer retratos con el moderno sistema denominado Ferrotipia; o cuando, en 1893, adquiere para la provincia de Huelva la patente para la realización de relieve de retratos de fotografía.
En su catálogo comercial tenía vistas de Minas de Río Tinto, Huelva, Palos,.. etc. Realizó las fotografías sobre las conmemoraciones del IV Centenario, en 1892, que sirvieron de base para la publicación de grabados en la revista ‘La Ilustración Artística’, editada en Barcelona. Además de en esta destacada publicación también publicó en ‘La Ilustración Española y Americana’. Era fotógrafo de la Real Sociedad Colombina Onubense, entre muchos otros desempeños.
Diego Pérez Romero decidió en 1895 -desconocemos la razón- traspasar el negocio de Huelva y trasladarse a Sevilla. Entonces tenía sesenta años -un edad ya elevada en aquellos tiempos- y probablemente decidió jubilarse o terminar su carrera en Sevilla para ceder el testigo a su hijo mayor. Quizá el origen sevillano de su mujer o, dado que su hijo Augusto terminaría siendo igualmente fotógrafo como decimos, pensó que en Sevilla podría tener este más expectativas dada la pequeña dimensión de Huelva y la importante competencia ya establecida en la capital onubense por entonces.
Es en ese año de 1895 cuando se trasladan a Sevilla. Residieron en la calle Santa María la Blanca, número 23, en la céntrica Puerta de la Carne. Al poco fallece Dolores, su mujer, en 1901, y se queda a vivir con sus dos hijos.
Se estableció en el corazón comercial de la ciudad, la calle Sierpes, y consiguió el éxito al que su trayectoria en buena lógica debía llevarle en la capital andaluza. Nuestro protagonista falleció en 1905 y Augusto usó para siempre la denominación comercial de ‘Hijo de Pérez Romero‘, lo que nos da una idea de la celebridad del anterior. Adquirió posteriormente por traspaso el renombrado establecimiento de Beauchy, en la calle Rioja, que databa de 1840.
Augusto Pérez Romero había aprendido las habilidades de su padre para el retrato fotográfico. Llegaría a ser posiblemente el más importante de Sevilla de este ámbito en su época. En paralelo se dedicó al foto-reportaje periodístico, trabajando como corresponsal gráfico para importantes publicaciones nacionales e internacionales Nuevo Mundo, Crónica, La Esfera, Daily Mirror y Le Matin.
Una brillante trayectoria de este onubense que alargó en el tiempo las dotes artísticas de su padre. Y un progenitor que ya había realizado en Huelva una labor esencial, como comentábamos al principio. Es muy responsable de que conozcamos hoy de primera mano, visualmente, como era aquella luminosa, alegre y de armónicas casas bajas ciudad onubense.