Juan Carlos León Brázquez. Hoy 15 de abril, la escritora Concha Espina cumpliría 150 años si hubiera podido vivir tanto tiempo. Es una escritora fundamental para entender la historia de Huelva, por la enorme contribución que realizó con su libro-denuncia El metal de los muertos, del que el próximo año cumplirá su centenario.
La escritora, en la cúspide de la fama, llegó en 1917 a Nerva, previo paso por Sevilla, Huelva y Minas de Ríotinto, relacionándose con el mundo obrero de la localidad minera y compartiendo los preparativos y organización de una huelga que acabaría con varios muertos. Aquella obra, traducida al ruso, sueco, alemán e inglés, la relanzó internacionalmente, permaneciendo desde entonces como referente en la literatura social y minera. De hecho, no solo originó que muchos escritores miraran literariamente hacia el mundo obrero, sino que abrió el camino para que las mujeres también se adentraran en la literatura. Su obra marcó, sin duda, la literatura femenina en la primera mitad del siglo XX, con dos etapas claramente diferenciadas, antes de la guerra civil -la más importante- y otra tras la guerra civil, condicionada por necesidades, sus creencias y su hijo falangista, Víctor de la Serna.
Pero de su etapa importante nos quedaron dos obras de referencia, La Esfinge Maragata, publicada en 1914, por el que, por primera vez, una mujer literata recibía el Premio Fastenrath, el más importante que otorgaba la RAE en aquella época, evidenciando los problemas de las mujeres rurales, en una zona leonesa donde los hombres habían tenido que emigrar, y El metal de los muertos, un libro que debería ser de lectura obligatoria en las escuelas onubenses, por desmenuzar el problema de los mineros, que es tanto como decir el problema de los obreros en una incipiente sociedad industrial.
El conflicto laboral de los mineros de Ríotinto, desde la llegada de los ingleses, en 1873, se documenta novelado a través de este importante libro, que tras la guerra civil fue censurado, por sus continuas referencias al trabajo y a las ideas socialistas, por lo que se hace necesaria una revisión apelando a la edición de 1920, haciéndola coincidir con el próximo centenario de la obra. Un trabajo complejo, según reconoció la propia autora, ya que fue un libro que más le costó escribir y tardó unos 40 meses, a pesar de su fama de escritora ágil y rápida.
Concha Espina, partidaria de la II República, de la separación Iglesia-Estado, del divorcio, del voto femenino, va a centrarse en sus libros, con el lenguaje ampuloso de la época, a escribir de temas sociales, como la pobreza, la miseria, la infancia abandonada, el sometimiento de la mujer al hombre o la del obrero explotado. Dotada de gran sensibilidad social, sus condicionantes religiosos no la apartó en ese tiempo de unas ideas muy revolucionarias y avanzadas, no teniéndolo fácil para abrirse camino en un mundo dominado por el hombre. De hecho, la RAE nunca la apoyó para ocupar un sillón de la Academia, a pesar de que fue la mujer literata más premiada, ni tampoco la apoyó para que obtuviera el Premio Nobel.
Nerva ha reparado en parte la deuda que tenía con ella, con una placa recordando su paso por la localidad y dedicándole la Plazuela El metal de los muertos, donde ha colocado un monumento con una Garza (símbolo el pueblo) y un libro abierto. Pero Concha Espina va más allá de su estancia en la localidad minera donde se documentó para escribir su libro más trascendente, ya que supo poner en el mapa, en un momento muy difícil de nuestra historia, a toda Huelva y al agitado movimiento obrero, que luchaba contra empresas extranjeras por obtener condiciones más dignas y justas. Es por eso, este recordatorio en sus 150 años de su nacimiento.