Mari Paz Díaz. Después de criarse entre el barrio de La Orden y San Bartolomé de la Torre, el pueblo de su familia, Miguel Ángel Feria (Huelva, 1979) se marchó a Madrid en el año 2003, cuando, tras acabar la Licenciatura en Humanidades en la Onubense, decidió trasladarse a la capital española para realizar el Doctorado en Literatura Comparada y la Licenciatura en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Una trayectoria académica que ha compaginado, además, con varias estancias en el extranjero. Según nos cuenta, «pasé algunos años en Francia, antes y después de doctorarme, dando clases de Literatura española en distintas universidades», como sucedió en Marsella y Limoges. Además, en los últimos años, sus trabajos de traducción e investigación le han posibilitado vivir algunas temporadas en Estados Unidos, Canadá o México, lo que le ha permitido cosechar un gran conocimiento de otras culturas, a pesar de que, sobre estas experiencias, afirma que no son «nada del otro mundo, más bien de éste».
En la actualidad, Feria está inmerso en la traducción de la obra del poeta Roland Giguère. No en vano, este onubense ha elaborado la primera versión al español de este poeta francocanadiense en el Centre for Arts and Creativity de Banff (Canadá). Es más, también ha traducido poesía parnasiana y de Víctor Hugo, sin olvidar su faceta como profesor en la Universidad de Alcalá de Henares.
Una labor que compagina con su actividad literaria, puesto que cuenta con varias obras publicadas, como son La Consagración del Otoño o El Escarbadero. Lista a la que se une ahora un nuevo poemario, titulado Anarcadia, que ha sido presentado en el Aula de Poesía de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Editado por Árdora, la obra contiene un centenar de poemas en una edición ilustrada que ha llamado mucho la atención. Una edición que hemos querido conocer con más profundidad en esta entrevista, en la que su autor nos revela algunos de sus proyectos, como que ya se encuentra en pleno proceso de escritura de un nuevo libro de poemas y de una obra de teatro.
-Miguel Ángel, ¿cómo surge su interés por la literatura?
-La literatura me llega, en primer lugar, por vía materna y exclusivamente oral, a través de los cuentos y chascarrillos folclóricos que se contaban en casa. Simultáneamente siento el asombro, hechizo, llamada o calambrazo de la lírica popular en las coplas flamencas y carnavaleras, o en el cancionero de algunos autores y grupos como Serrat, Kiko Veneno, Triana o Radio Futura. La literatura escrita llegaría después, durante los últimos años del colegio, cuando me abro al universo de la lectura y aprendo de memoria todo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, los Machado, García Lorca, etcétera. Ahí empezó todo.
-¿Por qué la poesía?
-Primero, y como acabo de decir, por su naturaleza musical. Y no me refiero a los trucos melodiosos de la métrica al uso. Al principio fue el ritmo, la armonía, la eufonía verbal, la vibración acústica que implica de por sí algo que está más allá de la pragmática lingüística y sus urgencias: un agujero negro, una ruptura primaria, un foco de subversión en el sistema comunicativo estrictamente utilitario. Interferencias espectrales, como la irrupción de un pasaje de free jazz en el noticiero de la radio. Sonido y silencio se entretejen en una red de sugerencias semánticas, de razones inaprensibles que superan el discurso colectivo y unívoco para abrirse a múltiples interpretaciones. Todas ellas singulares, y sin embargo transferibles, de ahí su resistencia a la extinción, su vigencia en la vida de la tribu. La poesía nunca es un género hermético. Hablamos siempre de comunicación, pero de una comunicación que olfatea el rastro de lo incomunicable. Un problema que supera la mera estilística para condicionar la vida psíquica de las sociedades, desde el reguetón hasta el ruidismo experimental de Narcoléptica, desde las cursilerías de Instagram hasta los verdaderos poetas vivos. El resto es el telediario.
-¿Cómo se ha ido desarrollando esta pasión?
-Como todo el mundo, de la lectura pasé al análisis, a la imitación y recreación de los maestros, y de ahí he seguido y sigo buscando mi voz en la creación poética propia. Un camino marcado por el estudio y el trabajo, y muchísimo aún por recorrer.
-Ha ganado varios premios.
-Obtuve el Premio de Poesía Andalucía Joven en 2007 por El escarbadero y, en 2010, el Premio Internacional Ciudad de Salamanca por La Consagración del otoño. Ambos significaron, en su momento, un estímulo muy potente para reafirmarme en mi vocación.
-Ahora presenta Anarcadia. ¿Qué nos podría destacar de él?
-Se trata de un libro extenso en el que intento configurar una especie de territorio mítico, más próximo al futuro que al pasado, a la esperanza que a la nostalgia, donde lo personal y lo colectivo se funden y confunden. Lo primero que ocurrió fue el título, inspirado por un sentimiento, digamos libertario o utópico, de la vida. Son 100 poemas encuadrados en tres partes diferentes, pero con una lógica interna y una cohesión evidente. Un Jardín de las delicias con sus contradicciones y sus violencias. Arcadia y realidad, anarquía y arquía. La expresión de la heterogeneidad que uno es y del tiempo que le toca vivir. Fue un proceso de escritura largo, lento y laborioso, que me ha ocupado 10 años. Empecé en la navidad de 2006 y terminé en mayo de 2016.
-¿Tiene algún otro proyecto para el futuro?
-Ahora tengo unos proyectos muy buenos. Me gustaría mucho sacar un disco con mis composiciones sonoras. Me falta componerlas, pero todo se andará y escuchará.
-¿Qué supone Huelva para Miguel Ángel Feria?
-Otro territorio mítico, pero éste más próximo al pasado.
-Vive en Madrid. ¿Qué es lo que más echa de menos de su tierra natal?
-Echo de menos muchas cosas que luego, una vez que estoy allí, no encuentro tal y como son en mí, sino como ellas, en su deriva particular, se empeñan en ser. La fuerza imperial de la lógica.
-¿Algún mensaje final para los onubenses?
-Por mucho que me vaya de Huelva, Huelva no se va de mí. Más Niño Miguel y menos zafarrancho rociero.