José Antonio Mayo Abargues. En el año 1577 se proyectó la construcción de 40 torres para vigilar la costa andaluza, desde Gibraltar hasta Ayamonte, aunque su ejecución no tuvo lugar hasta cerca de diez años después por conflictos de índole económicos entre los pueblos implicados en su ubicación. Algunos Concejos Locales, que eran los encargados de administrar y gobernar los municipio, alegaban la falta de recursos económicos, un injusto reparto de gastos, tanto para su construcción como para su mantenimiento y una mala elección de sus emplazamientos, que más tarde fue demostrado, ya que estaban demasiado alejadas entre sí y dejaban un amplio campo de costa sin batir.
Algunas de estas torres no se llegaron a construir nunca; hay serias dudas sobre la construcción de la Torre de Marijata (El Portil), incluida en este proyecto. Sin embargo, sí hay referencias históricas sobre la Torre de Morla, situada en Mazagón, entre la Torre del Río del Oro y la Torre Arenillas, que desapareció muy pronto por los embates del mar. La desaparición de esta torre dejó desprotegida una gran franja del litoral de Mazagón, que tuvo que ser cubierta por vigías en chozas o torres improvisadas. En 1768 se elaboró un proyecto para construir una nueva torre en la ‘Punta del Picacho’, cerca de donde estuvo la desaparecida Torre de Morla. Nunca se llegó a construir.
El objetivo de estas torres no era otro que el de defender la costa andaluza de los piratas turco-berberiscos (musulmanes), que desde sus bases en el norte de África, saqueaban los poblados próximos a estas costas y apresaban a sus gentes, a los pescadores que faenaban en sus aguas y a todos los que transitaban por ellas, para secuestrarlos y luego devolverlos a sus familias cobrando un rescate.
Otros eran vendidos como esclavos en el mercado musulmán; por lo general vendían a las mujeres, que eran utilizadas para trabajos domésticos o como concubinas, y a los hombres más jóvenes para remar en las galeras donde terminaban dejando su vida. El resto eran decapitados; así de crueles eran estos piratas.
Mucho se ha escrito, criticado y deplorado sobre la esclavización de los africanos por parte de los blancos, sin embarco, se ha ignorado la esclavitud de los blancos por parte de los africanos del Norte, que fue tan siniestra como la de los blancos. Al llegar a África era tradición obligar a los esclavos cristianos a desfilar por las calles de la ciudad para que la gente se mofara de ellos; era una respuesta de rencor y rabia por haber sido expulsados de España en el pasado.
La Torre de la Higuera se terminó de construir en el año 1638, y no fue derribada por el terremoto de Lisboa de 1755 que afectó a toda la costa provocando un tsunami, como aparece en la mayoría de los textos. Según el profesor de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz, Luis de Mora Figueroa, la torre basculó del acantilado hacia la playa como consecuencia de un gran temporal, y así lo documenta en su libro “Torres de almenara de la costa de Huelva”: Su actual situación se debe a haber basculado desde la parte superior del acantilado magro-arenoso de origen continental que costea todo este tramo del litoral de Arenas Gordas.
En el informe de 1756 (Vide: Apéndice Documental, D-27) se explica que “hallándose esta Torre situada a orilla del Barranco, en un temporal Marítimo se cayó a la Playa donde se vee arruinada”, situación y explicación que corrobora treinta años después el “Derrotero” de Tofiño cuando afirma que “aún se ve caída entera á causa de haberla faltado los cimientos por ser de arena”.
En un estudio más reciente, realizado por los investigadores de la Universidad de Huelva, Juan Villegas y Antonio Mira, sobre un informe del ingeniero militar Ignacio Salas, demuestran que en 1739 la torre ya se encontraba caída en la playa, sin que se pueda precisar una fecha exacta. Es decir, que 16 años antes del terremoto la torre ya se había caído del acantilado, al parecer por los efectos derivados de un temporal. Este ingeniero dice en su informe que en la caída se dio la vuelta y quedó seguramente apoyada, en posición invertida e inclinada, sobre el talud que todavía existía a sus espaldas.
Al contrario de otras torres, como la Torre del Río del Oro, que estaba dotada de dos cañones de hierro, ésta nunca tuvo artillería; era una simple torre vigía con una guarnición de 2 torreros que se alojaban en una choza próxima y que se comunicaban con la Torre del Asperillo y la Torre de la Carbonera encendiendo hogueras por las noches, y por el día humaredas o agitando lienzos blancos; éstas a su vez, hacían lo mismo para avisar a los poblados de la proximidad de los piratas para que estuviesen preparados para el ataque. Y es por eso que las torres reciben el nombre de Torres Almenara, nombre que viene del árabe, y que quiere decir, atalaya donde se enciende un fuego para alertar de algún peligro.