RFB. Una conversación con esta profesora de la Universidad de Huelva ilustra. Resulta agradable escucharla, por lo que expresa y como lo hace. Su perfil representativo actual, decana de la Facultad de Humanidades de la Onubense, se entremezcla con un concepto más amplio, algo así como una condición universitaria innata, global.
Nuria de la O Vidal Teruel traslada en lo que dice auténtica pasión por lo que hace. Ser arqueóloga y ser profesora de la UHU se muestra para ella como una fuente de felicidad. Y desde hace no mucho un plus: decana de su facultad.
Nuestra entrevistada aúna firmeza de criterio -en algunos casos vehemente, según su propia expresión- con la humildad del conocimiento, con la sapiencia de la ilustración. Máxime esta apreciación por el perfil de las disciplinas que domina y en las que trabaja. Está abonada a la reflexión.
La profesora Vidal se encuentra satisfecha de lo realizado por su equipo decanal en los escasos primeros meses desde que asumió la responsabilidad, y expectante ante el escenario incierto. Esta incertidumbre nos da la sensación de que la afronta con decisión y positivismo: la combinación ideal según nuestra definición editorial.
Su opción de ser decana, a tenor de lo que nos comenta, resulta de entender que un profesor universitario, además de la investigación y docencia como tareas esenciales, debe asumir el compromiso con la institución, y participar en labores de gestión. ‘No pueden ser siempre los mismos sobre cuyas espaldas caiga esta faceta fundamental para que el conjunto de la comunidad universitaria pueda desarrollar su actividad‘. La excelencia universitaria, a su juicio, precisa de esa labor oscura de la gestión.
En ese sentido añade que se siente profundamente honrada porque sus compañeros hayan depositado su confianza en ella para el desempeño de decana de la facultad. Lo entiende como una enorme responsabilidad y un grandísimo honor.
Nunca aburren las respuestas de la profesora Vidal, casi siempre reforzadas con superlativos y calificativos intensos, sin resquicio a la duda. En un aparte admitía que esa seguridad lleva aparejada siempre una reflexión sobre el acierto en la decisiones tomadas. Ello concuerda con el espíritu de mejora en el día a día que está enmarcado en su pensamiento y que comparte en la charla.
‘Nuestra facultad de Humanidades tiene una calidad extraordinaria, desde todos los puntos de vista… desde el punto de vista de su calidad investigadora; el plantel de docentes de la facultad está fuera de duda que es de una extraordinaria calidad investigadora, y de una extraordinaria proyección no solo de Huelva sino a escala autonómica, nacional e internacional… tenemos premios nacionales de literatura, proyectos de investigación de excelencia internacionales obtenidos en convocatoria pública. El profesorado reúne un número muy elevado de sexenios’. -nos dice Nuria-.
Abunda en la cuestión indicándonos que a nivel de docencia la suya es una de las facultades que está siempre a la cabeza del ranking de satisfacción del alumnado de la uhu con la calidad docente de su profesorado.
‘Tenemos una facultad que no solo cumple con sus objetivos, sino que los cumple sobradamente, con una excepcional calidad, tanto profesional como humana‘. -añade-
Como decana ahora mismo le ocupa el llevar lo mejor que se pueda la situación covid, que está generando muchísima alteración, muchísima incertidumbre en el funcionamiento diario. Ahora su prioridad es atender de la mejor manera posible las necesidades, los compromisos académicos que tienen con el alumnado, los compromisos de investigación.
Una vez pasado este maremagnum de incertidumbre, de contexto excepcional, pretende profundizar en diversas cuestiones -puntos planteados en su candidatura- como abrir la facultad a titulaciones dobles; impulsar la semipresencialidad, o la docencia on line, que cree que hoy en día es un recurso fundamental para poder proyectarse nacional e internacionalmente;
Siempre está en su mente -afirma- ‘atender las distintas sensibilidades del profesorado y alumnado de todas las titulaciones que conforman la facultad. Esta es, más allá de proyectos concretos, mi inquietud constante. debo ser la decana del centro en su integridad… de los que me ven con más cercanía y de aquellos que lo hagan con menos cercanía, pero en cualquier caso estar a disposición y siempre con vocación de servicio público. Esto es lo fundamental para un decano y para cualquiera que esté al frente de una institución pública’.
No quiere aventurar en exceso por donde irían las titulaciones dobles, porque es una cuestión que se tiene que tratar en el seno de la facultad y darle forma, pero entiende que deberían a través de ellas proyectar las humanidades con otro tipo de titulaciones de carácter más técnico, social… para darle una vuelta a la formación y los perfiles profesionales que pueden salir de la facultad de Humanidades. Buscar con ello una mayor proyección, más allá de lo tradicional, de alguien formado en Humanidades. Cree que tienen mucho que aportar a la sociedad como humanistas y darle forma desde un punto de vista profesional es una de sus metas.
