Redacción. El propio autor nos cuenta de su quinta incursión en el género novelístico que «contiene muchas historias entrelazadas. Es una madeja. El argumento de la novela es el propio ser humano. Ningún nombre corresponde a identidad actual. Los hechos ofrecen una mirada al pasado y de cómo cualquiera de nosotros puede estar en situaciones marcadas por el sufrimiento. Frente a todo ese impulso negativo está la cultura diaria, esa que encuentra lo mejor que hay en ti: bondad y generosidad, como poderosa respuesta vital».
La novela está narrada por una mujer «que se dirige a un personaje, que no habla y es el eje absoluto de la historia. Viven en una aldea llamada Mambraseca. La crónica del piano está ahí. Relaciones muy profundas que suceden durante una guerra, cualquier guerra. Hay un poeta en la aldea que todo lo dice en verso. Por poeta lo matan. Se llama Pardero. Amor y violencia».
Acerca del título, ‘Teclas blancas. Teclas negras’, Garrido Palacios dice que «inicialmente, para la edición francesa era ‘La pianista’. Hace décadas, en la casa en la que escribía los guiones en Madrid, escuchaba a diario un piano a través del patio interior. Alguien empezaba a tocar y se atascaba de continuo en la misma nota: eso inquietaba a los miembros del equipo con los que planificaba cada capítulo. Al final terminamos organizando las reuniones en un café. Un día, un ayudante de producción coincidió en la escalera con la familia de la persona pianista y supo que siempre se atascaba en el compás 24. Quedó el recuerdo. La primera idea para el título de la novela fue ‘Compás 24’. Luego ‘La pianista’. De aquella anécdota nace toda la historia. Posteriormente, los traductores franceses propusieron un cambio de título, ya que había película y libro coincidentes. En aquel momento surgió el actual».
El autor nos cuenta que «cada historia tiene su libro y cada libro tiene sus historias. Mucho apunte y mucha memoria. Escuchar y escuchar. Hace un rato hablaba de Las Hurdes, y recordaba que la primera vez que fui a rodar no había carretera; eran caminos. Al llegar te encuentras con testimonios que no están adulterados y eso es un tesoro que vas anotando y un día el cuerpo te pide darles forma y lo haces escribiendo. Es un proceso de años. Las cosas se van gestando, incluso escribes otras novelas que tienen otros ramales que, como en este caso, se acaban convirtiendo en nuevas historias. Me encanta haber hecho cine, pero mi forma expresiva es, sin duda, la literatura».
La obra bibliográfica de Garrido Palacios se divide en dos ámbitos bien diferenciados entre los que se produce un constante trasvase: por una parte están sus reconocidos trabajos de investigación etnográfica, que recogen su profundo conocimiento de la Cultura Popular de nuestro país; y por otra, sus obras de creación literaria -novela y relato corto- en la tradición del más puro ‘Realismo mágico’, en el que se encuentra catalogado el autor onubense: «Considero que Juan Rulfo es la cúspide, que viene del otro lado y nos trae la poesía del ‘Realismo mágico’ fundida con nuestro Siglo de Oro. Hay otros, como Joyce. Aunque, personalmente, estoy más por la literatura de Knut Hamsun o Sholojov».
En cuanto a la literatura actual nos cuenta que «escritores hay muchos en España y escriben muy bien. Hay cosas que me gustan y otras que no pasan de la cuarta página. Curiosamente, Pío Baroja sigue siendo una referencia. Julio Caro Baroja, aparte de amigo, fue mi maestro en la investigación etnográfica. En Huelva se escribe cada vez mejor, sobre todo mujeres. Hay un núcleo en la Sierra onubense con una gran calidad. No puedo dejar de nombrar a Manuel Moya. Por otra parte, un revulsivo muy importante para la literatura en Huelva ha sido la editorial Niebla, con Rafael Pérez, que ha levantado muchas magníficas obras que estaban atascadas, como la nota del piano».
Manuel Garrido Palacios acumula premios nacionales; como el Premio Nacional de Televisión, dos Premios Ondas, Premio Marathon o los internacionales Premio Borges, por su relato ‘El árbol del futuro’, o el Premio Golden Harp, que ganó para España con su película ‘Adivina Adivinanza’, capítulo especial de su aclamada serie ‘Raíces’ para RTVE a la que siguieron otros clásicos audiovisuales como ‘La Duna Móvil’, ‘El Bosque Sagrado’…
Actualmente colabora con el colectivo de creadores Golden Harp, que «tuvieron el detalle de ponerle el nombre del premio y me encantan los proyectos que tienen en marcha», aunque centra su energía en la creación literaria: «Lo que quiero es escribir. Asomarte a un folio y ver que es un abismo, un desierto. Y a partir de que lo termines ya hay vida dentro. El rodaje de ‘Adivina Adivinanza’ necesitó un equipo de producción de 90 personas. El folio en blanco es íntimo, solitario. Crear es apasionante. Ayer empecé un nuevo relato que quizá acabe en novela. Quién sabe».
‘Teclas blancas. Teclas negras’ ha sido publicado por Editorial Niebla y se encuentra disponible en todas las librerías.