Mari Paz Díaz. Las personas que han tenido el privilegio de visitar la Huerta Noble, el mayor palomar de Europa, ubicado en La Redondela, en la carretera de La Redondela a Pozo del Camino (Isla Cristina), tienen claro que se encuentran ante un edificio extraordinario, tanto por sus dimensiones, como por su peculiaridad. Un complejo agrario-industrial de mediados del siglo XVIII, conformado por una zona residencial, un pequeño oratorio, dos norias, dos albercas, un molino de aceite, un columbario o palomar, anexos para ganado y un conjunto de catorce mosaicos de azulejos realizados en Holanda.
Un espacio que fue mandado construir en 1750 por el ayamontino Manuel Rivero González (1697-1780) tras la fortuna que logró en América, siendo uno de los mayores exponentes de la arquitectura de la burguesía onubense de la época. Por su valor, Huerta Noble está declarado Lugar de Interés Etnológico desde 2003.
Pero, más allá de las características del edificio en sí, hoy queremos fijar nuestra mirada en esos catorce mosaicos de azulejos realizados en Holanda, que decoraron en su día las paredes de este complejo. Unas piezas que, a pesar de ser un detalle poco conocido, están consideradas por los expertos como el más completo conjunto de azulejos holandeses que hay en España. Una auténtica joya de la azulejería flamenca en nuestro país.
Tan sólo hay que tener en cuenta que la Guía Artística de Huelva y su provincia, bajo la coordinación de Manuel Jesús Carrasco Terriza, recoge al respecto que se trata de “un magnífico Vía Crucis, traído expresamente del taller de Jan Aalmis, de Rotterdam, en 1756”. Un taller que, en su época, fue el más representativo de pintores de cerámica de la segunda mitad del siglo XVIII en Europa.
“Los paneles, de 90×130 cms., reproducen las catorce estaciones del Vía Crucis (…) Están pintados en azul y enmarcados por una sencilla moldura recta, con ces y conchas del mismo color. Costó la cantidad de 400 pesos”, concreta la Guía artística de Huelva y su provincia. Junto a los catorce azulejos también había un panel independiente, donde puede leerse la fecha de 1750.
Cuestiones interesantes que fueron estudiadas en profundidad por el investigador y catedrático de la Universidad de Sevilla Alfonso Pleguezuelo en el artículo titulado ‘Un conjunto inédito de azulejos de Jan Aalmis de Rotterdam en Ayamonte (Huelva)’, un estudio que llama la atención sobre la ubicación original en la que se encontraban estas cerámicas, puesto que, como podría pensarse, no era en un lugar sacro, sino en la tapia que rodeaba un huerto y, en concreto, «en el largo muro de mampostería que rodea toda la huerta iniciando y terminando su recorrido en la capilla aneja a la casa de la finca».
Otra curiosidad es que, a pesar de la importancia del taller flamenco en el que fue realizado, sólo el panel de la séptima estación está firmado, con el nombre de ‘I. Aalmis. Rotterdam’, que corresponde, sin lugar a dudas, a Jan Aalmis, «miembro de un importante taller de pintura de azulejos de Rotterdam conocido como ‘De Bloempot’ (el Jarro de Flores) o, también como ‘Taller de Aalmis’, dada la importancia de los miembros de esta familia en la dilatada vida del mismo», apunta Pleguezuelo. Un taller de referencia en Rotterdam, siendo Aalmis uno de sus artistas más conocidos, tanto que llegó a dirigir la entidad entre 1755 y 1788. Un reconocido autor al que se le atribuye también un panel denominado ‘Duo-décima Estación’, muy similar al estilo que presentan estos azulejos onubenses, que se conserva en el Victoria&Albert Museum de Londres.
Al parecer, el interés por la cerámica del propietario de Huerta Noble, Manuel Rivero, le venía desde joven, puesto que conoció este arte en los talleres de México, por lo que, tras hacer fortuna, no dudó en acudir a los prestigiosos talleres de Holanda para encargar esta obra para su casa, dado que en el siglo XVIII en gran parte de Europa se consideraba que la loza holandesa era la de más calidad. Además, en Andalucía Occidental, especialmente en lugares como Cádiz, era habitual los encargos que hacían las familias adineradas de vajillas y piezas de cerámica en este país. Y la relación del ayamontino con la provincia gaditana fue muy estrecha.
Recuperación de estas valiosas piezas. Unas piezas muy valiosas que, sin embargo, no presentan el estado de conservación más idóneo, a pesar de su valor histórico-artístico. En este aspecto, en los años 2005-2006, la Junta de Andalucía llevó a cabo un proyecto de restauración de este conjunto, bajo la dirección de Jesús Mendoza Ponce. En aquella ocasión, parece ser que fueron restaurados cinco de los catorce mosaicos.
En la actualidad, estas obras de cerámica se encuentran custodiadas en el Museo de Huelva, donde están depositadas desde hace unos quince años. A este respecto, la Delegación de Patrimonio, Archivo y Biblioteca del Ayuntamiento de Isla Cristina está trabajando para que este Vía Crucis se recupere.
Para ello, están diseñando un proyecto con la Asociación de Amigos de la Cerámica ‘Niculoso Pisano’, que cuenta con la colaboración del propio Alfonso Pleguezuelo, para encontrar la financiación necesaria para culminar la restauración de las cuatro estaciones del Vía Crucis. Incluso, con esta finalidad, han contactado con el cónsul de los Países Bajos en Sevilla para encontrar apoyos.
Sea como sea, hemos querido recordar la importante huella que la cerámica flamenca del siglo XVIII dejó en la provincia de Huelva. Un ejemplo que, afortunadamente, se ha conservado hasta nuestros días.
Si quieres tener más detalles de Huerta Noble, puedes recordar este reportaje: La Huerta Noble, el palomar más grande de Europa