Pablo Hidalgo ve este confinamiento como «un respiro para la naturaleza»

Laguna de La Madre, El Rocío.

Redacción. El confinamiento impuesto por la crisis sanitaria provocada por el Covid-19 ha dejado imágenes muy curiosas en las que podían apreciarse a animales salvajes paseando por las calles de las grandes ciudades al encontrarse vacías debido a la pandemia. Un fenómeno que ha sido analizado en el ciclo ‘UHU Investiga’ por el profesor del Departamento de Ciencias Integradas de la Universidad de Huelva (UHU), Pablo J. Hidalgo Fernández, que ha querido reflexionar sobre cómo ha afectado este periodo a nuestro entorno natural. Un espacio de tiempo que, para este doctor en Biología, ha supuesto “una ilusión para la naturaleza”, dado que, cuando acabe esta situación, “todo volverá a la normalidad”. 

Una pandemia que, según afirmaba este experto en vegetación, “ha dejado en evidencia la fragilidad de nuestra civilización, pues algo tan insignificante como un virus ha sido capaz de paralizar todas nuestras actividades económicas, a excepción de las imprescindibles”. Este contexto, “de forma colateral, ha traído un beneficio que, sobre todo para los científicos, ha sido muy interesante, puesto que ese cese de actividad, el confinamiento estricto, ha hecho que, de golpe, la naturaleza haya respirado. Ha sido un periodo en el que la naturaleza ha dejado de tener esa presión que habitualmente recibe de la sociedad”. 



Y es que, tal y como ha expuesto en ‘UHU Investiga’, “la especie humana actúa casi como una plaga. De forma grupal, no como individuos, los humanos intentan expandirse al máximo territorio posible, consumiendo el mayor número de recursos. Eso nos recuerda un poco a una lectura publicada en 1968 por Garret Hardin, llamada ‘La tragedia de los (bienes) comunes’, una fábula en la que este ecólogo indicaba que nosotros, cuando actuábamos como grupo, estábamos consumiendo los recursos de una manera irracional, como si esos recursos fueran ilimitados, en un planeta que, obviamente, es finito. Porque la Tierra tiene límite”. 

Frente a esta tendencia, a causa del confinamiento decretado por el estado de alarma, “esa naturaleza, de golpe, en cuestión de una semana, ha dejado de recibir esa presión. Y, con ello, todos los procesos naturales se han reactivado como un respiro, de forma natural, en un fenómeno que los científicos ya conocíamos. Ese bienestar que ha sentido la naturaleza no es algo raro. Porque la naturaleza no nos necesita. Es muy fuerte y es capaz de volver a reactivar todos sus procesos con la simple herramienta de cesar la presión”.


Puerto de Huelva

Entre los aspectos que más han llamado la atención de este profesor de la UHU se ha encontrado, precisamente, el ver cómo “la fauna ha vuelto a intentar recuperar aquellos espacios que, de una forma u otra, nosotros le arrebatamos. Nosotros hemos ido invadiendo todos los ecosistemas, incluyendo los fondos oceánicos y los Polos. Si de pronto nosotros como especie desaparecemos, aunque sea durante un breve periodo de tiempo, las especies intentan volver a recuperar ese espacio que nosotros le hemos ido arrebatando con el paso de los siglos”. 

Las especies recuperan su espacio

En el caso de Huelva, así ha sucedido con los chorlitejos (Charadrius alexandrinus) y los charrancitos  (Sternula albifrons), que han anidado en la playa de Punta Umbría. Un fenómeno que Pablo Hidalgo explica que se produce porque, “para un veraneante, la playa es un sitio al que se va en verano o a pasear el resto del año, pero la playa es un ecosistema vivo, con su estructura y su dinámica. Y estas dos especies han anidado en estas playas porque lo han identificado como su hábitat natural, donde antes había personas todo el año, pero, ahora, con el confinamiento, no han encontrado ningún tipo de amenaza. De hecho, ha habido una actividad de la Sociedad Española de Ornitología (SEO) en Huelva, en la que han puesto unas vallas de protección y unos carteles explicativos para que a esas especies se les respete y puedan completar su ciclo”. 

Este paréntesis, sin embargo, “sólo ha sido como una ilusión, como una ensoñación para la naturaleza, que ha visto que, después de muchos, muchos siglos de presión, todo vuelve a la normalidad”, afirma Pablo Hidalgo, que considera que, “en cuanto acabe el confinamiento, vamos a retomar todas nuestras actividades. Ese trasiego, la contaminación por el tráfico o el uso irracional de los combustibles fósiles va a volver, en principio, a la normalidad. Este parón ha sido sólo un breve periodo. Los científicos, como en mi caso, hemos comprobado que la naturaleza ha salido con mucha fuerza. El cese de la presión hace que retome su camino y que, rápidamente, se recupere, aunque, después, por desgracia, volvamos a la situación de partida”. 