Afirma con seguridad que ‘todas las titulaciones de grado de nuestra facultad ofrecen una altísima calidad formativa. Estamos a niveles muy destacados respecto a facultades homónimas de otras universidades, lo que se demuestra cuando nuestros estudiantes salen al extranjero -erasmus-, suelen obtener un rendimiento muy satisfactorio, mostrando un altísimo nivel’.
A título personal manifiesta como objetivos el seguir dando lo mejor de si como profesora, como investigadora y en el ámbito de gestión.
-Le preguntamos sobre la importancia de las Humanidades, particularmente en esta etapa singular que vivimos.
-Somos humanos, no lo olvidemos, no somos máquinas. A las máquinas las conducen, las programan humanos. Y estos no pueden perder su esencia, que es el humanismo.
-Es verdad que los tiempos que vivimos, de desarrollo, a veces parece que nos inducen a pensar en términos más tecnológicos que humanistas. Pero, indudablemente, siempre y en un momento como el actual, de tanta incertidumbre, de crisis en todos los órdenes de la vida las humanidades son fundamentales para saber que somos y donde estamos.
-Las humanidades aportan al ser humano ese punto de vista que le da la visión de la vida que le permite ser lo que es. Para mi las humanidades no es que sean importantes, es que son fundamentales. La importancia de la tecnología, que es evidente, no menoscaba este pensamiento.
-A nivel colectivo los humanistas aportamos calma, aportamos visión de las cosas con una profundidad más allá del momento inmediato. En esto último, en particular los historiadores tenemos mucho que decir. La historia es cíclica.
-No debemos establecer una línea roja tan marcada entre el humanista y el no humanista, entre la persona con intereses más tecnológicos de aquella con más humanísticos. No son contradictorios ni frentes opuestos. Muchos compañeros que desarrollan su actividad en el ámbito tecnológico-científico son maravillosos y magníficos intelectuales, que son magníficos lectores que están interesados en la historia y en general en las humanidades.
-Esa división que prepondera lo tecnológico como más útil creo que ya esta superada, pero reconozco que aún hay sectores sociales que nos ven como un ‘lujo’, y me parece que no lo somos. Somos una necesidad.
-¿Porqué arqueóloga?
-Doy las gracias y reconocimiento a mi maestro, el profesor Campos Carrasco. Cuando empecé a hacer historia me vi fascinada por muchas disciplinas de la carrera. Por ejemplo, la historia medieval. También la antropología cultural -gracias a la profesora Carloni Franca- supuso un impacto en aquella alumna de primero. Pero cuando llegó el profesor Campos no tuve duda. Creo que fue el responsable de que encontrase en la arqueología mi camino, y se lo agradeceré siempre, reconociéndole siempre que es mi padre científico y académico.
-¿Y porqué se dedicó profesionalmente a la universidad?
-Tuve la fortuna de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Las coyunturas son importantes. Creo mucho en ello. Y en aprovechar las oportunidades. La situación de la Universidad de Huelva cuando yo empecé permitía que las personas que creían que podían aportar algo, que tenían ganas de trabajar, de implicarse pudieran incorporarse.
-¿Cómo debe ser un buen profesor universitario, a su juicio?
-Un buen profesor universitario tiene que ser primero un buen investigador. Este aspecto debe ser un puntal en la vida de un profesor universitario. No olvidemos que existen otros niveles docentes y lo que diferencia al universitario de otras etapas educativas es ese perfil investigador, esa posibilidad de aportar a su docencia una investigación de calidad.
-Tiene que ser un buen comunicador, y sobre todo tener la capacidad de emocionar, de interesar a sus alumnos. El máximo logro de un profesor universitario está en que sus alumnos le superen. También debe tener una actitud de compromiso con la entidad universitaria, lo que supone participar en actividades de gestión.
-En particular en la Onubense hacer las cosas de tal modo que el alumnado se sienta orgulloso de su universidad, que lleve a gala el haberse formado aquí
-¿Si pudiera montarse en una máquina del tiempo a que periodo su curiosidad le trasladaría?
-A Roma, sin ninguna duda. Yo me dedico al ámbito clásico especialmente. Eso no quiere decir que desdeñe otras etapas pero esa es la que me resulta más relevante y suscita mayor curiosidad. La verdad es que a mi la historia me fascina. Y la etapa romana es fundamental… fundamental como base para el momento actual. Creo que seguimos siendo muy ‘romanos‘ según que cosa, independientemente de que cada etapa aporta.
-No obstante para mi la historia se conforma de perlas, engarzadas en un hilo que conforman un collar. A mis alumnos les insisto cuando abordamos una estratigrafía histórica, que es ese registro que queda en la tierra de las distintas etapas transcurridas, que tienen que tratarlas a todas con el mismo interés, con la misma atención. No podemos renunciar a ninguna ni a sus aportaciones.
