Carlos Arroyo.
Ficha técnica. Plaza de toros de Santa Olalla del Cala, con media entrada en los tendidos en tarde calurosa, se lidiaron toros de Carlos Núñez, justos de presentación y fuerza, rajado el primero, enclasado y sin fuerza el cuarto, el resto, sin excesivo poder ni clase, para los diestros,
Lama de Góngora, de blanco y oro, dos pinchazos y estocada, vuelta tras aviso; estocada y tres descabellos, oreja tras aviso
Joaquín Galdós, de sangre de toro y oro, estocada, oreja con petición de la segunda; estocada, dos orejas
Rafa Serna, de azul rey y oro, dos pinchazos y estocada, oreja tras aviso; tres pinchazos y estocada corta, ovación tras aviso.
El centenario coso de la localidad onubense de Santa Olalla del Cala acogió la corrida de toros con motivo de la feria de la localidad, un festejo con claro acento sevillano, con las actuaciones de dos toreros hispalenses. Pero quien resultó a la postre triunfador del festejo fue el peruano Joaquín Galdós, en gran medida por la contundencia con que manejó los aceros.
Su primer oponente, segundo de la tarde, se mostró noble en el último tercio, aunque le faltó emoción en sus embestidas. Faena pulcra del peruano, sin conseguir la ligazón por la falta de repetición del astado. La faena al quinto de la tarde tuvo más procedimientos técnicos, ante un toro que no humilló pero que tuvo ritmo en sus embestidas. Fue capaz de construir una faena estética y ligada, premiada con las dos orejas.
Lama sorteó en primer lugar un toro rajado y sin fuerza, que huía de los trastos que le presentaba el sevillano, que se afanó con el astado de Núñez. Perdió el posible trofeo por el mal uso de la espada. El cuarto fue el más enclasado del festejo, aunque llegó muy apagado al último tercio. Pulseó las despaciosas embestidas del animal, consiguiendo buenos muletazos cuando consiguió tirar del toro cosido a la muleta. De nuevo los aceros le privaron de un mayor premio.
Rafa Serna pechó con el lote de más movimiento pero de menor clase. Su primero, tercero de la tarde, fue el de mayor presencia del encierro, llegando a la muleta sin repetición. Fue capaz Serna de templar por momentos al astado, con muletazos de buen trazo. Más bruto fue el sexto, al que Serna le realizó una faena meritoria, no siendo rubricada con la espada.