Salomé de Miguel
Grupo Azoteas
No es casualidad. Un pariente mío (Miguel Antonio), amigo sin embargo, me decía hace unas semanas: «Supongo que en noviembre sacarás a la luz la recomendación del Don Juan Tenorio …»
Y en esas estamos, porque es obligado en estas fechas asistir a alguna de las muchas representaciones que se realizan en toda España de esta obra. Pero al mismo tiempo, como dijo otro amigo mío (Juan), «leer solamente está de más para los que ya lo tienen todo aprendido».
El gran público puede recordar que, décadas atrás, era testigo y fiel seguidor de seriales radiofónicos, que permanecen en el imaginario afectivo de varias generaciones y que son un ejemplo mediático de esta modalidad interpretativa.
El teatro ha sido escrito para ser representado, pero no siempre se tiene a mano un escenario en el que se ofrezca tal cosa. Y siempre existe el deseo de saborear el ingenio, el retrato de personajes, las tramas y la evolución de una historia generalmente atractiva.
Por eso las obras de teatro se editan en papel, para que puedan ser disfrutadas bajo un árbol, sobre una hamaca o junto a otro lector. O lectora.
Pero conviene no olvidar que todos hemos sido en años no lejanos, usuarios de un teatro no visto, pero si oído, en las magnificas emisiones en radio de obras de teatro representadas con la voz, leídas, por actores del cuadro de dichas emisoras. (Pedro Pablo Ayuso, Matilde Vilariño, la Conesa, Teófilo Martínez, Maribel Alonso, Juana Ginzo, Alfonso Gallardo, Pablo Sanz, …)
Eso era ni más ni menos, que teatro leído, aunque sus intérpretes fueran magníficos lectores. Pero leído.
Si nos convertimos en lectores, podemos dar a las escenas y personajes los matices que nos gusten, porque el autor no los ha pintado. Ha dejado a nuestra voluntad la libertad de colocar escenarios y vestir a los actores, dar entonaciones y modular sus voces, a nuestro gusto. A la carta.
Pues aquí toca ya recomendar el placer (Enorme placer) de abrir un libro de teatro y comenzar su lectura, como a nosotros nos dé la gana.
José Zorrilla, vallisoletano de la cosecha de 1817, hasta 1893, tiene a bien dejarnos un ejemplo del mejor teatro popular, al estilo de Lope de Vega y Casona. La época no era la propicia, pero se salió de la melancolía del romanticismo, para dejar una perla de aventura callejera.
Desde 1844, La leyenda de Don Juan cobra nueva vida para bien de los que somos lectores de teatro. Hasta hoy, cada noviembre, se celebran sesiones en muchos teatros de España, en homenaje a un personaje, no tan español (Tiene parientes en Europa), pero sí muy popular. Y cínico. Y anárquico. Y pendenciero. Y atractivo para las mujeres … y para el lector.
Gregorio Marañon (1887-1960), científico enamorado de la literatura de ensayo, se regodea en su figura para defenderla, atacarla y colocarla en su lugar lógico: «Don Juan no nace en Castilla sino en Andalucía, … pero Andalucía es la región de España menos donjuanesca, …». Nos dice en su magnífico ensayo «Don Juan», que no tiene una sola palabra de desperdicio.
Y escribe en paralelo otro ensayo, la antítesis del mito de Don Juan: «Amiel», ejemplo que enfrenta a la leyenda de Don Juan, con razones y reflexiones magníficas.
Sin ambages: Don Juan Tenorio es una de las obras de teatro mas atractivas para leerla y guardar en sitio a mano, para volver a leerla el próximo otoño, allá por noviembre, que es época propicia.
Hay quien lo ha leído una sola vez y quien no lo ha leído ninguna. Hay de todo. Pero también los hay que lo han leído varias veces y no deberíamos considerarlos como gente rara. Por algo será esa reincidencia del goce de una obra.
Angel Valbuena Prat, (1900–1977), uno de los mejores analistas de la literatura española, se deja seducir por la obra de Zorrilla, sobre todo por el Don Juan, del que dice: «Altamente simpático, por su anarquía y desenfado,…, Don Juan pasea su aire entre achulado y generoso, como tipo de raza y universal de todos los tiempos».
El Tenorio es de esas obras de teatro que se prestan a «ser reincidentes». Como un amigo mío de Niebla hace cada año, en días de sol otoñal, sentado en la plaza de Santa María de la Granada, que es el sitio adecuado para recordar las noches de teatro vividas en el patio del Castillo.
Niebla es lugar de teatro vivo, de representaciones coloristas entre sus murallas, de tradición e historia legendarias. Niebla es, debería ser, la casa de la lectura representada, de la forma y color que queramos.
Niebla es el lugar perfecto para vivir el teatro, en escenario o leído en cualquiera de sus rincones ….
Pero no hace falta ir a Niebla para leer el Tenorio. Se puede hacer en nuestra propia casa, en nuestra butaca preferida, en el silencio de una mañana casinera o … «donde nos de la gana», como decía y hacía Delibes.
Ya sabes lo que decía mi amigo Juan: «Leer solamente está de más para los que ya lo tienen todo aprendido».
Pues que bien ...
Grupo Azoteas