Zoraya Sultán Regalado / Arquitecta. Solo cuando nos enfrentamos a nuestra propia muerte y la de nuestros seres queridos, es cuando nos replanteamos todo lo que nos rodea, el mundo tal como lo conocemos, nuestro entorno. Así es el ser humano. Se acomoda y vive sin más.
La pandemia del COVID-19 ha paralizado nuestras vidas y la de nuestras ciudades. El sacrificio obligado ha sido muy grande. Nuestra economía se tambalea y un futuro incierto se cierne sobre nosotros.
Nos encontramos en estos momentos en plena “desescalada”, que bien podría también nombrarse como la “recolonización” de las ciudades. Y nos damos de bruces con un obstáculo inesperado. La ciudad en la que vivimos no parece responder adecuadamente a la salida masiva de personas en ciertas franjas horarias, teniendo en cuenta que en las primeras fases del proceso no se puede salir del municipio.
Echamos en falta un mayor número de espacios de esparcimiento, plazas, recorridos peatonales, carriles bici, pistas deportivas, etc. Las calzadas, habilitadas para la circulación de vehículos, se ven escasamente utilizadas mientras las aceras y recorridos peatonales se llenan y se producen aglomeraciones en una época en la que resulta exactamente l o contrario de lo recomendado.
¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo es posible que la ciudad no responda a nuestras necesidades? Es cierto que se trata de unas circunstancias muy especiales y concretas pero, ¿no es cierto también que es en estos momentos tan críticos cuando nuestra ciudad nos debería aportar el espacio sano que necesitamos? ESPACIO PÚBLICO, no es más. Lugares para pasear, montar en bici, jugar, correr… todo ello en cualquier situación. En caso de pandemia mundial y sin ella. Porque es una necesidad básica del ser humano. Ahora lo tenemos claro después de más de 50 días de confinamiento. Recordémoslo en el futuro.
Las ciudades deben repensarse para el peatón, para el deportista aficionado, para los niños, para las personas mayores y para aquellas personas con dificultades de movilidad o dificultades sensoriales. Debemos incitar al ciudadano a caminar o a desplazarse en bicicleta, creando recorridos adecuados, naturales, frescos. Fomentemos el uso del trasporte público consiguiendo que el uso del vehículo privado se reserve para ocasiones excepcionales.
No somos conscientes de hasta qué punto podemos influir en el comportamiento del ciudadano según el tipo de ciudad que le ofrezcamos. En estos momentos en el que todos ansiamos caminar, correr, disfrutar en definitiva del ESPACIO PÚBLICO, tenemos la oportunidad de repensar nuestras ciudades y hacerlas más habitables. Reducir la escala hasta alcanzar la E:humana (escala humana). Dar prioridad a ese espacio público peatonal debe ser el objetivo, aumentar las zonas verdes mejorando las existentes y fomentando la creación de nuevos núcleos naturales, crear equipamientos de uso deportivo y de esparcimiento, etc.
Actualmente, en nuestra ciudad, Huelva, el Plan General de Ordenación Urbana se encuentra en revisión y no creo que exista mejor ocasión para replantearnos nuestro modelo de ciudad. Lo que queremos para el hoy y para el mañana. Lo que necesitamos, viendo lo que finalmente requiere el ciudadano cuando la situación se vuelve extrema como ha venido ocurriendo en estas últimas semanas.
Todo es posible. Solo será necesario tener el objetivo claro: mejorar el ESPACIO PÚBLICO.