Coltán. Para comprender por qué muchos jóvenes están instaurados en una zona de confort y no emprenden, hay que retrotraerse algún tiempo atrás. Los seres son sociables por naturaleza, desde que las tribus primitivas se organizaban para sobrevivir en un mundo hostil, hasta la actualidad, siempre hemos vivido en sociedad, aceptando creencias de una generación a otra.
Los estudiantes de hoy en día son fruto de las creencias de sus padres, no es que ellos quieran lo peor para sus hijos ni mucho menos, pero les aconsejan bajo una óptica de finales del siglo XX, un país saliendo de una dictadura y un estado centralizado que pasó al café para todos de las autonomías, donde se necesitaban cientos de funcionarios para cubrir las vacantes del nuevo sistema.
El sueño de la mayoría de personas de clase media o trabajadora, padres e hijos, trabajo fijo y bien remunerado pasó a mejor vida con la crisis económica. Tampoco tiene pinta de recuperarse en el corto plazo, estando incluso en debate la idoneidad de estas en determinados sectores.
Es por ello que el autoempleo es una de las mejores salidas para la entrada en el mercado laboral de los jóvenes egresados universitarios y de grados formativos. Pero cambiar de mentalidad cuesta. Cuesta pensar como unos padres, sentados en la sobremesa, delante de sus vástagos, le diga a uno de ellos, ¡Hijo!, lo mejor que puedes hacer es montar un negocio, yo te dejo algo de dinero, para que afrontes las grandes adversidades que se te avecinan, porque lo vas a tener muy, pero que muy crudo y puede ser que fracases en el intento. No. Me resigno a pensarlo salvo en contadas ocasiones.
El miedo al fracaso también juega un papel importante en todo este cóctel. Aprender sin equivocarse es como una quimera, porque bien es sabido que se aprende más de los fallos, que de los aciertos, porque se medita más el primero que el segundo como norma general. Pero no es el fracaso en sí lo que desalienta muchas veces, sino más bien lo que pueda pensar la sociedad que te rodea. Flaco favor hacemos cuando esto ocurre. Es una de las grandes diferencias que nos separa frente a otros países desarrollados y a los cuales tenemos como referentes. En estos países, se premia el fracaso siempre y cuando haya servido de lección.
Por si fuera poco, y nuestro joven egresado hubiera desoído a su familia, amigos y la sociedad, se encuentra con la administración. Una burocracia ingente de papeles y requisitos que a duras penas puede dominar con total precisión cualquier mortal, y más aún en sus comienzos. Por ello muchos jóvenes preparados prefieren emigrar, desoyendo la letra de Serrat.
Aun así, si nuestro joven valiente es capaz de vencer a todas estas adversidades, he de decir que si se puede lograr. Que el momento oportuno es ahora y aquí. Para ello hay que tener conocimientos sobre la materia y se debe tener ganas de aprender día a día algo nuevo. Hay que ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Ser resiliente es una obligación cuando hablamos de emprender.
La generación millenial ha cohabitado con las nuevas tecnologías y estas se imponen en un mundo empresarial cambiante por años, surgiendo decenas de nichos de mercado donde estos tienen la oportunidad de abrir sus negocios y ser competitivos.
Lo analógico ha dejado paso a lo digital. Todo puede ser transaccionado con un doble click de ratón. No es necesario mantener grandes stock y almacenes debido a que el individuo del siglo XXI se quiere sentir único, demandando productos y servicios personalizados.
No hay escusas. Para el modelo empresarial basado en la Cuarta Revolución Industrial, cualquier lugar mundial es el idóneo siempre que haya conexión a internet. En Huelva se sigue focalizando las carencias en vez de potenciar y centrarse en las cosas que si se pueden hacer.
La frase Bismarckiana cobra sentido en nuestra provincia. Teniendo todo, nos empeñamos en ponerle palos a la rueda constantemente para no avanzar. O nos sumamos a la ola cuando se produce, o seremos ese surfista arrepentido por no haberla cogido nunca, porque el avance empresarial actual no espera a nada ni a nadie. Si nos tenemos que equivocar que sea rápido y barato. ¡Pero hay que actuar! o siempre seremos el vagón de cola.
No vale aplicarse el dicho gatopardiano, se debe cambiar para mejorar la situación en la que se encuentra la provincia y disminuir la tasa de desempleo juvenil. Las nuevas generaciones deben levantar una sociedad basada en las empresas digitales y las nuevas tecnologías. Donde la economía circular tenga su hueco. Donde se haga crecer el tejido empresarial en la provincia, desde la sierra, pasando por el Andévalo, la Cuenca Minera, el Condado y la Costa.
¡Tuya es la decisión! Tú eres dueño de tu futuro, nadie dice que será fácil, pero sí que merecerá la pena.
1 comentario en «Confort, burocracia y negocios nunca fueron buenos aliados»
Creo que este artículo pone el dedo en la llaga. Está lleno de pragmatismo y sensatez. Mira al futuro sin dejar lugar a las lamentaciones infructuosas. Enhorabuena.
En el otro platillo de la balanza ¡lástima que el autor no haya cuidado más las formas! Se han escapado un par de faltas de ortografía: «escusas» y un «sí» afirmativo al que se ha privado de la tilde. Además la expresión «No. Me resigno a pensarlo salvo en contadas ocasiones» seguramente quería decir lo contrario: «No me resigno a pensarlo salvo en contadas ocasiones».