Laura Cebrino. Marco Zamora Almodóvar tiene tan solo 24 años. De familia villablanquera, comenzó secundaria en el colegio Cardenal Spínola de Huelva, criándose a caballo entre la costa, el andévalo y la capital. Tras estudiar bachillerato científico-tecnológico en el instituto Pablo Neruda, decidió cursar el grado en Ingeniería Industrial en la Universidad de Sevilla, educación que acabó en Polonia en el año 2016 gracias a una beca Erasmus.
El joven reconoce que vivir en Polonia le cambió la consciencia: «el éxito en la vida no está ligado solo con lo profesional», comenta Marco, quién en su último año de carrera supo que su verdadero sueño era desarrollar un trabajo que le permitiera crecer en su pasión (la ingeniería) al tanto que está al servicio a los demás.
En la búsqueda por cursar un máster que completara su formación, Marco decidió adentrarse en el mundo de la cooperación y el voluntariado, a raíz de una oportunidad laboral que le surgió en la Universidad Loyola Andalucía, en Córdoba. Tan positiva le estaba resultando la experiencia allí que Marco se planteó realizar un voluntariado internacional de larga duración a través del programa Volpa, perteneciente a la ONG Entreculturas. «El voluntariado y la cooperación te ayudan a crecer cada vez más en generosidad», afirma Marco.
Fue así como aterrizó en Ocongate el pasado 1 de noviembre: “Perú es un país súper diverso a todos los niveles; tiene costa, selva y sierra y su población está muy dispersa. Una de las cosas que más me gustan de aquí es que sus habitantes son muy constantes en sus proyectos y muy emprendedores, aunque también están muy arraigados a sus tradiciones y sobre todo, al sentimiento de comunidad”, comenta el joven.
El grupo de voluntariado VOLPA en Latinoamérica y África trabaja fundamentalmente en los campos de educación y migraciones, aunque también en otros proyectos de desarrollo variados.
Marco vive en Ocongate, un núcleo poblacional formado por pequeñas comunidades aisladas situadas a más de 3500 metros de altura, a unos 100km de Cusco: “Mis compañeros y yo somos voluntarios en la parroquia de Ocongate; concretamente estamos aquí cinco españoles, y vivimos en una casa que nos proporciona la propia parroquia para desarrollar nuestra labor”.
Otra de las iniciativas que parten de la parroquia es la existencia y uso de una biblioteca, una ludoteca y un comedor, espacios destinados al desarrollo integral de los niños y niñas de Ocongate.
Motivado por ayudar a aquellas personas en riesgo de exclusión, Marco trabaja codo con codo para paliar las escasas oportunidades laborales en Ocongate: “Mi tarea es posibilitar el encuentro entre las comunidades, así como asesorarlas y apoyarlas, intentando que mejore su nivel económico y social”.
Concretamente, Marco apoya un proyecto de la ONG Ccaijo de producción de queso de diecinueve plantas en Ocongate “básicamente realizamos labores de coordinación, organización y apoyo económico para mejorar las plantas a nivel técnico y que así la producción y la calidad sean la mejor posible”.
A corto plazo, Marco quiere disfrutar de la experiencia que ahora le atañe en Ocongate y a largo plazo cursar un máster de tecnologías para el desarrollo. Su intención es volver en algún momento a Andalucía, a Huelva, a Villablanca, para quedarse y, además de veranear, fomentar y mejorar el papel social de nuestra región ya que, según palabras de nuestro protagonista “en esto de la solidaridad no hay mapas, pero lo que está claro es que la familia y los amigos tiran ¡y mucho!”.
A nivel muy personal, Marco se descubre: “Lo que más me gusta de estar aquí es el sentir y experimentar que mi vida tiene sentido,que tengo un por qué y un para qué. Con cada labor de voluntariado me voy sintiendo más hermano universal, más ciudadano del mundo. Cada vez tengo más la necesidad de encarnarlo, de ser y sentirme hermano de todos a todos los niveles. Más que una labor solidaria, estoy desarrollando una labor fraterna”.