Miguel Mojarro
Al casino de Jaral se accedía por una escalinata que invitaba a usarla como asiento colectivo. Como las escaleras frescas de nuestra casa en el verano.
En esa escalinata del casino de Jaral, han sido muchas las tardes que hemos hecho el previo de la partida de billar, con un libro en las manos. Y allí fue donde me inicié en la lectura de una autora que considerábamos «vulgar», en aquellos años en los que empezábamos a valorar autores que prestigiaban nuestra juventud: Chesterton, Tomás Salvador, Concha Alós, Giovanni Papini, Tómas Mann, Pedro Mata, … Con esas lecturas nos sentíamos más importantes y nuestro ego intelectual se emocionaba.
Pero una tarde, mi amigo Paco llevó una novela de las consideradas baratas, de kiosco, de las que se alquilaban por cincuenta céntimos para ser leída por varios amigos. Cuando él la terminó, fue pasando a varios de nosotros para sacar provecho a los dos reales que costaba el alquiler por tres días.
Fue mi primera novela popular, barata, de las que no hacen intelecto. Pero dejan huella y crean adicción. Agatha Christie, Lafuente Estefanía, Malloquí, Silver Kane, … Corín Tellado en las chicas, eran nuestras aventuras hacia una cultura que prometía.
Estas novelas populares, tras los tebeos en blanco y negro, generaron lectores nacidos de una imaginación necesaria para seguir por esa senda lectora. Gracias a aquellos tebeos y las novelas populares, aquellos años jóvenes crearon el sustrato adecuado para muchos lectores de calidad. Lectores que soportan hoy el peso de una cultura satisfecha y satisfactoria.
En aquellas escalinatas de Jaral, conocí a nuestra autora de hoy: Agatha Christie, la mas popular y prolífica en el ámbito complejo de la novela de intriga, de misterio, de detectives, negra, policiaca, … como quieran llamar al género. Ese género que hoy recupera prestigio (Si es que alguna vez lo tuvo) y adeptos.
Muchos años después, Agatha Christie ha vuelto a mi biblioteca. Como recuerdo y como placer. Porque una novela de esta autora es una ventana abierta a la lectura mas fresca y a la satisfacción final que grita el deseo de empezar otra.
De Chesterton, de Moliere, de Papetti, de Laforet, .. no hay club de seguidores. De Agatha, sí. En todo el mundo. Y no es que esos autores no lo merecieran, sino que son «otra cosa». No deben confundirse ambas aficiones o tendencias lectoras. Son distintas, complementarias y deseables en una convivencia atractiva.
Los autores de calidad literaria, los «grandes», son la esencia del placer de la cultura, de la calidad, de la estética, del pensamiento bien organizado. Agatha, Kane, Mallorquí, López Hipkis, Estefanía, … son magníficos ejemplos del placer en el ocio, de la atracción emocional, de la satisfacción por el asueto bien usado.
Muchos años han pasado desde mi primera lectura de Agatha y compruebo que su atractivo e interés no solamente no se ha perdido, sino que se ofrece valorado, de la manera que se valora lo que anteriormente fue importante y placentero.
Es el valor de lo antiguo, pero con sus esencias de entonces. Es el reconocimiento adulto, de que no son lecturas propias de una edad joven, sino que pueden convivir con experiencias muy posteriores. En la misma mesa intelectual que autores que figuran en las portadas más prestigiosas. No son antagonistas del placer lector, sino dos formas literarias de ofrecer la lengua como vehículo de placer.
Agatha Christie (Agatha Mary Clarissa Miller), tuvo una vida real desde 1890 hasta 1976. Pero su presencia intelectual en el ocio de todo el mundo, sigue y seguirá.
Cerca de 70 novelas, más de 150 cuentos, dos personajes universales, Hércules Poirot y Miss Marple, llenaban los tendederos de los kioscos de la época. Hoy están en los estantes de todas las librerías importantes. La calidad es como la energía: no se destruye.
Su obra tiene rastros de varios «dioses» de la literatura: Wilkie Collins (La piedra lunar), Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Anna Katherine Green, Chesterton, como principales referentes de su obra.
No se pueden clasifgicar aquí sus innumerables novelas, pero dejemos constancia de dos, por lo que tienen de anecdóticas: La primera de la serie protagonizada por Hércules Poirot, «El misterioso caso de Styles» (1920) y la última, «Telón» (1975).
Entre ellas, muchas. Se puede elegir «a boleo», pero hay títulos muy conocidos y especialmente valorados. Se pueden ver en internet. Yo no me defino. Me gustan todas.
Una excepción en mi valoración: En 2013, «El asesinato de Roger Ackroyd« fue elegida como la mejor novela de crimen de todos los tiempos, en la Asociación de Escritores de Crimen. Por algo será.
De su vida personal es mejor no hablar aquí, por extensa en episodios. Se pueden ver datos prolijos en ese libro de cabecera que tenemos en internet. Hay mucho y bueno sobre la dama inglesa de la intriga.
Puede tener alguien un cierto pudor cultural al reconocer que le gusta esta autora y ese tipo de libros. Como decía mi amiga Priscila, «ca uno es ca uno y tiene sus caunadas».
Pero yo sugiero que se lleve una novela de Agatha en el bolsillo y se lea «a cachos» en aquellos lugares donde uno se encuentre feliz y con sosiego.
Y si es posible, sólo.
Grupo Azoteas (Nos han saboteado nuestras referencias. Hemos tenido que cambiar)