Miguel Mojarro
Hoy toca algo que sorprenderá a muchos. Pero a otros, no. Estando en tiempos de pandemia, de confinamiento, de agobios económicos, de quiebra de valores, … , parece lógico que miremos un poco al pensamiento de los importantes, avalado por el bagaje de ochenta años de experiencia nadando en la Cultura.
Santiago Ramón y Cajal, patrimonio español desde 1852 hasta 1934, fue un médico al que le dio por especializarse en Histología, una rama rara de la medicina que trata de la cosa esa de los tejidos nerviosos de los humanos. Y de los inhumanos con aspecto humanoide. Que los hay.
Y le dio tan fuerte, que llevó la ciencia a las más altas cotas del conocimiento en el tema del sistema nervioso central. Por eso su bien ganado Premio Nobel. Se lo dieron a él, aunque parezca que nos lo dieron a los españoles, si hacemos caso a cómo hablan algunos «popes» de la comunicación.
A Ramón y Cajal le pareció oportuno escribir un bello ensayo sobre una edad clave, los «ochenta» años, y convertirlos en la sala de estar del conocimiento, la reflexión y la prudencia (Los griegos llamaban prudencia a la sabiduría, lo que pasa es que nosotros le hemos cambiado el sentido).
Ramón y Cajal desarrolló un índice magnífico, que solamente con mirarlo nos hace una radiografía de la estructura social, no de antes, sino de todos los tiempos. Porque en todos los tiempos, en todas las civilizaciones, en todas las latitudes, los humanos hemos sido integrantes de sociedades con los mismas características esenciales. Habrán cambiado las modas, los valores, los hábitos, las formas de vivir, … , pero los pilares estructurales de las sociedades han sido siempre los mismos. Nos viene «de fábrica»
Es uno de los grandes valores del libro que comentamos hoy, además de otros propios del autor. No sólo Nobel, sino magnífico escritor, correcto, ameno, con estilo propio admirable y con una cualidad que para sí quisieran los cientos de aficionados que editan hoy: Sentido de la narración.
El libro que proponemos, sugerimos, aconsejamos, es pequeño. De fácil manejo, cómodo de llevar y de leer y con una portada que es un lujo, para poder presumir de que sabemos elegir: «El mundo visto a los ochenta años», editado por Espasa Calpe, en su emblemática colección «Austral».
El índice es una obra en el arte de elegir los aspectos fundamentales del análisis de una sociedad. No falta nada y está todo lo que sirve para definir, no a la sociedad de su época, sino a las sociedades humanas de todos los tiempos. Basta con saber extrapolar situaciones en el tiempo, pero eso se le supone a quienes «osen» leerlo.
Pero es una osadía grata, barata, de las que satisfacen a quien se atreve. Aquí entra en juego la valoración que cada uno haga de sí mismo y de sus posibilidades intelectuales. Yo diría que adelante, que no se pierde nada y se puede ganar mucho en este trance histórico que atravesamos.
Es un libro para leer en un lugar importante, con sosiego, sin aditamentos artificiales que mistifiquen el entorno. En una corta, en una venta de los caminos del Andévalo, sentado en las piedras de Aroche, en los pinares de Doñana…, donde todo sea patrimonio del placer. O en un casino, que son lugares en los que el patrimonio protege a la inteligencia y favorece la reflexión.
No quepa duda: Estamos en un trance social histórico, tan importante como los que nos venden los libros de Historia. Algún día esos libros hablarán de la pandemia ésta dichosa, como de un hecho que definió a la sociedad actual en su justo valor. Algún día los libros de Historia enjuiciarán al mundo de hoy, basándose en la respuesta que dieron a esta pandemia de nuestros amores.
Mientras tanto, cada sociedad, cada país, cada localidad, se permitirá el lujo de jugar con lo importante desde la incompetencia. Desde 1969, un principio definido por un profesor del «Oeste», define muy claramente (Y sabiamente) el origen de muchas de nuestros fracasos como sociedad: El «Principio de Peter», que establece el nivel de incompetencia al que nos lleva nuestra ambición de notoriedad o poder.
En estos momentos difíciles, sería bueno (Lo recomiendo) pararse un rato a charlar con Ramón y Cajal y disfrutar de su prosa sosegadora y de la propuesta de reflexión que nos hace.
Compara Cajal dos actitudes sociales separadas por 60 años. Los nacidos con 60 años de diferencia en una misma sociedad, pero extrapolable a otras sociedades, a otras épocas, a otras latitudes. Ese es el reto de la lectura propuesta.
Un índice muy descriptivo:
Limitaciones orgánicas.
Los cambios del mundo exterior.
La velocidad circundante.
El anciano, juzgado.
La juventud actual.
Traiciones de la memoria.
… Y más.
Cajal dice: «La memoria es archivo de lo pasado, lucimiento del presente y único consuelo de la vejez, la memoria es el don mas preciado y maravilloso de la vida»
Y yo añado (Con la mas profunda humildad): La memoria es hija de la experiencia, de los años vividos, de las situaciones superadas. De los placeres disfrutados, …
Se debería recorrer este camino para tener la osadía de creerse poseedor de la verdad y la razón. Mientras tanto, callar y aprender. Progresivamente. Sin quemar etapas. La arrogancia antes de tiempo, es madre de errores insuperables ya.
Santiago Ramón y Cajal, desde su Premio Nobel y su vida dedicada a la Ciencia, da una lección enorme de saber estar en el mérito y en la reflexión.
Grupo Azoteas