Por todo ello, Pablo Hidalgo piensa que “ha sido una experiencia que nos debería hacer reflexionar sobre cómo nosotros estamos actuando sobre el medio. No nos hemos preguntado si esta forma de vida que tenemos es la que queremos mantener. Si a mí me hubieran preguntado, pues, posiblemente, hubiera preferido otra estructura, otro tipo de consumo de los recursos naturales y otro equilibrio. Hay que reflexionar sobre el coste ambiental que tiene nuestro estilo de vida y si este es necesario”. 

Hay que tener en cuenta que, como aclara este profesor, “somos una especie más del planeta, a la que se nos ha dotado de una serie de herramientas, como ha sido la inteligencia, que nos ha permitido desarrollar esa presión tan enorme sobre los hábitats, los ecosistemas y la explotación de los recursos. Una inteligencia que nos puede permitir también realizar actividades que sean más respetuosas con el medio, el uso de energías renovables, etcétera. Eso, a nivel individual, sí existe, pero, a nivel global, es muy difícil”. 

Pablo Hidalgo es consciente de que realizar otros periodos confinamientos para beneficiar al entorno sería muy complejo por las consecuencias en la actividad económica, al tiempo que no se podría precisar el nivel de su impacto, dado que cada especie tiene su ciclo, pero “sí se puede regular de alguna manera el uso de los recursos naturales, como, de hecho, se está haciendo con las políticas de conservación desde el ámbito europeo, nacional o regional. Todas esas propuestas, como la Red Natura 2000 de protección de la naturaleza en la Unión Europea, lo que busca es que, al menos, ciertas actividades se limiten. Yo soy bastante optimista. Entiendo que muchas veces hay presiones que están por encima del ámbito científico, que obedecen a otro tipo de estrategia, pero se están dado pasos, como sucede con la existencia de coches híbridos y eléctricos en el mercado”.

En cualquier caso, el periodo de confinamiento también ha provocado la paralización de muchos proyectos de investigación que se venían desarrollando en este ámbito desde la UHU, dado que el estado de alarma ha impedido salir al campo. Eso sí, en el momento que han podido hacerlo, han comprobado la recuperación de la naturaleza, más teniendo en cuenta que ha sido una primavera muy lluviosa y con temperaturas suaves, lo que ha beneficiado mucho a las especies. 

Recuperación de Cuesta Maneli

Una recuperación que, como el propio Hidalgo ha podido comprobar cuando ha salido al campo, “ha sido toda una sorpresa, gracias a esa primavera tan excepcional, que ha provocado que la vegetación se haya recuperado muchísimo”. Así lo ha podido ver en Nerva, donde desarrolla una investigación, pero también en un lugar tan emblemático como la zona de Cuesta Maneli, que, tras el incendio de Las Peñuelas de 2017, que afectó a gran parte del Parque Natural de Doñana, “ya está impresionante. No hay pinos, porque los pinos se quemaron, pero sí hay una cubierta vegetal de matorral típico de Doñana de un metro de altura. En gran parte, se ha debido a que no hemos impactado sobre el medio con las actividades humanas. Y no sólo estamos hablando de la extracción de madera, la apicultura, etcétera, sino también de los mismos paseantes, cazadores, senderistas e, incluso, de nosotros los científicos”. 

Un fenómeno que, incluso, ha podido comprobarse en las zonas urbanas, “donde hemos visto las mal denominadas ‘malas hierbas’, que no son malas hierbas, sino que son las que normalmente están en los claros de bosque. La naturaleza ha vuelto a recuperar ese espacio, porque nuestros operadores del ayuntamiento están continuamente limpiando las calles y aceras. Y ahora no han podido hacerlo. Por ello, cuando hemos salido de casa, nos hemos dado cuenta de que la naturaleza lo ha invadido todo, pero, claro, nosotros éramos los que habíamos invadido su espacio haciendo un carril bici, carreteras, calles, etcétera”. 

La mejor herramienta: que la naturaleza siga su curso

Con todo ello, como reflexión final, este doctor en Biología considera que debe quedar claro que “la naturaleza se recupera por sí sola. Por ello, una de las mayores herramientas de conservación es no intervenir, dejarla que ella respire, que siga su dinámica e intentar no modificar su estructura, como introducir especies exóticas. Hay muchas técnicas de ecología de la restauración, como la cría en cautividad, pero, al final, el mejor instrumento es dejar que la naturaleza siga su curso, como hemos podido comprobar en estas semanas de confinamiento, que ha dejado en evidencia que, ahora mismo, la principal amenaza de la naturaleza, si no la única, es la sobreexplotación a la que la tenemos sometida”. 

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