J. A. de Mora. La tormenta perfecta del agravio para Huelva en materia de infraestructuras se ha estado fraguando en los últimos tiempos. Uno de los focos principales, el anhelado Ave. Antes hablar de ello nos conducía a la desesperación. Hoy no caben calificativos.
Después de la noticia del turrón, similar escenario presupuestario cada año un poco antes de Navidad para Huelva, el impacto más reciente, recibido al desatender el gobierno español finalizando octubre el interés del portugués por la razonable línea Ave Sevilla-Huelva-Faro, colma un vaso de infinitas gotas. Realmente de chaparrones que vienen mandándonos desde tiempo inmemorial las administraciones superiores, las que están fuera de Huelva, pero con la triste resignación de los que están aquí en nombre de ellos. Y no de ahora, sino desde siempre.
No se comprende la actitud de los gobernantes. Ni siquiera se ha producido un disimulo, un brindis al sol de los que ya hemos conocido en treinta años de demanda, no. Sencillamente ha habido un quiebro a la sugerencia portuguesa y, de rebote, el efecto colateral en este resiliente fondo del saco del suroeste español.
Y no es cuestión de buscar culpas ajenas por lo que nos pasa. Pero si lo miramos en conjunto, es obvio que el retraso en la solución del problema del túnel de San Silvestre sumado a la posibilidad ‘probable’ de que haya que pagar peaje para desplazarse a Sevilla -al mundo exterior por nuestra única salida decente-, más esta noticia en relación al anhelado Ave e innumerables otros agravios objetivos, dibuja la confirmación, una vez más, de un escenario que es tal que ya no puede ir a peor. ¿O sí?
Nuestro amigo el catedrático García del Hoyo, que preside el Consejo Económico y Social de la Provincia, sale a la palestra, como cada año a raíz de los PGE, denunciando lo evidente: nuevo desentendimiento del gobierno a las legítimas demandas, y básicas, de nuestra provincia.
Y da igual el color político, el tema viene de atrás, y se perpetúa. Pero es obvio que ahora el que puede es el único responsable, porque debería querer. Juan José apunta una cifra, un déficit acumulado de 2.000 millones de euros. Poca cosa. Pero que buen momento con el viento financiero -favorable- europeo para haberlo corregido en alguna medida.
Aquí la buena noticia parece que va a terminar siendo el ‘basta’ definitivo de la gente. Así se está percibiendo en pronunciamientos de onubenses de toda condición, de agentes sociales, de colectivos diversos que, desde siempre dolientes por la sempiterna indiferencia a las justas demandas, empiezan ahora a tomar de verdad temperatura camino de la ebullición.
Razones sólidas, no arbitrarias, hay. Lo del Ave no se puede entender de forma aislada. Por ejemplo, en Huelva no tenemos aeropuerto mientras que en Andalucía hay seis. Solo falta Jaén, pero esta provincia ya tiene su proyecto de Ave, y conexiones de autopistas con las capitales colindantes. Si se mira el mapa de las líneas de Ave operativas, en construcción y en proyecto uno se pregunta si realmente es verdad esto que le pasa a Huelva o forma parte de un mal sueño, dilatado en el tiempo. Somos la única provincia, junto a Salamanca, que en términos reales no está en el mundo Ave, ni se le espera. Pero la circunstancias de Salamanca, que si tiene aeropuerto pese a su cercanía con otros y Madrid, son bien distintas, a su favor.
Y la línea de Ave de Sevilla a Huelva no requiere superar los obstáculos orográficos de otros territorios, suponiendo una inversión mucho menor que las descomunales que han tenido que llevarse a cabo en ellos. Sentido social y razonabilidad económica la tiene sin ninguna duda. Pero hay un elemento que culmina el rotundo y extenso argumentario que hace incomprensible que todavía andemos demandando ese Ave para Huelva, y es la justicia.
Decimos justicia porque esta provincia contribuye al bienestar del conjunto del país de forma notable. A parte de constituir un paraíso medioambiental tal que cuando llegan las vacaciones pueden disfrutarla intensamente las poblaciones del interior, en esta provincia se procesa y genera un volumen de energía que tiene un importante peso estratégico para el conjunto del país. Y esta aportación al bienestar común conlleva las evidentes servidumbres que solo padecemos nosotros.
Tenemos una de las ocho refinerías de la península. Nadie duda del interés económico de la misma, en el sentido del empleo y los efectos económicos inducidos a través de empresas auxiliares. Nuestra refinería es muy eficiente, implementa exigentes medidas de seguridad, y muestra una innegable conciencia medioambiental. Pero existiendo, por imposible, nunca hay riesgo cero ni impacto cero. En ese contexto hay incluso unos depósitos de reserva estratégica de crudo que pueden suponer la octava parte del conjunto español.
Contamos con una planta regasificadora que así mismo supone una instalación estratégica para el estado. Es una de las solo seis que hay en España y es la segunda, junto a Cartagena, en capacidad. El volumen de los depósitos de gas en Huelva es el segundo más importante de la península, solo por detrás de Barcelona. Y aquí hay incluso bastante menos empleo que en el caso anterior.
Este conjunto operacional gasístico hace de Huelva un polo estratégico fundamental para el país, para el bienestar de sus ciudadanos e industrias. Se hace más patente aún esta aseveración con la crisis del suministro argelino por gaseoducto marroquí. Hecho que aumenta la relevancia del transporte marítimo y la regasificación.
Radican en Huelva también dos centrales eléctricas de ciclo combinado. Y aunque su uso es limitado, así mismo tienen un carácter estratégico para el país. Solo Cádiz en Andalucía tiene más compromiso productivo de esta naturaleza. Pero Cádiz, y nos alegramos por ello, si suele verse generosamente beneficiada por los presupuestos estatales en infraestructuras.
Esta bien que en Huelva tengamos toda esta potencia de industria energética, nadie lo pone en duda. Pero tampoco se pone el que el resto del país es el principal beneficiario de la misma. Esta reflexión se conecta con ese argumento de la justicia. Sería justo que, al menos, esas inversiones en Huelva (Ave, aguas, carreteras), que en realidad no comportan tampoco cuantías extremas, si no se quieren aceptar otros argumentos, al menos se considerasen como una forma de compensar esa estratégica aportación que generosa y solidariamente se hace al resto de la nación. Tomen este argumento nuestros representantes políticos, todos -a cada uno cuando le toque-, para reclamar un punto de inflexión, un cambio radical, una vuelta de calcetín a una situación tradicional e injusta.