Carlos Arroyo. Y el sueño se cumplió. David desorejó al sexto toro de la tarde en su confirmación de alternativa, en una faena para enmarcar. Madrid rendida al torero onubense, que lo sacó en volandas por la Puerta Grande de forma apoteósica. La tarde soñada se convirtió en historia de la tauromaquia tras una grandiosa faena llena de exposición ante un gran toro de Juan Pedro Domecq.
Lo recibió David con dos tijerillas en el recibo capotero. El quite ceñido por chicuelinas, como toda la tarde con el capote, con el toro rozando los machos de su vestido. Con la muleta, comienza vibrante con el pase cambiado por la espalda, exposición y quietud ante las encastadas embestidas del burel. El toreo con la mano derecha, templado y largo, de mano baja, con el alma de un chico que nació para ser torero. Por la izquierda baja algo la intensidad porque hay un vendaval y no puede manejar los trastos. Vuelta a la mano derecha, para dejar dos series de enjundia con un toro que va a más. Remata la faena por bernadinas, desafiando el espacio. La estocada en lo alto, y la plaza un clamor al grito de torero, torero en honor del torero onubense.
David conquista Madrid con la fuerza de un torero que se encamina a ser figura del toreo, porque pocos pueden hacer lo que este triguereño ha conseguido en sus escasos tres años de alternativa y su parón tras el percance de Toro. Se lo debía la vida, se lo debía por su afición, su dedicación, su valor, su corazón y su bonhomía. De Madrid al cielo.