Un cuento en la meca del cine

Crítica 'Erase una vez en Hollywood'.
Crítica ‘Erase una vez en Hollywood’.

Fernando Gracia. En estos días se cumplen cincuenta años del absurdo asesinato de Sharon Tate y tres amigos en su mansión de Hollywood. Tarantino incluye a la esposa de Polanski en el guion de su última película, aunque en puridad no es un filme sobre aquel hecho. Es… otra cosa.

Para empezar, un cuento. No en balde lo titula ‘Érase una vez en Hollywood’, o sea su acercamiento a ese lugar mítico, como en tiempos fuera para Sergio Leone el suyo a la propia América.

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Una película que destila amor al cine del pasado, ese cine que según cuenta el director devoró en sus años jóvenes, cine de consumo puro y duro en su mayoría, cine fabricado como churros en los numerosos estudios cinematográficos que poblaban ese lugar mítico “donde se fabricaban las ilusiones”.

La base de la historia se centra en las figuras de un actor y su doble, como a estas alturas conoce cualquier mediano aficionado. Leonardo di Caprio y Brad Pitt, nada menos. O sea, de entrada un reclamo seguro para la taquilla por si no lo fuera ya el nombre del propio Tarantino.


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Con un tono cercano a la comedia –sin risas, quede claro- y con un aire casi documental en algunos momentos, el director nos sumerge en el año 1969, o sea antes de que la inocencia diera paso a la desconfianza, como si la siniestra barbaridad de Manson y los suyos hubieran acabado con una época, con un mundo, y ya nada fuera a seguir igual.

Que Tarantino es hábil resulta ser algo que ni sus enemigos niegan. Otra cosa es que su cine sea o no profundo o meros fuegos artificiales. Ahí la cosa va en gustos. En esta ocasión, a mi modo de ver, le ha salido una película vistosa, entretenida, larga -aunque a mí no se me lo haya hecho, pero reconozco que con media hora menos no hubiera pasado nada-, con momentos incluso divertidos, muy bien filmada y que no deja indiferente, aunque opino que en otras producciones le ha salido algo más redondo.

Podría encuadrarse dentro de ese subgénero que hemos dado en llamar “cine dentro del cine”. En ese aspecto, perfecto. Ilustrativo, nada hiriente, plagado de detalles de ambientación para demostrarnos lo mucho que sabe del tema y agradable de ver para aquellos que en la época descrita ya llevábamos años alimentándonos de celuloide.

Como no podía defraudar a sus seguidores, en la parte final nos da una buena ración de tarantinitis, retorciendo la historia con gracia y salero a la manera de como ya lo hizo en “Malditos bastardos”, y no cuento más para no destripar la gracia.

La pareja protagonista se mueve a gusto en la trama, con especial mención para Di Caprio, ya por fin despojado de su cara de crío de películas anteriores. Como quiera que es muy bueno, aquí resulta totalmente convincente haciendo de actor… más normal. Ojo, no representa el rol de un mal actor, ni mucho menos, sino de uno de tantos. Uno que parece que ha llegado, pero que está en la cuerda floja, siempre a punto de perder comba y pasar a ser un “has been”, como tantos que pululaban y pululan por los aledaños de la fama.

Encantadora Margot Robbie encarnando la hermosa Sharon Tate, y la guinda final de ver a veteranos ilustres como Bruce Dern y nada menos que Al Pacino.

Si les gusta Tarantino, creo que no les defraudará. Si su trayectoria hace tiempo que les echó para atrás, ya es otra cosa. Si es imparcial, creo que podrá pasar un buen rato recordando tiempos pasados. Y si es algo mitómano, no les defraudará. E incluso les servirá como ejercicio de memoria, que nunca viene mal.


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