-En esa máquina del tiempo, si tuviese un único destino posible me iría a conocer Roma, como he dicho, y vendría a Huelva -el territorio onubense-, que tuvo mucho que decir en aquella época y aportó muchísimo a la estructura del mundo romano. Nuestro grupo de investigación así lo está demostrando en sucesivos trabajos, que prueban que había desde Huelva una conexión directa con Roma.
-¿Cree que las investigaciones arqueológicas en Huelva pueden depararnos alguna ‘sorpresa’ en el horizonte?
-A ver, esta pregunta me lleva un poco al concepto decimonónico de arqueología que obligaba a un hallazgo inesperado. Esa visión creo que está superada. Yo creo que cada nuevo hallazgo, por pequeño que parezca, aporta algo nuevo. La historia de cada territorio no está conformada por hitos, entendiéndolos como ‘tumbas de tutankamon’. A mi me interesa sobre todo lo local, lo regional, y en ese ámbito cada nuevo hallazgo diario va aportando algo.
-La valoración de los hallazgos no tiene que realizarse en términos económicos, por ejemplo, sino realmente en lo que aportan al conocimiento, a la tradición y el legado de un determinado lugar.
-En cualquier caso el componente sorpresa siempre está ahí. Lo está en la arqueología como lo está en cualquier otro campo, la medicina, la física o en la química, aunque a mi me gusta tener los pies en la tierra y no tengo mucho tiempo para pensar en esa perspectiva. En todo caso lo que me gustaría, si se diese el caso, es algún hallazgo que revalorizase aún más ese mundo romano al que me refería.
-¿Podría elegir alguna pieza arqueológica que a su juicio fuese identificativa de la provincia onubense?
-Me pones en un compromiso… si te digo que ya hay alguna pieza de época tartésica -piezas de La Joya y todo su ajuar funerario-, que son símbolos que han transcendido. Bueno, yo ahora mismo haría un collage, no me decantaría por ninguna pieza aislada. Por seguir manteniendo esa concepción sistémica de la historia, y quizá seleccionase una pieza de cada etapa.
-Hay muchas. Por ejemplo un ánfora romana que está indicando la posición del territorio y la importancia que tiene esta parte del arco suboccidental de la península incluso para la propia Roma; obviamente también pondría en ese collage una pieza prehistórica -reconocida nuestra importancia dolménica a nivel nacional e internacional-; incluiría otra del mundo medieval, a través de un yacimiento como el de Saltés, de una importancia extraordinaria, que todavía tiene mucho que decir y que necesita una atención especial por parte de las administraciones; obviamente me iría también al mundo moderno, que tiene mucho que aportar con el descubrimiento del puerto colombino. También el mundo industrial, que está ahí y refleja una etapa interesantísima de nuestra vida más reciente pero que no por ello deja de ser interesante.
-Insisto en que como historiadora no me decantaría por una pieza en concreto, iría a ese collage, porque un territorio es algo más.
-¿Se está avanzando en la conservación de los restos arqueológicos o frente al expolio o la destrucción la preservación es una utopía?
-Yo creo que no es una utopía, que cada vez se está avanzando más. No atentar contra el patrimonio pasa por algo fundamental, que es la formación. La formación y la sensibilización en valores patrimoniales, desde los profesionales y académicos hacia la sociedad en su conjunto. La clave está en la sensibilización y el respeto. Del mismo modo que se nos forma desde pequeñitos a respetar el medio ambiente o la propiedad privada, así hay que hacerlo con el patrimonio histórico. Si conseguimos inculcar esos valores minimizaremos la agresión al mismo.
–¿Y los cabezos de Huelva’
-Bueno, son una asignatura pendiente. Me parece que Huelva ha sido muy injusta con uno de sus signos de mayor identidad y creo que sigue sin darse cuenta. Sigue sin darse cuenta del enorme perjuicio que a una ciudad como Huelva le supone estar renunciando a esos signos de identidad. No nos damos cuenta de todo lo perdido en las últimas décadas. Yo creo que esta necesidad que parece que existe en Huelva por convertirla en algo plano -topográficamente hablando- no se entiende. No entiendo porque se piensa que la ciudad va a ser mejor siendo plana, es decir eliminando cabezos y colocando enormes edificios de pisos. Entiendo que es un error interpretar el cabezo como un handicap en vez de una oportunidad.
-Es un error no saber aprovechar precisamente lo que la topografía de Huelva ofrece. Conjugar el medio natural con una arquitectura que se adapte a eso y no a la inversa. Creo que tenemos suficientes conocimientos técnicos para ello. ‘Forrar‘ a Huelva de grandes edificaciones es hacerla perder parte de su esencia.
El cabezo lejos de ser un impedimento es, todo lo contrario, una oportunidad. Es una oportunidad de conocer nuestra historia, es una oportunidad de disponer de nuestro patrimonio para gestionarlo de modo que sea un recurso mas, que sea una forma más de cohesionar nuestra ciudad, nuestro entorno vinculándolo con un legado común. No tenemos que renunciar a eso.